La cantante no atraviesa
su mejor momento, tras enfrentar a los padres
de sus hijos por las respectivas tenencias. Ahora estaría por declarar la quiebra debido a la insolvencia económica frente a la falta de shows y la ausencia de contratos.
Durante el 2020 la vida tal como la conocíamos sufrió un freno debido a la pandemia imperante del coronavirus. Es por ello que las actividades comenzaron a suceder puertas para adentro, mientras que los eventos deportivos o aquellos dedicados al espectáculo quedaron suspendidos hasta nuevo aviso.
En este contexto, la diva Paulina Rubio transitó los días en el interior de su hogar y se vio obligada a suspender la serie de conciertos que tenía programados para realizar en estados unidos y ciertas playas de Latinoamérica. Además, enfrentó un juicio con su primer marido debido a la cuota alimentaria y el desparejo régimen de visitas que comparten en relación a su primogénito llamado Andrea Nicolás. Vale mencionar que la misma situación sucedió con el segundo heredero de nombre Eros, cuyo padre Gerardo Bazúa no permite que esté junto a la cantante tras acusarla de consumir estupefacientes.
Ahora, las circunstancias no han mejorado para la rubia debilidad, porque atraviesa una crisis económica que impidió que abonara los impuestos de la mansión de 7 millones de dólares que habita junto a su mamá, la actriz Susana Dosamantes y sus hijos cuando permanecen bajo su égida.
Durante un panorama incierto, ella canceló los espectáculos que tenía previstos y no consiguió otro empleo que le redituara un sueldo fijo. En este sentido la deuda que mantenía con el fisco comenzó a acrecentarse y hoy presenta una deuda que supera los 300.000 dólares.
Por su parte, los gastos referentes a los abogados que la representaron en los dos juicios contra sus exmaridos aún no fueron saldados y la intérprete expresó que se encuentra al borde de la quiebra. Es más, si la situación continúa de esta manera, venderá la mentada propiedad para mudarse a un hogar más austero.
La exclusiva vivienda con vista al mar que está ubicada en un barrio residencial de Miami, Florida, ahora es propiedad de una entidad bancaria puesto a que fue hipotecada por su dueña y se espera que pueda afrontar la deuda que no deja de acrecentarse.
Lejos de superar la situación, Paulina realizó gastos monetarios con la tarjeta de crédito y no pagó las determinadas cuotas. Ahora, los intereses superan aún el monto de sus dos automóviles.