El pacto
07/07/2015 - 06:12hs
EN FOCO
¿Son realmente opositores los principales candidatos de la oposición?, ¿cuál es el verdadero compromiso que tienen en pos de que haya un cambio en el país?, ¿hasta qué punto están dispuestos a convertirse en una opción de poder muchos de los que dicen estar en la vereda de enfrente al kirchnerismo, cuando sus rostros denotan que se sienten mucho más cómodos trabajando como opositores desde una banca o siendo meros relatores de la realidad?
Suele decirse que “el que calla otorga”. Y esto evidentemente se está poniendo de manifiesto, ya que en momentos en que el kirchnerismo ha decidido apretar el acelerador a fondo para terminar de colonizar la Justicia con el objetivo de obtener impunidad después del 10 de diciembre y controlar las elecciones que se avecinan, prácticamente casi ningún candidato presidencial ha puesto el grito en el cielo. Salvo la queja que hizo Margarita Stolbizer, que en absoluta soledad presentó una impugnación contra el pliego de Ernesto Kreplak, acusándolo de ser un delfín de La Cámpora que escondió información comprometedora sobre la ex Ciccone y sobre Lázaro Báez, el resto de la oposición no hizo ninguna acción para evitar que este personaje quedara como titular de un Juzgado Federal en La Plata que es estratégico de cara a lo que se viene. Kreplak podría ser el subrogante del único juzgado con competencia electoral de la provincia de Buenos Aires, que actualmente se encuentra a cargo de un magistrado trucho –Laureano Durán- puesto a dedo por la Casa Rosada.
De los pocos opositores que salieron a criticar las maniobras del oficialismo, sólo se escucharon frases políticamente correctas, sin mayores compromisos. No mucho más que eso. Ni siquiera colaboraron con Ignacio Rodríguez Varela, el secretario del fiscal José María Campagnoli, que fue quien ganó el concurso para quedarse con el cargo que hoy tiene Kreplak y que no fue propuesto por el Poder Ejecutivo por ser el principal colaborador del único funcionario del Ministerio Público que se atrevió a investigar a Lázaro Báez.
La forma en la que Kreplak llegó ser juez fue tan escandalosa como el arribo del propio Durán, un auxiliar escribiente de 33 años que de la noche a la mañana pasó a desempeñarse como magistrado sin cumplir el más mínimo requisito académico, moral y profesional. Por eso fue apartado del cargo la semana pasada pero, en cuestión de horas, en un fallo escandaloso dictado por camaristas que tendrían que haberse escusado, fue restituido en el Juzgado Nº1.
Es tal la falta de compromiso que gran parte de la oposición decidió sacarle el hombro a la marcha que fue convocada para hoy por distintos funcionarios judiciales que no están dispuestos a aceptar que se destruya la división de poderes en la Argentina, como lo está haciendo el kirchnerismo al querer nombrar jueces y fiscales amigos a lo largo y ancho del país. Y desplazar a los magistrados independientes (ver página 4) . Esperamos que el soberano no se deje amilanar por estas cuestiones y la ciudadanía salga a reclamar, en paz, para que en la Argentina exista una Justicia realmente independiente.
En ese contexto, Mauricio Macri sospechosamente sigue sin abrir la boca sobre las maniobras en la Justicia electoral cuando debería ser el principal interesado en que no haya fraude en la principal provincia del país, que concentra el 40% del padrón electoral. ¿Qué garantías puede haber de que ello no ocurra con jueces que fueron puestos a dedo por La Cámpora? Absolutamente ninguna. ¿Y esto no lo sabe el jefe de gobierno porteño? Evidentemente hay cuestiones que prefiere callar.
Los interrogantes planteados al comienzo de esta nota también se corresponden con los límites del armado que decidió configurar el jefe de gobierno porteño, quien sacrificó la conformación de un frente plural que realmente tenga posibilidades competitivas en todo el país en pos de conservar el status quo, sumando –como mucho- algún que otro poroto en el interior del país. Pero no más que eso. Si el macrismo tiene que afrontar dentro de dos semanas una nueva elección en Capital Federal, su pago chico, es pura y exclusivamente producto de los errores de su líder.
Quien hoy aparece como el principal candidato opositor en territorio porteño, Martín Lousteau, semanas antes de las Paso porteñas, había dado señales concretas de querer confluir en un mismo espacio con el macrismo. Ello hubiese permitido no sólo que Horacio Rodríguez Larreta (el delfín de Macri) ganara en primera vuelta con gran holgura, sino que también se hubiese mandado un claro mensaje al resto del país de que el jefe de gobierno porteño está en condiciones de dar el batacazo y doblegar al oficialismo. Es tal el absurdo que, salvo Lousteau y los socialistas, muchos de los que integran el espacio Eco –que diputará el balotaje porteño- forman parte de la coalición que integran Macri, radicales y la Coalición Cívica a nivel nacional.
Este mismo error fue cometido por el macrismo en la provincia de Buenos Aires, el principal bastión electoral del oficialismo. Allí el jefe de gobierno mostró su costado más ilógico, sin querer sumar sectores peronistas críticos a la administración kirchnerista e insistiendo con una candidata que sigue sin mover el amperímetro, como es María Eugenia Vidal, quien se divierte cotidianamente tocando timbre en barrios bonaerenses de clase media. Y no deja de ser prácticamente una desconocida para gran parte del electorado de la Provincia.
Evidentemente, el macrismo está dejando pasar el tren.