Medalla en honor a astrofísico de nuestra Universidad
20/09/2016 - 02:12hs
Recibió los honores tras realizar un trabajo de investigación que sirvió como aporte para el reconocimiento de Sealand como nación
Juan Carlos De Marco es platense, tiene 63 años y varios títulos: es procurador, abogado, escribano, periodista, profesor en Comunicación Social, magíster en Relaciones Internacionales y en Integración Latinoamericana. También es profesor de paddle y músico. Con semejante currículum, parece que no hay nada que no pueda conseguir con esfuerzo y horas de estudio. Pero él, además, posee otras dos licencias que no se consiguen en ninguna universidad o escuela: es conde y embajador de Sealand, la plataforma marítima considerada por muchos como “el país más pequeño del mundo”.
El denominado Principado de Sealand es una micronación (un Estado autodeclarado pero no reconocido por toda la comunidad internacional) que proclama independiente como su territorio a Roughs Tower, una plataforma marina usada como fuerte naval construida en 1942 y localizada a diez kilómetros de la costa de Suffolk, en el Reino Unido. Es una superficie de hierro con dos patas de concreto instalada en el medio del mar, donde hay una capilla, dormitorios, cocina y hasta una cárcel. A pesar de su escasa extensión de 550 metros cuadrados, y de que apenas tiene una población estable de entre 10 y 30 personas, tiene un equipo nacional de fútbol aficionado y otro de minigolf. Tal como si fuera un Estado independiente, esta isla artificial emite sellos de correos y pasaportes. De hecho, De Marco tiene el suyo.
En 1978, luego de leer un artículo periodístico en el que decía que las personas que vivían allí pretendían ser reconocidas internacionalmente como un principado, Juan Carlos De Marco se puso en contacto para ayudarlos. “Yo había hecho un trabajo para la Facultad de Derecho sobre lo que ocurría con las cosas robadas y perdidas en mar libre. Les envié mi trabajo traducido al inglés y lo incorporaron a los fundamentos del reclamo internacional que venían haciendo”, dijo a diario Hoy De Marco, y agregó “como forma de agradecimiento a mi aporte, primero me ofrecieron que sea el cónsul del Principado en la República Argentina. Luego, por los servicios prestados y por los años de amistad, me designaron conde de Sealand y caballero de la orden del mar”.
Para adquirir los títulos nobiliarios de barón, conde y caballero, como sucede en muchas partes del mundo, en Sealand hay que pagar, y mucho. Pero De Marco no tuvo que poner un peso. “Me otorgaron los títulos en reconocimiento a mis actividades en favor de la corona”, dijo y agregó: “Para mí es un honor y un privilegio. Estos títulos no se le otorgan a cualquiera y tienen una connotación muy sensible en cuanto a la decisión de la corona de destacarme en ese sentido”.
Este hombre, que prácticamente conoce el mundo entero, apenas viajó un par de veces a Sealand.“Las veces que visité el lugar fue para encontrarme con el príncipe regente (Michael), analizar cuestiones que tienen que ver con los pedidos de reconocimiento y toda la parte diplomática del Principado”, concluyó.
La nutrida historia del Principado
Gran Bretaña dejó de usar la plataforma donde hoy está Sealand en 1956. De allí en más, fue el lugar elegido por las radios piratas para hacer sus transmisiones.
En 1967, Paddy Roy Bates, uno de los radialistas piratas que sabían de su existencia, decidió usar la plataforma para otra cosa: fundar un país. Así fue que, tras expulsar a los otros piratas, la ocupó con su familia. Como en rigor la plataforma no estaba dentro de los límites del mar británico declaró su independencia. Nació así el Principado. Bates se autoproclamó Su Alteza Real.
En 1968, Sealand vivió su primera guerra internacional, expulsando a una nave inglesa que presuntamente quería recuperar la plataforma. Bates abrió fuego contra la embarcación invasora. Por esto fue llevado a juicio en Inglaterra. Como Sealand está en aguas internacionales, la corte inglesa se declaró sin jurisdicción. Si Gran Bretaña no tenía jurisdicción, Sealand no podía ser británica.
En 1982, en plena Guerra de Malvinas, un grupo argentino intentó comprarle a Bates la plataforma, pero la oferta fue rechazada.