Deforestación: una topadora que ni la pandemia pudo frenar
Se desmontaron 21.275 hectáreas durante la cuarentena.
Entre enero y junio de 2020 se desmontaron unas 38.852 hectáreas de bosques nativos, unas 2.000 más que durante el mismo período del año pasado, según un monitoreo satelital realizado por Greenpeace. Ocurrió en las provincias de Santiago del Estero (15.157 hectáreas deforestadas), Salta (9.241 hectáreas), Formosa (8.842 hectáreas) y Chaco (5.612 hectáreas), donde se concentra el total de bosques deforestados del país.
Sólo durante los cuatro meses de cuarentena, se desmontaron 21.275 hectáreas (equivalente a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), pese a no ser una de las actividades exceptuadas frente a la pandemia de coronavirus.
En diálogo con diario Hoy, Hernán Giardini, coordinador de la Campaña de Bosques de Greenpeace, destacó que, si bien el aumento en relación a 2019 no es un número determinante, preocupa “que tengamos una deforestación similar, teniendo en cuenta que esperábamos tener un número bajo a partir de la cuarentena”.
Desde la ONG ambientalista destacan la “pampeanización” de dichos bosques y la tendencia hacia una industria agrícola-ganadera. “La mirada que tienen es que la provincia se va a desarrollar si desmonta todo y permite el avance de la soja y la ganadería, pero esto viene pasando hace rato en estos territorios, que han perdido ocho millones de hectáreas en los últimos 30 años, y siguen siendo de las provincias más pobres del país”, aseguró el coordinador de Bosques.
Más deforestación, nuevas pandemias
Un reciente estudio científico elaborado en los laboratorios de investigación de Greenpeace (en la Universidad de Exeter, Reino Unido), junto con la Universidad del Oeste de Inglaterra, advirtió sobre la importancia de mantener los ecosistemas conservados en buen estado para prevenir la propagación de nuevas enfermedades, que surgen del contacto con animales y el movimiento de las distintas especies ante la destrucción de los ecosistemas que habitan.
“Cuantos más bosques destruís, hay más riesgo y más posibilidades de tener plagas, contacto con mosquitos y un montón de enfermedades que se hubieran mantenido en el bosque. El riesgo es altísimo, y no solamente en Argentina, sino en todos los lugares donde se está deforestando: en el Amazonas, el Congo o en Indonesia”, dijo Giardini. “Seguir deforestando, en este marco, es un poco suicida”, agregó.
Consecuencias
Hoy en día Argentina es uno de los 10 países con mayor deforestación en el mundo, actividad que aumentó frente a la búsqueda de tierras baratas. En este aspecto, el defensor de bosques explicó que “una hectárea en Pergamino o en la zona núcleo del país cuesta unos 25.000 dólares, cuando una hectárea con bosques en Salta o en Chaco sale 500 dólares”.
El problema de esta explotación de los ecosistemas de manera irregular es que, no sólo es un punto de partida para posibles epidemias o la desertificación de los suelos, también interfiere en la vida de comunidades campesinas e indígenas que son desalojadas de dichos territorio, para proceder con una actividad que tiene un fuerte impacto ambiental.
“En el norte aumenta el nivel de lluvias por la deforestación y el bosque, que al mismo tiempo es una esponja natural, no está. Llueve más y no tenés el bosque, que te hubiera absorbido la lluvia”, señaló Giardini.
Según un estudio realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), una hectárea con bosque chaqueño en buen estado de conservación puede absorber hasta 300 milímetros de lluvia en una hora, mientras que la soja sólo procesa 30.
Si bien los planes de reforestación son bienvenidos, el coordinador destacó que “para alcanzar un estado de madurez similar al que tienen los bosques hoy en día, en una zona donde no hay tanta deforestación, necesitás 40 años; porque la velocidad con la que deforestás nunca va a ser la que podés alcanzar al reforestar”. Y agregó: “Lo que estamos viviendo es un verdadero crimen y una pena, porque Argentina tiene lugar de sobra para producir alimentos sin destruir bosques”.