Norman Briski tiene 86 años, a lo largo de
los cuales fue logrando una prodigiosa capacidad de habitar mundos personales
muy distintos con una ductilidad asombrosa.
Hasta la década del setenta era presentado como mimo. El mayor mimo argentino. El hombre que aparecía haciendo caras en las publicidades gráficas y televisivas. La más famosa fue la publicidad de una hoja de afeitar: “La gente piensa que yo soy un loco que hace caras, y la gente tiene razón. Lo único que lamento es que la gente no sepa que yo hago también otro montón de cosas”. Finalmente, esas “otras cosas” fueron prevaleciendo, y el actor se impuso por sobre el mimo. Antes de ello fue bailarín y coreógrafo.
Norman Briski nació en Santa Fe el 2 de enero de 1938, pero creció en la ciudad de Córdoba, donde debutó en teatro a los 17 años con La farsa del señor corregidor. Al principio fueron sótanos húmedos, pequeñas troupes estudiantiles y plazas, un circuito alternativo alimentado por una fuerte vocación. Su papá era un militante socialista que vendía frutos secos. Su madre, una rusa judía que había huido de Ucrania. Vivían en una pensión miserable. El entretenimiento de Norman era hacer caras frente al espejo, y simular personajes. También le gustaba nadar, llegando a ser campeón escolar de natación.
Los primeros atisbos de fama llegaron con Briskosis, un espectáculo que estrenó luego de vivir en Estados Unidos durante cuatro años –donde estudió en el Actor´s Studio, teniendo como compañeros de clase a Paul Newman y Richard Burton-, y se afirmaría con Psexoanálisis, una película de Hector Olivera de 1968, en la que compone un psicoanalista alienado. Su consagración llegaría al año siguiente con La Fiaca, en la que un empleado de oficina decide dejar de ir a trabajar sencilla y rotundamente, porque tiene fiaca.
Nunca se llevó bien con la pantalla chica: “La televisión te somete; a tantos juegos externos que uno pierde la dimensión de donde está. En el estatuto de la Asociación de Actores figura un artículo que establece que nuestro arte debe estar entregado a la cultura del pueblo”. Anda a mirar TV. Lo único que se produce es para satisfacer la voracidad de la sociedad de consumo”. Sin embargo, dejó su marca en programas como Vulnerables, Epitafios, Mujeres de nadie, La bonita página, El jardín de bronce, y una memorable interpretación del odontólogo femicida Barreda.
Fue uno de los primeros desterrados a raíz de las amenazas de la Triple A. En 1975 se radicó en España, donde protagonizó siete películas, una de ellas dirigida por Carlos Saura. Su militancia política siempre fue muy comprometida. A comienzos de los años 70 hacía teatro en las villas, sin actores, haciendo que la gente común representara en escena sus propios dramas. En la Villa del Bajo Flores le contaron que no había semáforos y que por esa razón habían muerto ocho personas. Les propuso montar una obra que se llamó Los semáforos, que mostraba que los muertos no eran muertos porque no figuraban en los registros municipales. Cortaron la calle con un improvisado escenario y participaron de la obra muchos de los vecinos. De esa manera, finalmente, lograron que pusieran el semáforo.
Su papel más reciente en cine es el que hizo en 1985, una película candidateada al Oscar, que revive la histórica instancia en que se juzgaron las cúpulas de la última dictadura cívico-militar. Interpreta el papel del Ruso, una suerte de mentor del fiscal Julio Strassera.
A los 86 años siente en algún punto la inutilidad del arduo aprendizaje que ha hecho: “ Aprendí mucho pero no puedo darle la poesía necesaria como para que movilice. Es una impotencia porque probablemente de todas las cosas que hice o que hago con mucho entusiasmo, puede ser que una de esas cosas esté diciendo algo que al no tener reconocimiento, al no tener devolución, no se pueda subrayar. No hay manera de saberlo, y eso es un síntoma por ahí de la inercia. El sometimiento a la inercia podría ser algo que no es reconocido como tal y que hemos decididamente caído en esa temporalidad. La inercia como país la he vivido muy fuerte. Sobre todo por la generación de la que vengo”.