cultura

Un milagro llamado Anna Pavlova

Es una de las bailarinas más admirada de todos los tiempos, llegó a nuestro país e inspiró la creación del ballet estable del Teatro Colón.

Interés General

25/02/2025 - 00:00hs

Nacida el 12 de febrero de 1881 en San Petesburgo, Anna Pavlova, es considerada una de las bailarinas más grandes de todos los tiempos. Su eterna y misteriosa sonrisa, su genialidad para la danza y su perseverancia hicieron de la gran bailarina una fuente de inspiración para todos aquellos que tuvieron la fortuna de actuar junto a ella. A la vez que los teatros de todo el mundo se venían abajo con los aplausos de los espectadores, a Anna Pavlova se le rendía homenaje en multitud de países erigiendo en su honor estatuas, dando su nombre a delicados perfumes y también a deliciosos pasteles. Mientras en San Petersburgo "la Pavlova" triunfaba con el Lago de los Cisnes, sería en Londres donde encontraría la felicidad, e incluso abriría un estudio de danza.

Su padre, Matvey Pavlovich Pavlov, servía en el Regimiento Preobrazhensky. Su madre, de origen campesino, trabajaba lavando la ropa en casa de un rico banquero ruso-judío llamado Lazar Polyakov. Algunas fuentes apuntan a que el padre de Anna murió cuando ella tenía dos años y que en realidad ella era hija ilegítima del propio Polyakov, aunque nunca la reconoció oficialmente. Una vez, su madre la llevó al Teatro Imperial Maryinsky para ver una representación de la Bella durmiente dirigida por el coreógrafo Marius Petipa. La pequeña Anna quedó maravillada con el espectáculo, que marcaría un antes y un después en su vida.

Hizo su debut oficial en 1899, en el Teatro Mariinsky, en la obra Les Dryades prétendues (Las falsas dríades), de Pavel Gerdt. Su actuación fue tan espectacular que recibo elogios de toda la crítica especializada, sobre todo de Nikolai Bezobrazov. Los periódicos de la época la alabaron hasta el límite en sus crónicas: "Flexible, llena de vida y apasionada, grácil y delicada. Cuando Anna Pavlova baila cambia el estado de ánimo del teatro. Pavlova, una nube se cierne sobre la tierra, una llama parpadeante, una hoja de otoño, impulsada por una ráfaga de viento helado, su talento es superior a todo"

Cuando tenía dieciséis años, bailó en La muerte del cisne de Mijail Fokine . Este pronto se convirtió en su papel estrella. Unos años más tarde, en 1909, acompañó a los Ballets Rusos en su gira por París. Después de la gira en París, decidió no quedarse con los Ballets Rusos y, en su lugar, optó por independizarse. Pavlova dejó el Ballet Imperial en 1913 y fundó su propia compañía de danza llamada Compañía Pavlova. Esto la llevó a realizar giras por todo el mundo, incluidos Egipto, India y Sudamérica –llegando a nuestro país-.

Vestida de blanco, de pie y con expresión lánguida, hay un célebre retrato de la Pavlova que se ve solitaria en una pared al fondo de la sala corresponde a una visita de la bailarina rusa a nuestro país, en 1917, lo que a su vez confirma que musa y fotógrafo ya se conocían desde antes. En años sucesivos, Pavlova y su compañía bailaron la ópera Fausto en el Teatro Colón mientras simultáneamente efectuaban funciones con un programa de varias obras en el Coliseo; luego se presentaron en el Odeón y nuevamente en la sala mayor de la calle Libertad, donde por última vez salió a escena en 1924.

Las crónicas de la época registran en Buenos Aires ese 1917 de la venida de los memorables Ballets Rusos de Diaghilev y de la compañía de Anna Pavlova. Lo cierto es que del germen que todos estos artistas dejaron en la Argentina nació el interés de las primeras generaciones por el ballet, cuyo testimonio más acabado es la influencia en la creación de un Ballet Estable para el Teatro Colón.

Estaba casada con su manager, Victor Dandré, y no tenía hijos. La pareja compró la Ivy House de Londres en 1912 y vivió allí el resto de su vida. Pavlova amaba a los animales e incluso tenía un lago ornamental para sus cisnes (su favorito era Jack). Murió el 23 de enero de 1931 en los Países Bajos debido a una neumonía.

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