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Dueño de una extensa y exitosa carrera en España y el mundo, el recordado intérprete de Martín (Hache) vuelve para subirse a un escenario porteño.
13/06/2023 - 00:00hs
El talentoso intérprete, dramaturgo y director Juan Diego Botto se presentará arriba de un escenario por primera vez con Una noche sin luna. El evento ocurrirá del 21 al 25 de junio en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín (CABA). Sobre el espectáculo, basado en textos de Federico García Lorca y dirigido por Sergio Peris-Mencheta, y mucho más, hablamos con Botto.
—¿Cómo estás viviendo toda la previa de subirte a un escenario en Argentina?
—Con mucha ilusión. Yo llevo muchos años queriendo venir a hacer teatro en Buenos Aires. No hago mucho teatro, escribo mucho teatro, pero la última obra la que hice fue hace 2015, la terminé, intenté venir con esa obra y al final el cine siempre se pone en medio, pero ahora con mucha ilusión. No es una invitación casual, cualquiera para mí, este teatro tiene mucha significación, mis padres estaban haciendo en los 70 una obra aquí, es la causa de que yo exista en el mundo, y es un teatro cargado de memoria para mí. Y hacer teatro en Buenos Aires en sí es, yo creo que para cualquier actor de habla hispana, y desde luego para mí, con mi historia, es increíble.
—¿Sentís que de alguna manera cerrás una deuda pendiente que tenías?
—Sin lugar a dudas, hacer teatro acá en Buenos Aires es una deuda pendiente que tenía. Esta es una obra que ha ido muy bien en España, que ha hecho debate, mucha comunión con el público, hemos venido muy bien acompañados por las críticas, y posiblemente yo tengo la sensación de que es lo mejor que he hecho en mi vida, como actor y desde luego como dramaturgo. Y posiblemente lo que más he disfrutado interpretando.
—Contame un poco cómo es la dupla que emprendieron con Sergio, que vienen trabajando hace mucho en cine, teatro, todo...
—Sergio es muy responsable de todo esto también. Nosotros nos conocíamos muy poco cuando yo lo invité a dirigir un espectáculo que ya había escrito, que se llamaba Un trozo invisible de este mundo, una obra sobre el exilio y la inmigración. Habíamos coincidido en casa de un amigo común, pero poco más. Yo, por supuesto, lo conocía como actor y había visto su teatro como director. Yo soy un tipo con una personalidad muy intensa, muy serio. Su teatro es muy divertido, muy juguetón, muy lúdico. Él es un tipo muy lúdico. Y en su momento pensé, quizá estaría bien una mirada desde un lugar que yo no voy a saber mirar. Esa fue mi apuesta y nos encontramos, su dirección fue maravillosa. Y no solo eso, sino que nos convertimos en muy, muy amigos. Nacemos el mismo año, somos de la misma generación, tenemos un montón de cosas comunes, compartimos una visión del mundo. Y a la vez unas personalidades muy distintas que creo que eso es lo que nos hace entendernos tan bien. En este caso, yo tenía claro que lo tenía que dirigir él y un día quedamos en un café que está a medio camino entre su casa y la mía. Vivimos cerca y le conté la historia, le dije: “Tengo esta idea para hacer esta obra”. Y me dijo: “Maravilloso, yo la dirijo”. Me acuerdo que yo le contaba: “Es una obra para dos actores”, y él me dijo: “Es un monólogo”. Hice la versión en un monólogo y me di cuenta de que él tenía razón, como siempre. La obra era un monólogo, funcionaba, todo de repente tenía sentido. Pero a ese nivel es el entendimiento. O sea, yo le tengo mucha, mucha fe. Sé que siempre va a tener una mirada de cosas que yo no voy a saber ver, y él tiene mucha fe a los textos que yo escribo. De hecho, tenemos un proyecto ahora siguiente de una obra de teatro que yo solo voy a escribir, pero que él va a dirigir. Nos entendemos...
—A la distancia ahora, ¿cómo están trabajando? ¿También adaptándolo a esta sala?
—Bueno, la obra la creamos un poco en la distancia porque nos tocó plena pandemia. Y los primeros ensayos fueron lectura por Zoom. O sea, todo el primer trabajo así en serio fue un poco así. Y después, cuando él vino a España a ensayar, porque él vive habitualmente en Los Ángeles, tiempo le agarró Covid-19, con lo cual tuvo que estar confinado y hubo muchos ensayos, la puesta de luces, todo, fue online, o sea que realmente estamos habituados a ese trabajo, no vivimos normalmente en la misma ciudad, estamos acostumbrados a las fotos, él ve los vídeos de cómo es el escenario, las correcciones que hay que hacer y le grabamos el ensayo general y siempre da un montón de notas. El día del estreno de esta función, estábamos en Vitoria, en el norte de España, e hicimos el video y a la mañana siguiente amanecí con 190 mensajes de audio, me iba dando notas cortitas para que pudiera individualizarlas: “Pues en el minuto tal, mirate el video porque yo creo que en el minuto tal...”. Muchas eran imposibles, pero otras eran posibles.
“España es un país que está construido sobre el olvido”
Nacido en Argentina, exiliado en España desde muy pequeño, hijo de padre desaparecido, los orígenes y la historia de Botto siempre lo han ligado a nuestro país.
—¿Qué significa para vos volver a Argentina, a Buenos Aires?
—Vinimos con mucho tiempo porque el principio de este viaje era un viaje familiar que teníamos programado ya desde hace tiempo, con deudas que teníamos pendientes. Y queríamos recorrer todos juntos ciertos lugares que son importantes para la memoria. Estuvimos en la Escuela de Mecánica de la Armada, donde estuvo mi padre, y estuvimos viendo familia, familia de mi mamá en La Plata, familia de mi papá en Buenos Aires, recorriendo lugares donde habíamos vivido, la casa donde nacimos, haciendo un viaje que sentíamos que era importante que hiciéramos juntos, mi madre con sus hijos, con sus nietos, colocar ciertas piezas que faltaban.
—¿Qué te pasa justamente con este momento que se está viviendo particularmente con el tema de los derechos, el derecho a la identidad, el reconocimiento de personas desaparecidas?
—Precisamente el sentido de esta obra tiene que ver con eso. Yo iba a hacer un recital, iba a agarrar poemas de Lorca y fragmentos de conferencias, de charlas, monólogos, y con eso iba a hacer una pieza. Cuando empecé a leer las distintas biografías, sobre todo la biografía de Ian Gibson, que es para mí la mejor, sentí que había algo en el momento histórico que le tocó vivir a Lorca que tenía ecos muy muy vibrantes en nuestra actualidad, que de alguna manera se replicaba una época, se hacía muy reconocible en nuestro presente. A Lorca le tocó vivir una época de encrucijada, de cambio histórico, los años 30 en España, en Europa. Fueron el huevo de la serpiente del fascismo que empezaba a eclosionar. Y nuestro momento histórico en España, cuando yo escribí la pieza hace cuatro años, empezaba a sonar a eso. Empezaba a sonar a auge del fascismo, de la extrema derecha, del populismo reaccionario. Una cosa que estaba como muy olvidada y que de repente brotaba. Y eso se enraíza mucho con la memoria, porque España es un país que está construido sobre el olvido.