Hambre para hoy y hambre para mañana

Durante toda la gestión kirchnerista ha existido una total falta de planificación por parte del gobierno para encarar las obras que el país necesitaba en materia energética. La Argentina en medio de una debacle que requiere una reconstrucción total

Una de las características esenciales que ha tenido el kirchnerismo en materia energética a lo largo de sus casi 12 años en el poder, ha sido el de una total falta de planificación y estrategia de largo plazo, que hacen que el sector precise de una reconstrucción total para las próximas décadas.

Inmerso en un panorama económico negativo, sin acceso a los mercados internacionales y con nula participación de capitales extranjeros en nuestro país, se buscó en la construcción de centrales termoeléctricas de menos de 1.000 kilovatios cada una y que requieren sólo dos años de trabajo, acaparar un poco la demanda y paliar con remaches la crisis, algo que a la vista de la realidad, no ha funcionado en lo más mínimo.

Se intenta satisfacer la demanda a un costo excesivo, importando gas y gasoil, que desangran las cuentas del Estado y que profundizan la escasez de dólares, situación que ha llevado a imponer el cepo cambiario y a restringir al máximo otras importaciones. El resultado es la recesión que, combinada con una inflación que no baja del 30%, ha destruido miles de puestos de trabajo y ha paralizado la actividad económica.

Gerardo Rabinovich, profesor de la Maestría de Energía en la Universidad Nacional de Cuyo, aseguró a Hoy que “la política energética kirchnerista es un fracaso total visto desde cualquier punto de vista que uno la quiera analizar. Caída de las reservas del petróleo y el gas, caída de la explotación del petróleo y el gas, caída de la generación de electricidad, problemas en el abastecimiento de electricidad en los períodos de pico de demanda”.

Según el vicepresidente del Instituto Argentino de Energía General Mosconi, “el gran discurso que uno escucha del gobierno es que construyeron la central de Atucha II, pero si uno mira los números ve que hay tanta potencia instalada de grupos diesel como de centrales nucleares. Esto ni siquiera es pan para hoy y hambre para mañana, mejor estaría decir que es hambre para hoy y hambre para mañana”.

Para crecer a una tasa del 4 o 5% anual, se requiere el ir instalando todos los años 1.000 megavatios para seguir ese ritmo y no quedar atrás. Si se mira la incorporación que ha habido en los últimos años, se puede ver fácilmente que no se ha llegado a esta meta en lo más mínimo, que ni siquiera se llega a la mitad de lo que se debería haber construido.

“Hasta fines del año 2014 se incorporaron 2800 megavatios, es decir, todas estas centrales que se han lanzado como por ejemplo Barragán en Ensenada, están atrasando mucho el servicio. Por eso puede verse constantemente cortes en el servicio eléctrico, pero prácticamente la incorporación en potencia es casi mínima, no se ha incorporado potencia nueva al sistema”, destacó Rabinovich.

En los últimos dos o tres años la potencia instalada se ha agravado con el problema de inversión que tienen las empresas distribuidoras, lo que hace que el sector eléctrico esté al límite. La década larga del kirchnerismo ha degradado al sector energético, llevándolo a una situación muy complicada que va a llevar mucho tiempo recuperar.

Empresa ligada a tren bala

La empresa Isolux, presidida por Juan Carlos de Goycochea, estuvo asociada a varios de los proyectos más oscuros del kirchnerismo. No solamente se quedó con dos de las cinco centrales termoeléctricas que licitó la empresa estatal Enarsa en el año 2007 (incluida la de Ensenada), sino que también formó parte de la estrambótica iniciativa de construir un tren de alta velocidad –más conocido como tren bala- que fue impulsada por el multidenunciado exsecretario de Transporte, Ricardo Jaime.

El proyecto, que fue anunciado en 2007 por Néstor y Cristina Kichner, terminó siendo archivado y demandó la friolera suma de 15 millones de dólares sin que se pusiera un solo centímetro de vías.

La construcción del tren bala se presupuestó en más de 10 mil millones de pesos y proyectaba unir Buenos Aires, Rosario y Córdoba. Para eso la francesa Alstom se uniría a Isolux e iban a poner en funcionamiento los talleres Ferroviarios de Gambier en Los Hornos, algo que nunca se llevó a cabo.

Los 840 millones de pesos más de lo presupuestado originalmente que se gastó en la construcción de la central termoeléctrica Barragán en Ensenada, es una muestra más de cómo los amigos del poder ganan suculentos contratos en la era K, que poco ayudan al bienestar de la población.

Inacción garantizada

La Argentina viene pagando por año alrededor de 12.000 millones de dólares en materia de importación de energía, que dan muestra de la inacción que ha tenido el gobierno en dicha materia, pasando de ser exportadores a depender de países vecinos como Bolivia para el suministro local.

La pérdida del autoabastecimiento es algo que las autoridades kirchneristas no pueden explicar, y apelan para eso a números engorrosos que no hacen más que sumergirlos en una fuerte contradicción con el relato oficial de recuperación de la soberanía nacional.

Esto es responsabilidad del gobierno, porque cuando asumieron no estaba esta situación, había petróleo y gas que se exportaba, y había un gran equilibrio que se perdió cuando se intervino con políticas desacertadas. Hoy se paga un 10% de lo que cuesta el kilovatio, un 30 o 40% corre por cuenta de subsidios del Estado y el resto corre por cuenta de la mala prestación y calidad del servicio. Todo un símbolo de la  “década ganada”.