Además de haber sido uno de los comediantes más populares que tuvo nuestro país, fue un artista con un profundo compromiso gremial.
En 1970 José Marrone fue elegido representante gremial de los artistas de variedades por el voto mayoritario de sus compañeros. Fue la culminación de una tarea de vindicación de los artistas que desarrollan su trabajo en la zona más prestigiosa de la actividad teatral, bajo las luces de candilejas y entre viejos telones de papel.
Eran 500 artistas de varieté los que a la salida del escrutinio, en la céntrica esquina de Ayacucho y Sarmiento, vitoreaban “¡Marrone corazón! ¡Marrone corazón!”, rodeando al flamante secretario general de la Unión Argentina de Artistas de Variedades, quien estaba enhorquetado sobre los hombros de un gigantesco atleta de circo. Malabaristas, payasos, actores, bailarines y enanos era la corte de los milagros que acompañaba con cánticos al dirigente electo. La Policía no solo no hizo nada para aplacar el escándalo, sino que uno de los agentes se acercó a pedir un autógrafo a José “Pepitito” Marrone, quien para entonces ya había hecho una quincena de películas y que, con “El circo de Marrone”, alcanzaba altísimos niveles de raiting.
José Marrone había sido plomero, carnicero, albañil y levantador de quiniela, antes de ganar una gran popularidad en el teatro de revistas y en la radio, y consagrarse definitivamente con la llegada de la televisión. Había comenzado con el dúo La Gorda y El Flaco. La Gorda era Rosa, su primera esposa, que pesaba más de 100 kilos; él era el Flaco, que hacía chistes y bailaba zapateo americano. Como no había olvidado su pasado laboral en condiciones de precariedad y explotación, decidió lanzarse a la lid gremial. ¿Por qué lo votaron sus compañeros? Rosarito de Triana, una cantaora flamenca había declarado a un semanario de la época: “Estamos dejados de la mano de Dios y yo, como cantante de flamenco, tengo una serie de complicaciones cuando actúo en el interior. En las provincias todavía creen que las artistas son prostitutas y nos exigen una libreta sanitaria; la cosa es molesta porque eso de hacerse revisar por un médico todas las semanas, francamente, debe aburrirlo hasta al doctor”. Esos trabajadores abandonados a su suerte confiaban en que el renombre y la honestidad de su compañero José Marrone les permitiría trabajar en condiciones más dignas.
La lista vencida en las elecciones, encabezada por el folklorista Roberto Avalos, quiso impugnar el acto electoral blandiendo acusaciones que no pudieron ser probadas. “Los fiscales de la lista Rosa ni siquiera pudieron entrar al local de la votación; además no estamos seguros de que las urnas estuvieran vacías al comenzar la elección; un escribano de la lista Rosa fue expulsado a patadas del local cuando quiso verificar la existencia de garantías”, dijeron. José Marrone se defendió: “¡Por favor!. . . Esta elección fue una cosa muy limpia, una limpieza única. ¿Por qué no protestaron antes del escrutinio?”,dijo.
Una de las promesas electorales de Marrone que más sedujo al electorado fue la jubilación a los 45 años. Marrone argumentaba: “Cuando los artistas de variedades envejecemos, los empresarios no nos contratan porque el público quiere gente joven. Si un bailarín español, por ejemplo, después de 20 años de profesión se queda sin trabajo, ¿de qué va a vivir si no sabe hacer otra cosa?”. Parte del compromiso con las bases pasaba por bregar en la apertura de nuevos locales de diversión de todo tipo. “Los boliches darían de comer a 300 mil familias argentinas. Calcule: dos patrones por local, rufianes o no, pero ya ahí hay 10 mil personas; después están las mujeres, que ejerzan o no, no me interesa discutirlo; y también están los mozos, los gastos de luz, de comida, de bebida ¡300 mil familias pueden vivir de eso!”, explicó. La lista de reclamos continuaba: varieté en los cines, cuatro horas diarias de varieté en la televisión, facilidades para los circos ambulantes, reapertura de todas las glorietas de paseo de la costanera porteña. El escritor Germán Rozenmacher, refiriéndose a estos artistas, dijo alguna vez: “Hay algo conmovedor en todos ellos: buenos o malos, grandes o pequeños, son todos artistas de raza. Que es como decir, la sal del mundo”. José Marrone, actor y dirigente gremial, fue uno de los representantes más acabados de esa raza.