Con una vasta trayectoria como intérprete, vuelve a los escenarios una grande de la actuación en un rol divertido con el que se permite ser feliz arriba y debajo de las tablas.
Bajo la dirección de Manuel González Gil, Tijeras salvajes, la obra de Paul Pörtner, con más de 14 millones de espectadores en todo el mundo, llegó a Buenos Aires con la participación especial de Linda Peretz, con quien hablamos para saber detalles de su personaje y su loable trabajo en La Casa del Teatro.
La obra es un éxito mundial, con más de 40 años representándose en Estados Unidos y otros países. Tijeras salvajes vuelve el 11 de enero al Multiteatro Comafi de CABA. La clave tiene que ver con que el espectador, al finalizar la puesta, decide quién es el asesino de uno de los personajes. Peretz está acompañada en el escenario por Andrea Politti, Diego Reinhold, Mario Pasik, Alejandro Paker y Galo Hagel.
Tras cuatro años de ausencia en los escenarios, Peretz regresa al teatro, donde protagonizó éxitos inolvidables e inoxidables como No seré feliz pero tengo marido o La flaca escopeta, obra de su creación que también tuvo su ciclo en televisión. También apareció en películas claves del cine argentino como Pajarito Gómez, una vida feliz, El dependiente y Blum, entre otras.
—Una temporada más con una obra qué está funcionando muy bien...
—Te diría que no es una temporada más, es una temporada única e irrepetible como las personas y los días de la vida, pero está buenísimo. Empezamos a hacer Tijeras salvajes en septiembre, y ahora volvemos el 11 de enero.
—¿Qué te divierte del personaje? Porque es cleptómana, dice lo primero que piensa...
—Es chorra, es divertida, pero creo que lo más importante es que es un prototipo de persona, es la mujer de un diputado de la Nación, por lo que tiene que estar sobre un pedestal de autoestima y egocentrismo. A mí me gustan esos personajes, porque además es una concheta que habla todo así y me divierto mucho, porque yo siempre compongo los personajes de acuerdo a ciertas características. Pero siempre el tinte es Linda Peretz, porque mi cuerpo es el instrumento, mi cuerpo, mi trabajo, mi cabeza y tengo esa impronta para trabajar; y no sé qué pasa, pero todos los personajes que me tocan, cuando hago comedia, son divertidos y me encanta.
—Hace tiempo que no estabas arriba de un escenario, ¿por qué elegiste esta obra para volver?
—Porque es una comedia que me encanta, interesante, y fue mi hijo quien me la ofreció y le dije que sí. Después me dijo: “Tenés que leer el libro”, y yo le dije que quería volver al teatro, independientemente de la obra, porque hacía cuatro años que no hacía. Y eso que me podría haber llamado antes para trabajar él y no lo hizo. Son terribles los hijos y los empresarios (risas), y ahora sumo el karma de que soy la madre del productor; antes era la esposa del productor y ahora esto, ¡qué karma! Pero yo me defiendo sola, arriba del escenario nadie me gana y defiendo mis personajes con uñas y dientes.
—Hablando de defender con uñas y dientes, sos una de las que siempre luchan para que La Casa del Teatro pueda cuidar de aquellos intérpretes más desvalidos, ¿qué podés contarnos de eso?
—Estamos en una lucha muy grande, bueno, no es una lucha, es un compromiso que uno tomó. Soy la presidenta de la Comisión Directiva, pero trabajo como una más, porque esa es mi actitud, ir y trabajar desinteresadamente, porque toda la comisión trabaja ad honorem y esto es meritorio. Me tocó y agradezco no sé a quién, a Dios. Creo que soy su hija predilecta y él siempre me da lo que necesita; necesitaba La Casa del Teatro porque le doy cosas, pero ella me da muchas cosas, y no paro de aprender.
—¿Por qué la gente tiene que ver Tijeras salvajes?
—Porque la van a pasar muy bien, porque es una comedia, pero cómica: no parás de reírte, te involucrás con las historias, elegís al asesino y todos los días la obra termina de una manera distinta. Eso es interesante, una propuesta nueva, el público se ríe, nos hacen preguntas, nosotros a ellos y quieren seguir. Hay que poner un límite, porque la obra dura una hora y media, pero a veces nos extendemos porque la gente aporta mucho.