La gestión de Bullrich y Petri lleva a las fuerzas al borde del colapso: más de 2200 bajas, hospitales paralizados y una obra social en quebrada.
La cifra histórica de 2.273 renuncias en apenas seis meses sacudió a las Fuerzas Armadas y de Seguridad nacionales. Detrás del número, se esconde una trama de abandono, precarización, internas políticas y descomposición institucional. Los responsables del área, la ministra Patricia Bullrich y el ministro Luis Petri, enfrentan un escenario crítico, con síntomas que se multiplican en todo el país: salarios por debajo de la línea de pobreza, obras sociales colapsadas, y un hospital policial que ya no puede garantizar atención básica.
Las cifras del colapso
Los datos surgen de relevamientos internos de cada fuerza. En el Ejército, por ejemplo, hubo 257 bajas; en La Armada, 234; la Fuerza Aérea, 193; Gendarmería y Prefectura, 386 y 322 respectivamente. La Policía Federal sufrió 412 renuncias, la Aeroportuaria 177 y el Servicio Penitenciario Federal 292. En todos los casos, se trata de efectivos que optaron por dejar el uniforme.
Los números son alarmantes. Un subteniente o guardiamarina cobra $766.215, mientras un cabo segundo percibe apenas $673.588. Todos muy por debajo de la línea de pobreza para una familia tipo, que en junio superaba el $1.120.000.
Pero el salario no es el único frente de conflicto. La obra social del sector, IOSFA, está virtualmente quebrada. Prestaciones suspendidas y pagos atrasados provocan una red de atención cada vez más escasa, sobre todo en el interior del país. Los afiliados sufren descuentos de hasta $300.000, pero pacientes oncológicos, trasplantados o insulinodependientes esperan meses para recibir tratamiento.
La situación llegó a un punto trágico con el suicidio del suboficial Alejandro Tejerina, quien se quitó la vida dentro del Hospital Churruca luego de ser desatendido pese a su grave estado de salud. La noticia desató una ola de indignación entre policías activos y retirados. “Fue el resultado de un sistema que enferma, abandona y descarta a sus servidores públicos”, denunciaron efectivos retirados.
El hospital, que fue referencia nacional durante décadas, hoy funciona con servicios cerrados, sin insumos ni personal suficiente. Muchos efectivos han dejado de atenderse allí y deben recurrir a prepagas, imposible de afrontar con sus ingresos.
En paralelo, crecen las tensiones dentro de las fuerzas. Un sector cada vez más amplio critica abiertamente a Bullrich, a quien acusan de “traicionar” sus promesas y de estar completamente desconectada de la realidad. Al desgaste político se suma el hartazgo operativo, con jornadas interminables, sin refuerzos ni recursos, y con despliegues que muchas veces los enfrentan a jubilados o manifestantes desarmados.
En el Congreso, el senador Enrique Goerling, cercano a Bullrich, admitió la gravedad del cuadro y propuso una subcomisión para investigar el colapso del IOSFA, pero hasta ahora no hubo avances concretos. El Gobierno, absorbido por sus disputas internas y una agenda centrada en el ajuste fiscal, no da señales de reacción.
La crisis ya no es silenciosa. La deserción crece, el malestar se expande y el suicidio de un suboficial puso nombre, rostro y tragedia al derrumbe de una estructura clave del Estado.