Los cazadores vieron una gran posibilidad en los caballos de ahorrar energías al montarlos.
Un estudio llevado adelante por un equipo internacional de investigadores, del cual formó parte el Conicet, dio nuevas precisiones sobre la incorporación de los caballos en la vida de las poblaciones indígenas. De esta manera, el informe da cuenta de que las poblaciones cazadoras y recolectoras de la Patagonia comenzaron a explotar el uso de caballos, ya sea para alimentación y pastoreo, mucho antes de que se formaran asentamientos permanentes europeos y criollos en el extremo sur de Sudamérica durante el siglo XIX.
Para llegar a estas conclusiones, el equipo a cargo analizó restos óseos de caballos hallados en lo que se entiende que ha sido un antiguo campamento Tehuelche, ubicado sobre un gran cañadón en la orilla norte del Río Gallegos. En este sitio denominado Chorrillo Grande 1, también se encontraron restos de guanacos, artefactos metálicos confeccionados sobre vidrio y rocas correspondientes a distintos siglos. “Algo que hay que tener en cuenta es que en la Patagonia existieron pueblos cazadores y recolectores mucho antes de la llegada de las poblaciones criollas y europeas a esta región. Cuando estas comunidades encuentran los caballos provenientes de las Pampas, los adoptan rápidamente”, señaló Juan Bautista Belardi, uno de los primeros autores del estudio. Lo que explica el investigador es que los cazadores vieron una gran posibilidad en los caballos de ahorrar energías al montarlos, de ampliar el radio de las partidas de caza, de disminuir el tiempo para encontrar presas y de tener mayor facilidad para transportar cosas. Sumado a todo esto, los análisis de ADN, que se hicieron sobre los restos de caballo para identificar la especie y el sexo de los especímenes, otorgaron indicios de que tanto potros como yeguas fueron usados también para alimento humano.