A 14 años de la muerte de René Favaloro: "Su vida por la de millones"

Un día como hoy, pero del 2000, se quitaba la vida de un disparo al corazón el reconocido médico platense a nivel mundial, René Favaloro. Criado en el barrio “El Mondongo” y declarado hincha del “Lobo”, se lo recuerda y se lo seguirá recordando por sus valiosos aportes a la cirugía coronaria

René Gerónimo Favaloro nació un 12 de julio de 1923 y vivió una humilde infancia en el barrio platense de “El Mondongo”, donde se convertiría en un fanático hincha de Gimnasia y Esgrima de La Plata por su auténtica pasión por el fútbol y el potrero.

Fuertemente comprometido con la medicina desde chico, terminó los estudios primarios y secundarios en nuestra ciudad para ponerse a estudiar Medicina en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), donde se graduaría en 1949.

Más tarde, cumpliría con un deseo histórico y viajó para instalarse en Jacinto Aráuz, un pequeño pueblo del interior de la vecina provincia de La Pampa, donde se dedicó a brindar infraestructura y servicio de salud a los habitantes del lugar. 

Sin embargo, su destino no sería el de ser un médico rural, y años más tarde (fueron aproximadamente 12 los que estuvo trabajando en Jacinto Aráuz) se decidía a especializar sus conocimientos en cardiología, para lo que viajó a los Estados Unidos, a la Cleveland Clinic.

Allí permaneció durante 10 años, dedicándose a la investigación y a la práctica de modernas técnicas quirúrgicas. Llegaría así su gran y trascendental aporte a la cirugía cardiovascular: la técnica del bypass. Una cirugía directa de revascularización miocárdica que desarrolló personalmente y que consistía en salvar las obstrucciones en los vasos sanguíneos al construir un puente entre dos venas o arterias.

Regresó a la Argentina en 1971, y a partir de esos años desarrollaría un centro de salud que combinaría lo que él mismo consideraba como los tres pilares de la ciencia médica: educación, investigación y asistencia. 

Con ese objetivo, en 1975 se creó la Fundación Favaloro, y en 1980 el Laboratorio de Investigación Básica que dependía del Departamento de Investigación y Docencia de dicha Fundación, donde se realizaron miles de trasplantes de corazón.

Los avances al respecto comenzaron a ser de tal importancia y regulares los éxitos de las intervenciones quirúrgicas, que ya en 1992, The New York Times lo consideró un “héroe mundial que cambió parte de la medicina moderna y revolucionó la medicina cardíaca”. 

Y el diario estadounidense no exageraba: Favaloro realizó 13.000 by-pass hasta sus 69 años, cuando decidió dedicarse íntegramente a la enseñanza, lo que consideraba fundamental en el afán por propagar los conocimientos y seguir formando profesionales en esta rama de la cirugía coronaria. “Si el objetivo de los maestros no es enseñar a los discípulos para que puedan superarlo, están realmente muy equivocados”, se lo escucharía decir en una entrevista unos años más adelante.

Un hombre calmo, de voz gruesa y pausada, Favaloro pareció nunca perder la calma. En cada aparición con la prensa se lo veía cauto, y los nervios parecían no conocerlo. Su oratoria dejaba ver una persona inteligente, pero también común. De tonalidad de pueblo y rostro serio, parecía siempre inmutado por la larga experiencia, ese don maravilloso de “salvar vidas” a través de la práctica profesional.

Su rol en el mundo estuvo claro en todo momento, sus virtudes al servicio de la gente y el trabajo a diario de la Fundación eran los pilares para seguir encarando la vida. Sin embargo, la arrastrada crisis económica nacional en la década del ´90 llevaría a Favaloro a una crisis personal de la cual no podría salir sino hasta el momento de su muerte.

Las fuertes trabas burocráticas del Estado por aquel entonces para el financiamiento de los servicios de salud y la desidia para financiar a la propia Fundación Favaloro se incrementaron a fines de los 90, y la angustia del médico ante la imposibilidad de sortear estos adversidades de la coyuntura se hizo insostenible.

Ante tanta incertidumbre, Favaloro no encontró otra salida que la de quitarse la vida, el 29 de julio del 2000. Y fue así, en uno de los sucesos más paradójicos que ha conocido la historia argentina, que el renombrado médico decidió suicidarse de un disparo al corazón. Como si hubiera hecho el intento de dejarle al mundo la más grande sus suspicacias. Su vida por la de millones; su corazón por el de muchos otros.