El complejo panorama de la industria arrocera

A pesar de haberse registrado un repunte económico, varios sectores siguen sin avizorar un horizonte positivo. Las importaciones del cereal crecieron en los primeros once meses del año pasado un 4,782%, complicando la actividad del campo. Los productores pierden 40 millones de dólares por temporada y obtienen medio millón de toneladas menos al año

En los últimos meses, la macroeconomía argentina comenzó a encaminarse hacia la recuperación, ya que los números registrados marcan un horizonte positivo. Sin embargo, estas mejoras todavía no se han plasmado en la producción agrícola, que continúa sin poder salir del atolladero en el que se encuentra.

La industria arrocera, que se concentra en las provincias de Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Chaco y Formosa, es uno de los principales sectores que ven cómo la prosperidad no ha tocado sus puertas, ya que su producción se encuentra estancada, a pesar de ser un alimento básico para el 60% de la población.

De acuerdo a datos oficiales suministrados por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), en los primeros once meses de 2017 la importación de arroz creció un 4,782%, alcanzando un total de 283.747 toneladas, frente a las 5.812 de 2016. Además, el 99% del cereal es adquirido en Uruguay, país que siempre fue la competencia directa de la Argentina. 

A eso se le suma que, frente al crecimiento del 46% de las exportaciones de arroz en 2016, el año pasado las ventas cayeron a menos del 4%, perjudicando a los productores, que viven más que nada de sus transacciones al exterior y no tanto de sus ventas en el mercado interno.

Según advierten desde distintas cámaras productoras consultadas por diario Hoy, la industria tiene hoy en nuestro país una pérdida de 40 millones de dólares anuales, lo que ha llevado a una concentración de la producción en pocas manos, ya que el 70% de la cosecha pertenece a las grandes empresas agroindustriales; situación que ocasionó que el 50% de los pequeños y medianos productores dejaran la actividad en los últimos siete años.

En consecuencia, la última cosecha ha tenido una merma del 20%, a la vez que en los últimos años se han perdido más de 70.000 hectáreas en la siembra de arroz, pues las 275.000 que se tenían para producir en el último lustro se redujeron a menos de 200.000. El resultado concreto es que de las 1,7 millones de toneladas que se conseguían, actualmente bajaron a menos de 1,2 millones, es decir, medio millón de toneladas menos.

Proceso lento

A pesar de que la zona donde se cosecha el arroz es un territorio que posee una cuenca rodea­da por un único sistema de drenaje natural, las malas condiciones climáticas le han jugado una mala pasada a la producción. De ser el tercer exportador mundial del producto hace unas décadas atrás, se ha pasado ahora a estar en el octavo lugar, comercializando unas 600.000 toneladas de las 700 millones que se producen en el mundo.

En diálogo con diario Hoy, el integrante de la Fundación Proarroz, Germán Guaripo, señaló que “la crisis tiene varias aristas. Fundamentalmente pasa por la falta de rentabilidad del sector. Esto lleva a que haya una caída en los números, que es menor en la superficie porque algunos lotes de productores pequeños y medianos que salen de la actividad son ocupados por la industria, que necesita hacerse de su materia prima”.

Para el productor agropecuario, “las condiciones climáticas tienen una incidencia en el descenso, no permitiéndonos cosechar en tiempo y forma. A eso le debemos agregar los factores locales, como la energía, que tiene una alta incidencia en el costo de producción del arroz. Hemos visto cómo ha crecido el precio del combustible, tanto como el de la energía eléctrica, con lo cual le quitan todo tipo de rentabilidad y elevan el rendimiento que necesitan para pagar los gastos”.

“La política del Gobierno es despejar el camino y que luego los productores traten de ser más eficientes. Ellos quieren darnos competitividad vía impositiva, disminución de los fletes, disminución de los costos de exportación, pero eso es un proceso lento que lleva su tiempo”, subrayó Guaripo.

Un cereal con bajo rendimiento

- 4,782% crecieron las importaciones de arroz en los primeros once meses de 2017

- 70% de la cosecha está en manos de las grandes empresas agroindustriales

- 50% más de costo tiene el productor en la  Argentina con respecto a los países vecinos

- 46% aumentaron las exportaciones del cereal en 2016

- 28% disminuyó el área sembrada con arroz en los últimos cinco años

- 50% de los pequeños y medianos productores dejaron la actividad en los últimos siete años

- US$ 40.000.000 anuales pierde la industria arrocera en la Argentina

- 282.447 toneladas del cereal se le ha comprado a Uruguay en lo que va del año

- Más de 75.000 hectáreas menos de siembra, en el último lustro

Una cuestión de costos

Las cámaras arroceras sostienen que una de las razones centrales que llevan a la baja en la producción del cereal es la falta de competitividad, causada por los altos precios locales, los cuales impiden salir a competir en condiciones iguales con otros países de la región también productores de arroz, principalmente Uruguay.

A eso se le agrega el achicamiento del segmento productivo de la actividad y la salida de gran parte de los productores hacia otras cadenas de la producción rural, haciéndole perder terreno dentro del mercado agrario.

Otro motivo central son los altos costos de la producción, ya que a pesar de los esfuerzos oficiales de brindar líneas crediticias, se hace muy difícil de afrontar. 

En ese sentido, en nuestro país poner un contenedor de arroz en un barco cuesta 120 dólares, cuando en el resto de la región sale 80, lo cual inevitablemente encarece el producto e imposibilita a los productores ofrecer su producto a precios competitivos a nivel mundial.

Precios elevados

La quita de derechos de exportaciones ideada por el Gobierno nacional ha servido para paliar una parte de las pérdidas de los productores arroceros, aunque las acciones que se esperan desde el campo son mayores para bajar los costos operativos.

Rubén Declerq, gerente de la Cooperativa Arroceros de Villaguay, provincia de Entre Ríos, le dijo a nuestro medio que “con el gobierno actual indudablemente ha habido alguna mejora, pero no es suficiente. Ha habido quita de derechos de exportaciones, que paga un 5%, hay un reintegro de exportaciones, todo ayuda, todo suma, pero no alcanza para las necesidades que hoy tenemos”.

En ese sentido, el productor arrocero aseguró que “los costos son muy elevados: por hectárea, en Entre Ríos, son de alrededor de 1.300 dólares. Entonces de cada hectárea tiene que salir de 6.500 a 6.800 kilos de arroz cáscara para cubrir costos, pero el promedio histórico es de 7.300 kilos. Estamos con una inversión altísima y con un margen de ganancia muy chiquito. Si hay algún tipo de problema climático ese margen se pierde y nos quedamos sin nada”.

“Los productores locales dependemos mucho de los precios internacionales. Del arroz, el 60 o el 70% de la producción se va al exterior. El consumo interno es bastante menor e históricamente muy chico. Además, el arroz para el mercado interno tiene el 21% de IVA y eso provoca una distorsión del precio en relación al mercado marginal, lo que también perjudica al productor”, resaltó Declerq.

Para la industria, el alto costo se da también por el precio de los fletes y la falta de obras en caminos y puertos para exportar los productos. Al no haber rutas viables, un productor de Entre Ríos o Corrientes debe pagar altos precios de fletes para transportar su siembra a Buenos Aires o a Rosario para sacarlo al extranjero. Así, los gastos se multiplican, causando un gran daño al delicado presupuesto de los productores.

Alto potencial de cara a futuro

El optimismo es algo que los arroceros no pierden en ningún momento, a pesar de los inconvenientes que tienen para la siembra del cereal. Según remarcan las diferentes cámaras, el sector busca salir adelante y es por eso que resaltan las capacidades que tiene el país de cara al futuro.

Una de las virtudes de la producción de arroz en la Argentina son las excelentes condiciones para sembrar en materia de suelo, agua y capacidad trabajadora, por lo que esperan que, si el clima acompaña y las autoridades, de la mano del ministro de Agroindustria Luis Miguel Etchevehere, apoyan fuertemente a la actividad, la misma pueda hasta duplicarse en los próximos cinco años.

Solo en la Argentina se están sembrando 200.000 hectáreas, cuando con el sostén necesario se puede llegar a plantar hasta dos millones, es decir, diez veces más que lo actual, saliendo del atraso en el que se encuentra y volviendo a colocar a nuestro país en el lugar de privilegio regional que supo tener hasta hace unas décadas atrás.

Economías regionales, con baja rentabilidad y ganancias escasas

Corrientes es la principal provincia en la siembra y cosecha de arroz de la Argentina: un 80% de su producción se destina directamente a la exportación, y solo el 20% restante se reserva para el mercado interno.

A pesar de ser la economía regional de cabecera del país, la provincia mesopotámica se encuentra pasando por una coyuntura muy dura, debido a los altos costos internos y a un tipo de cambio que no está acorde con la evolución de los precios en el país, lo que lleva a que el margen de rentabilidad para los productores sean muy bajos y las ganancias sean casi nulas.

Ante esta situación, diario Hoy se comunicó con Pedro Tomasella, presidente de la Asociación Correntina de Plantadores de Arroz (ACPA), quien aseguró que “el tipo de cambio bajo y estable está llevando a perder competitividad en materia tecnológica, porque los productores empiezan a producir lo más económico posible para intentar subsistir y nos lleva a pérdidas de carreras de inversión”.

Para el dirigente arrocero, “las medidas necesarias por parte de las autoridades deben darse en materia tributaria o impositiva. Tenemos una retención muy alta, este es un sector que invierte mucho y compramos todo al 21% y tenemos un 18% de IVA, lo que hace que tengamos un desfasaje muy grande”.

En ese sentido, aseveró que “necesitamos medidas como los impuestos a los combustibles, que pagamos. Tenemos la energía eléctrica, y hacemos lo posible para que no se incremente, porque eso nos perjudica. La inflación en dólares nos mata, porque noso­tros vendemos en pesos. Hace cinco años un tractor en dólares valía la mitad de lo que vale hoy, y en Brasil cuesta la mitad de lo que cuesta acá”.

“Son todas medidas de macroeconomía que se deberían tomar, apropiarse de las carpetas de las economías regionales para observar las diferentes realidades. Todas las economías regionales estamos en las mismas coyunturas”, recalcó Tomasella.

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