Macri quiere una nueva flexibilización laboral

El Presidente va rumbo a un callejón sin salida

Las declaraciones del Presidente Mauricio Macri contra el movimiento obrero y los convenios colectivos de trabajo, que fueron pronunciadas durante una conferencia presenciada ayer por este diario, no pueden ser interpretadas como un error del primer mandatario. Por el contrario, la flexibilización laboral forma parte central de lo que pretende hacer con el país y, específicamente, con los trabajadores. 

Las recetas tendientes a concentrar la riqueza en pocas manos y aumentar la productividad a favor de los sectores más favorecidos, tomando como exclusiva variable de ajuste los llamados costos laborales, son un componente típico del neoliberalismo que sistemáticamente fracasó en nuestro país. ¿El motivo? No hay forma de salir de una aguda recesión, como la que atraviesa nuestro país, si no se fortalece el mercado interno. Y esto es imposible de lograr si en forma permanente se le hace pagar el costo del ajuste a los trabajadores, ya sea con salarios que corren muy por detrás de la inflación o quitando las regulaciones que garantizan mínimas condiciones de protección.

Salir a cuestionar los convenios colectivos de trabajo es de un anacronismo que hace mucho tiempo no se veía en la Argentina. Una suerte de “gorilaje” posmoderno, que combina lo peor del menemismo y del delarruismo. Significa, nada más y nada menos, que meter mano en las reglas de juego más básicas que rigen la relación entre empleados y empleadores en las más diversas ramas de la industria y los servicios. 

El Presidente muestra una llamativa ignorancia respecto a cómo funcionan las relaciones laborales. Pareciera estar buscando en los trabajadores un chivo expiatorio de lo que a todas luces es un enorme fracaso de su política económica, que en los últimos meses lo único que hizo crecer fue el número de pobres e indigentes. 

Con la excusa de incentivar posibles inversiones, el macrismo pactó con los fondos buitres y liberó las importaciones, poniendo en jaque a una ya vapuleada industria nacional y a gran parte de las pymes. A ello le sumó la reducción drástica de las retenciones a la megaminería y al sector agroexportador. Ahora, con esta nueva flexibilización laboral, siguen prometiendo más de lo mismo. Pero deberían recordar, en la Casa Rosada, que cuando Fernando de la Rúa se metió en el mismo juego fue el principio del fin del gobierno de la Alianza. 

La flexibilización laboral que se aprobó entre gallos y medianoche en el año 2000 derivó en el escándalo de las coimas (la conocida ley Banelco), la posterior renuncia del entonces vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez, que era un pilar fundamental del gobierno de la Alianza, y la agudización de una crisis político-económica que estalló por los aires en diciembre de 2001, cuando se instauró el “corralito” y el entonces primer mandatario tuvo salir huyendo en helicóptero. 

Las razones de que los dólares no lleguen a la Argentina habría que encontrarlas en el hecho de que los posibles inversores salen espantados al ver que el Gobierno no posee ni siquiera un plan estratégico para atender las graves falencias que tiene nuestro país en materia energética y de infraestructura. Nadie, en su sano juicio, va arriesgar su capital sabiendo de antemano que va a perder. Requiere previsibilidad, algo que es pura y exclusiva responsabilidad del Gobierno, que se empeña en mantener las tasas de interés por encima del 30% para favorecer la bicicleta financiera a costa del estancamiento de la actividad económica.  

Quizás el modelo a seguir por parte del macrismo sea convertir a la Argentina en países como India, China o Malasia. Allí no solamente se pagan salarios de hambre. También se les permite a las multinacionales sacar réditos económicos inusitados, a partir de regímenes de trabajo infantil y de trabajo esclavo que predominan ante la ausencia de controles y de normas regulatorias como pueden ser los convenios colectivos. Resulta una falacia pensar que es imposible otro camino a seguir que no sea el del brutal ajuste. 

Existe una variada gama de políticas económicas y fiscales que se podrían adoptar para reactivar las vapuleadas economías regionales y los sectores productivos, que en su gran mayoría no logran salir a flote porque padecen las consecuencias de una gestión que solo gobierna para los sectores más concentrados de la economía. 

Si algo han demostrado los países que hoy tienen pleno empleo y pobreza cero es que ninguna política económica puede instrumentarse yendo en contra de los propios trabajadores.

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