El descontrol de la Aduana y el narcotráfico

La Auditoría General de la Nación detectó que en dos aduanas (Santiago del Estero y General Deheza) los "canes antidrogas" son insuficientes y encima están por ser retirados. Desde una de estas zonas se exporta carbón vegetal, material que se usa para esconder estupefacientes

Una clara muestra de la complicidad de las autoridades del AFIP con el flagelo del narcotráfico es el vaciamiento de las estructuras de control. Un informe de la Auditoría General de la Nación, que abarcó las aduanas ubicadas en localidad cordobesa de General Deheza y en Santiago del Estero, lo pone claramente de manifiesto.

El informe, dado a conocer por el auditor.info, concluyó que ninguna de estas dependencias “cuenta con scanners asignados de manera permanente para las tareas de control”. En la sede de Santiago es más preocupante esta falta porque allí se opera con carbón vegetal, un material considerado de alto riesgo para las operaciones de narcotráfico ya que sirve para esconder las drogas y evitar que sea detectada por los canes.

Además de tener como destino países del exterior, se sospecha que una parte importante de la droga que pasa por Santiago del Estero y Chaco termina en el mercado interno, especialmente en Capital Federal, el Gran Buenos Aires y La Plata.

Un caso testigo, que se conoció como “carbón blanco”, ocurrió en el año 2010, cuando se instaló en la localidad chaqueña de Quitilipi una empresa presuntamente con fines de acopiar y exportar ese combustible sólido. Poco tiempo después se supo que la verdadera intención era llevar cocaína consolidada al exterior a través del puerto de Barranqueras. Así fue como, en Portugal, se secuestraron 380 kilogramos de este combustible sólido, exportados por la firma Carbón Vegetal del Litoral S.R.L. A ello se le sumó la incautación de otros 450 kilogramos de cocaína en el puerto de Buenos Aires.

Ante el riesgo que presenta el carbón, se emitió un conjunto de normas especiales para el control de las operaciones con esta mercancía, que no se cumplen.  Concretamente, los expertos recomiendan que se debe utilizar un densímetro, un can antinarcótico, abrir los bultos, evaluar los medios de transporte y, según el destino, utilizar una scan van que es una camioneta con un sistema de rayos X. Sin embargo, la Auditoria General de la Nación detectó en la sede santiagueña “no existe una zona designada en forma exclusiva a la carga del mineral”.
 
El informe también detalla que en una exportación especial se aplicaron controles conjuntos con la delegación cordobesa pero no se pudo usar el vehículo con rayos X “porque estaba roto”.  Además se detectó que “al momento de la carga y la descarga de cajas del contenedor no había personal aduanero de manera constante”.

En otros casos más habituales se descubrió que “los perros realizaron los controles de estupefacientes sobre las bolsas que se bajan de los camiones pero cuando el exportador vuelve a subir el cargamento no hay personal que vigile ese accionar”. No obstante, cuando se termina la carga “el agente aduanero coloca el precinto” sin saber qué sucedió en el lapso no controlado.

Sobre los canes hay un punto interesante. Pese a su rol fundamental en la detección de estupefacientes, en ambas terminales –General Deheza y Santiago del Estero- no hay suficientes animales. En la delegación santiagueña solo hay un perro y el administrador reconoció, durante la auditoría, que “no es suficiente ya que debe utilizarlo para todas las operaciones con carbón vegetal y en algunas con otras mercaderías sensibles como las que vienen en paquetes”. A esta situación se suma que en poco tiempo el can “será retirado de servicio”, entre otros motivos, “porque presenta problemas de salud”. En Córdoba hay dos perros pero “tampoco alcanzan” como para cubrir los cuatro puntos operativos en los que está dividida la dependencia de General Deheza. Además, según lo informado por el equipo auditor, “uno de ellos va a ser separado del equipo”.

De todas formas, la labor que realizan los animales “no se registra en el sistema informático ya que no hay ningún campo específico para asentar los controles que realizan”.

Echegaray sabe de qué se trata

Antes de ser titular de la AFIP, Ricardo Daniel Echegaray fue administrador Nacional de Aduanas. Ocupó ese puesto durante el gobierno de Néstor Kirchner y fue expulsado de su cargo en 2008 –poco tiempo después de asumir Cristina- por una sospechosa pelea con el entonces titular de la AFIP, Alberto Abad. La disputa habría sido por un desacuerdo a raíz de un meganegociado relacionado con el sistema de control de las importaciones y exportaciones argentinos, conocido como "María", en el que Echegaray habría querido meter mano.

Poco tiempo después, Echegaray volvió a la función pública. CFK lo puso a cargo de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuaria (ONCAA), que estaba encargada de redistribuir subsidios a la producción primaria y a la industria. Allí cosechó varias denuncias penales por presuntas irregularidades y Cristina lo terminó premiando al designarlo como titular de la AFIP.

Actualmente, el director general de Aduana es Carlos Alberto Sánchez, que si bien tiene a Echegaray como superior, reporta políticamente al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich. Casualidad o no: fue en Chaco, en el pago chico del Capitanich, donde estalló el escándalo conocido como “carbón blanco”.

Las irregularidades en la Aduana platense

En el año 2012, la AGN había alertado por las groseras irregularidades en la Aduana de La Plata.  La inexistencia de "verdaderas" tareas de valoración de mercancías, la falta de un sistema que permita el seguimiento de los expedientes hasta su "efectivo pago" y la ausencia de copias de documentación básica fueron algunas de las anomalías detectadas. Lejos de ser meras observaciones técnicas, el organismo de control concluyó que todas estas cuestiones "facilitan la proliferación de maniobras de sobre o subvaloración, con el consiguiente perjuicio para la economía nacional". En otras palabras, gran parte de la estructura de la Aduana, que generó escándalos de corrupción durante la década menemista, sigue teniendo plena vigencia.