Luciana Salazar: maternidad y polémica
30/09/2017 - 00:53hs
En los 80 se presentaba en el under junto a Luca Prodan. Con su personaje de La Colada, fue la primera notera estilo CQC, antes de Mario Pergolini. Se mudó a España para cambiar de vida y volvió al país, brillando en teatros de revista y televisión. Hoy, la crisis la obliga a repensarse
Luca Prodan, en el micrófono. Katja Alemann, tocando el saxo. Entre el humo espeso de algún sótano, hace su performance una linda chica de 17 años. Cubierta con un piloto verde de un soldado perdido, mueve su cuerpo a la sombra de la música. Es el under porteño de la década de 1980 y la chica que baila es Alejandra Majluf.
“Eran mis primeros pasos. Fue antes de todo, antes de antes. Me acuerdo de que tenía un piloto divino, y abajo unos bombachos y corpiño. Salíamos desde detrás de la barra. Era todo muy sugestivo. Yo acompañaba lo que Luca cantaba. En esa época estábamos todos muy mezclados. Y, sí, tenía 17 años”, recuerda hoy la actriz y productora, con cierta nostalgia e incredulidad. A pesar de que pasó mucho tiempo, Alejandra nunca dejó de reinventarse.
En los 90, antes de CQC, ya era una notera irreverente. Con su personaje de La Colada, con peluca extravagante, ropa ajustada, mucha pintura y desparpajo, revolucionó la forma de hacer notas callejeras. En fiestas o eventos, abordó a personajes como Domingo Cavallo, Ricardo Darín y Luciano Benetton. A este último le preguntó: “¿Te vas a comprar la Argentina?”. Hoy, Benetton es dueño de 900.000 hectáreas en la Patagonia. “Fue una pregunta premonitoria. Le dije que se comprara la Argentina, ¡pero no a los argentinos! Ahora le diría que se fije, que ya no es todo de colores como su suéter”, afirmó la artista.
Majluf tenía éxito, pero un día armó sus valijas y se fue. Estuvo varios años en España, viviendo y criando a su hija en una granja y con una productora teatral. Cuenta que en los festivales veía espectáculos de todas partes del mundo, pero siempre reconocía cuando tenía a un compatriota enfrente: “Veías de todo. Sin embargo, no quiero sonar pedante, pero cuando aparecía un argentino con su creatividad y su talento, se destacaba. Lo nuestro es de un gran nivel, puede competir internacionalmente con cualquier cosa”.
Este año, terminó una obra con Matías Alé, aunque no le dieron los números para seguir con la gira. Además, ninguno de los proyectos en carpeta prosperó. Alejandra se gana la vida dando clases de actuación, en un taller que llama Reinventarte. Mientras tanto prepara su próximo monólogo. “Cada dos años, me pongo a escribir: ayuda para vaciarte y volcar tus experiencias”, afirma.
—¿El artista argentino es reconocido en el exterior?
—Sí, hay muchos trabajando en España que se fueron en 2001 y hoy son figuras. Es muy valorado nuestro talento. Nos resulta fácil cuando vamos al exterior, porque el argentino arranca y lo hace. Si no lo consigue, lo inventa. A veces, atar todo con alambre no está bueno, pero también sabemos hacer el día a día. Tenemos demasiadas crisis encima, mucha supervivencia y formas de saber sobrevivir en el laburo.
—¿Creés que hay crisis en las ficciones locales?
—Sí, hay canales que solo tienen novelas turcas porque les resulta más barato comprar una lata. No sé cómo hacen los actores argentinos más jóvenes, porque hay mucho recambio pero pocas posibilidades. Siempre actúan los mismos y da un poco de vergüenza ajena. Los productores, excepto Sebastián Ortega, no se arriesgan. Si no tienen rating, los canales de televisión enseguida sacan los programas del aire. Es muy cruel. Creo que es un momento de mucha ferocidad en la televisión.
—¿Por qué decís que no se corren riesgos?
—Se subestima al público y no se le ofrece calidad. Es horrible, pero para mí hubo una involución en muchos aspectos en nuestro país. Las cosas no están sucediendo como pensábamos o hubiéramos querido que sean. Creo que se subestima porque es lo que la gente pide, de alguna manera. Si está el programa de chimentos es porque tiene ganas de ver la paja en el ojo ajeno y no de consumir historias nuevas.
—En este contexto, ¿volverías con La Colada?
—Sí, quiero descongelarla después de 20 años. Me gustaría que vuelva hoy y se encuentre con un mundo desconocido. Me la imagino en la calle, sin entender nada, viendo a los transeúntes hablando solos, mirando una pantalla en sus manos. Sería raro.