El joven director teatral habló en exclusiva con diario Hoy sobre su trabajo con las obras, la escena teatral y sus proyectos futuros. En abril estará en Teatro Estudio de La Plata.
Emiliano Dionisi es actor, dramaturgo y director teatral. Se caracteriza por adaptar clásicos de Shakespeare como Romeo y Julieta, Sueño de una noche de verano y Macbeth a un lenguaje acorde a nuestros tiempos.
Desde chico soñó con tener una compañía de teatro y finalmente pudo concretar ese proyecto: hoy encabeza Compañía Criolla, un grupo de actrices y actores que viajan por todo el país para mostrar al público la versión argentina y actual de obras clásicas. Con esta propuesta “tan irreverente”, como él mismo la califica, estará en La Plata los sábados de abril y mayo.
—Hacés adaptaciones de obras de Shakespeare. ¿Cómo es adaptar un clásico al lenguaje de la actualidad?
—En realidad, entró como un deseo de tener un material que me quedara cómodo para dirigir. Yo empecé a dirigir, ya había hecho carrera como actor; y para poder dirigir tuve que escribir, para estar más cómodo y hacer mi propia experiencia. Los clásicos habían sido un material de lectura muy fuerte durante mi adolescencia, porque tuve la suerte de tener gente que me ayudó a interpretarlos. Es muy difícil, cuando llegan esos textos escritos hace 500 años, entenderlos rápidamente. Por suerte tuve profesoras muy piolas, y mi hermana también me ayudó mucho a entender que son textos para interpretar. Ese juego de interpretación, de pensar las voces de los personajes, a mí me abrió una puerta al mundo de lectura muy fuerte. A mí el teatro clásico me fascinaba de adolescente. Entonces, cuando necesité un material cómodo para dirigir, tuve una puerta de entrada al teatro clásico. Y también debía buscar la manera de hacerlo vibrar en el presente. No tratarlo como un material rígido y cerrado que no se puede discutir, sino todo lo contrario. Son materiales tan buenos, tan bien escritos; nos interpelan de tantas maneras y de una forma tan intensa que nos invitan a desarmarlos y jugar un montón, y sin embargo mantienen una fuerza innata muy interesante. Me encanta, y me encanta sobre todo cuando veo que la gente redescubre un clásico.
—Son textos escritos hace 500 años, pero por algo los recreamos hoy en día. ¿Qué puntos de coincidencia ves entre aquello que fue escrito hace tantos siglos y lo que pasa hoy?
—Me parece que lo que tienen de maravilloso es que hablan de la humanidad. Se basan plenamente en relaciones humanas y en lo más profundo del accionar humano. De cómo somos en nuestras reacciones. No solo en lo que pensamos, sino qué hacemos con eso que tenemos en la cabeza, ¿no? Qué hacen con lo que dicen. Eso sumado a una belleza muy fuerte en el tipo de escritura, Me parece que es una combinación muy fuerte, es una especie de poesía que nos interpela y eso me parece fantástico. En las adaptaciones lo que intento es que no pierdan esas dos cosas, que siga hablando de nosotros y que siga teniendo belleza en la escritura. Pero tal vez con un tipo de lenguaje que nos resuene cerca, que nos resuene propio. La Compañía Criolla es un poco eso, acriollar un poco los materiales, como hablamos nosotros, pero siempre con la poesía teatral, que siga manteniendo la belleza, pero en una charla cotidiana.
—¿Qué otros clásicos te gustaría o podrías llegar a adaptar?
—Estoy siempre dando vueltas. Me gusta mucho la tragedia griega, tengo muchas ganas de meterme ahí a ver qué pasa. Además ese tinte mitológico y de dioses me parece que puede ser muy interesante de realizar. Después me encantan los cuentos clásicos, las fábulas para niños de los hermanos Grimm. Tienen unos niveles de oscuridad y de psicología. Hay un libro que me encanta, que se llama Psicología de los cuentos de hadas, que me ayudó mucho a entender esos personajes, qué significa cada uno, de qué trata cada cuento.
—El año pasado, un grupo de feministas pidió cancelar el final de Blancanieves, ya que el beso que le dio el príncipe no fue consentido. A raíz de eso se habló mucho de los cuentos infantiles y su significado.
—Obviamente son narraciones que responden a los cánones sociales de ese momento. Para mí todo lo que genere discusión está bueno. Esta polémica me generó mucha gracia, es divertidísimo; y todo lo que hable del consentimiento me parece que es útil, vale. Lo que pasa es que ese beso no deja de ser una metáfora. Los cuentos eran metáforas, entonces discutir sentimientos en una metáfora es raro.
—¿Qué podrías decir del vínculo con los espectadores?
—Para mí es lo más importante. Yo crecí en ámbitos teatrales que te decían que pensar en el público estaba mal. Si vos como actor estabas pensando en el público, eso estaba mal, te estabas perdiendo lo más importante que era supuestamente el mundo interno de los personajes. Entonces del otro lado no existía nadie. Yo con el tiempo me empecé a pelear un poco con eso; porque, si bien obviamente el actor trabaja con un mundo interno muy fuerte, hay una persona que te está viendo. No quiere decir que uno trabaje exclusivamente pensando en eso, pero uno tiene que saber que del otro lado hay un receptor; y si no trabajás para el receptor, hay algo del mensaje que para mí no está bien alineado. Es como si yo te invito a comer a mi casa y no me tomo el trabajo de preguntarte si comés carne o no. Hay algo ahí que está mal, hay una mala comunicación. Entonces yo como dramaturgo y como director intento siempre pensar en la experiencia que el público va a vivir, porque para mí es importante ese lazo. Por un lado estamos nosotros con la historia, por otro lado están los espectadores; pero en el medio, lo que nos une y nos hace indivisibles es ese lazo que tenemos que construir. Entonces, siempre pienso en el público, lo que no quiere decir que después la obra no te sorprenda y llegue a otros públicos, o llegue de otra manera que tampoco te esperabas. Lo más lindo que nosotros hacemos con la compañía, nosotros viajamos mucho; Romeo y Julieta de bolsillo, nuestro primer clásico adaptado, lleva 600 funciones; y es increíble como la obra cambia dependiendo el lugar en el que estás. No es lo mismo estar en una escuela secundaria en Capital que estar en un teatro municipal en otra provincia o estar fuera del país, en México o Chile, que estar en una cárcel en Campana. Son todos lugares a los que nosotros fuimos a hacer funciones. Y es increíble cómo la obra se resignifica. Entonces es imposible pensar que el público no tiene un rol fundamental. Pienso mucho en eso, y creo que los clásicos son esa herramienta divina que disfrutamos mucho para generar esa conversación. Y además son obras que no tienen un único tema, tienen tantos temas que después la decisión es qué tema vamos a subrayar. O por ejemplo, no es lo mismo si la hacemos a las cinco de la tarde que vienen familias, o si la hacemos a la noche cuando viene público adulto. Y la obra la hacemos igual, nada cambia. Es esa comunión para lo que yo trabajo, para lo que yo me levanto todos los días.
—Y cuando escribís una obra de cero, ¿qué es lo que te llama la atención?
—Escribo sobre lo que veo y sobre lo que me conmueve. Es increíble cómo vas escribiendo y te vas dando cuenta de que en realidad estás escribiendo sobre otra cosa, como sacar a fuera cosas que tenías adentro y no te dabas cuenta. Pero la clave es estar atento y ser permeable, ver qué está pasando alrededor, en tu familia, en tu ciudad, en la calle, en el bondi, en tu país. Y de ahí surgen los temas porque hay algo que se respira en el aire. Dependiendo de la sensibilidad de cada uno pescás cosas distintas que pensás que merecen ser habladas. Ahora estoy escribiendo sobre el cuidado de los adultos mayores. Estoy escribiendo una obra que se llama La cuidadora, que voy a estrenar en el Teatro San Martín en octubre. Es sobre una mujer que cuida a un hombre anciano. Es muy loco que desde que empecé a escribir sobre esto lo veo en todos lados. Es dónde ponés el foco afuera.
—¿Cómo ves la escena teatral de la Argentina en este momento?
—La veo viva, como siempre. Es muy difícil separar la escena argentina de lo que pasa en Buenos Aires. Hay una concentración muy fuerte, hay muchas ofertas, pero no quita que la oferta en otras provincias se complique. Y en las provincias hay exponentes increíbles, lo que se les complica son los medios. Los medios para producir, los espacios, tienen que hacer pocas funciones. Y estoy convencido de que podemos cambiar eso, y va a ser muy rico para todos. Podemos generar más producción descentralizada y vamos a escuchar más voces. Al argentino le gusta el teatro, y cuanto más lo diversifiquemos, cuanto más se abra todo, ganamos todos.