Sampaoli esquivó las bombas como lo hizo Stalin al final de la Segunda Guerra

Por Juan Pablo Ferrari

Cobertura exclusiva desde Rusia

Sin buscarlo ni pensarlo, la jugada del destino puso a la Selección Argentina a definir a suerte o verdad esta tarde en San Petersburgo el futuro y el prestigio de toda una generación. En esta ciudad, donde hace más de 70 años los alemanes invadieron Rusia y pusieron en jaque el régimen comunista de Iósif Stalin, se empezó a definir la Segunda Guerra mundial. En términos futboleros, la misma batalla dialéctica que mantuvo el técnico del seleccionado luego de la derrota ante Croacia, cuando fue sitiada por las versiones, inundada por los rumores y al borde del abismo total. 

Aquí, viajar en subeterráneo es una invitación al túnel del tiempo: una escalera mecánica de 300 metros de profundidad te conduce tres cuadras debajo de la tierra para encontrarte con vagones ploteados con las caras de los soldados de la resistencia soviética que tras 900 días de invasión, echaron a los nazis a comienzos de la década del 40. En este mismo lugar (antes llamado Staliningrado), en donde los alemanes empezaron a retroceder y perder terreno en su expansión hacia oriente,la cara Lionel Messi se entremezcle entre los carteles que anuncian el partido ante Nigeria, que de fondo tienen algún mural decorado con las imágenes de los generales que rendían pleitesía a Stalin. Si todo marcha bien, los jugadores de la Selección tendrán la chance de ganarse el respeto y la idolatría de los rusos que recuerdan con honor cómo se levantó de las cenizas una ciudad que fue devastada como ocurrió con el equipo nacional tras perder el segundo partido de la Copa. 

Ayer, a su manera, Jorge Sampaoli también esquivó las bombas (mediáticas) y soltó con aplomo un fuerte discurso optimista: “Estoy convencido que mañana (por hoy) para nosotros empieza el Mundial. El equipo todavía no apareció y estoy seguro que esta será la primera de las cinco finales que tenemos por delante antes de que termine nuestra participación”, reveló el director técnico. 

“No voy a meterme en un terreno virtual del cual no pertenezco ni me quiero hacer problemas por cosas que no existieron”, contestó ante la consulta sobre los responsables de armar el equipo que hoy intentará ganarle a Nigeria.  

Como Stalin, en su momento, se aferró a sus convicciones y ahora espera que el destino lo acompañe en esta jugada irónica, que lo puso a definir el futuro deportivo de un país 90 minutos, 900 días o 9 mil versiones…

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