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El sargento primero Matías Andolfatti es el cocinero de la Base Carlini. Desde el “fin del mundo” cuenta cómo pasa sus días alejado de la pandemia y de sus seres queridos
02/08/2020 - 00:35hs
No es lo mismo entender o interpretar la pandemia en Buenos Aires que en la Antártida. Es distinto estar aislado y salir a un balcón para aplaudir a los médicos como ocurrió en todo este tiempo, que estar a miles de kilómetros de distancia, lejos de la familia y con la incertidumbre de no saber cuándo se va a terminar el coronavirus.
Matías Andolfatti es sargento primero y cocinero en la Base Carlini de la Antártida argentina, en donde desde marzo no se hacen relevos ni se renuevan las provisiones, sin embargo están cubiertos para un tiempo más.
En contacto con el diario Hoy, este hombre comprometido con la alimentación y el país aportó su testimonio sobre cómo es pasar la pandemia en el lugar más austral del mundo.
—¿Cómo fue que decidiste ir a la Antártida?
—La decisión la tomé en 2018 de hacer el curso preantártico. Primero era un año en Buenos Aires, así que hice la solicitud para hacerlo. La cual fue aceptada por mis superiores y de ahí por vía correo llegó a Paseo Colón al Comando Conjunto Antártica. Y es el primer curso que se hizo de manera conjunta, con la Armada, Fuerza Aérea y Ejército.
—Antes viajaste a Haití, ¿cómo fue esa experiencia?
—Sí, en 2012 estuve en Haití en una misión de paz para Cascos Azules. El lugar es muy distinto a lo que nos imaginamos, a las playas soñadas, la gente en pobreza extrema. Un país devastado por la corrupción y la desidia total social y de derechos humanos también. Un país africano en América latina.
—¿Cómo está compuesta tu familia?
—Por mi mujer Cintia que está con mi hijo Román y con Sofía la hija de ella, que la conozco desde que tiene tres años (tiene siete ahora) y mis cuatro hijos mayores: Facundo de 24 años, Ariel de 18, Mateo de 16 y Anita que tiene 11, ellos viven su mamá.
—¿Cuánto tiempo hace que estás allá y cuál es tu función?
—Hace seis meses que estoy acá, vine el 26 de enero. Vinimos en tres tandas, la primera fue la que se hizo cargo de la base a fines de noviembre. Y después vinimos en cuatro tandas hasta terminar la última que fue en enero. Mi trabajo acá es el que hacía habitualmente en el continente: yo soy cocinero militar, soy sargento Primero del Ejército Argentino hace 25 años, cinco como soldado voluntario y 20 como suboficial. Mi trabajo principal es en la cocina. Somos dos cocineros. El otro es un grado superior al mío, sargento ayudante Omar Segovia de Corrientes.
—¿Necesitás una preparación?
—Sí, arranca con la parte de estudio teórica donde vemos parte de la historia de la Antártida, que desconocía por completo. Información legal de lo que está permitido y de lo que no. Uso de material descartable y reciclaje de basura. Y el comportamiento de la flora y fauna del lugar. Áreas de excepción y otras zonas protegidas. Una práctica en la Cordillera de los Andes, en la precordillera en Neuquén, Caviahue para ser más específico. Estuvimos 15 días de preparación, una parte de supervivencia, donde nos preparan para las bajas temperaturas y un par de imponderables que pueden llegar a suceder.
—¿Cómo son tus días?
—Comienzan a las 7:30 de la mañana. A las 8 hay un desayuno centralizado donde compartimos personal civil y militar. Somos 25 integrantes de la dotación 2020, la cual está integrada por 23 hombres y 2 mujeres (una científica y la otra médica). La tarea acá es de apoyo a los científicos, a la ciencia, a la base Carlini. Depende directamente de la Dirección Nacional del Antártico y del Instituto Antártico Argentino. Se hacen varias tareas en flora marina y fauna.
—¿Cómo es la alimentación?
—Es variado, lo único que cambia son los congelados. Se cocina mucho congelado, porque no hay verduras frescas. Se usa la cebolla deshidratada, el huevo es en polvo. Es un lindo desafío para aprender y para desarrollar dentro de la cocina. Los alimentos, como toda la parte logística, llegan en el planeamiento anterior y se traen con el relevo.