Piel sana, piel bella
Salud y belleza
09/10/2016 - 05:00hs
Dra. Julieta Spada, médica especialista en Dermatología y Estética
MIN 117451 - MP 332671
Especial para Hoy
El uso de la toxina botulínica se ha convertido en el procedimiento cosmético más revolucionario y consumido en el campo de la medicina estética no invasiva. En Estados Unidos (donde se registran con mayor precisión las estadísticas), se aplicaron más de 6.600.000 inyecciones de dicha toxina en 2014.
¿Qué es? Es una sustancia químicamente procesada que se aisló a partir de la bacteria denominada Clostridium botulinum, agente causal del botulismo que genera parálisis fláccida de los músculos. Este es un punto muy importante para remarcar y detallar, ya que existe la falsa creencia popular de que la toxina botulínica rellena labios o da volumen a los pómulos y no hay nada más lejano a ello. Este mito es consecuencia de ciertas modas de los 90, momento en que se rellenaban rostros con siliconas (sustancias no aprobadas) y se obtenían caras infladas, artificiales y disarmónicas de forma permanente.
Hoy sabemos, quienes nos dedicamos a la estética, que la belleza es sinónimo de proporción. Esto no coincide para nada con la antigua moda que tan mala prensa generó. Tampoco se trata de tener facciones exactamente simétricas ni perfectas, sino equilibradas. Por eso es un procedimiento que, cuando está bien realizado, es casi imperceptible para quienes no se dedican a aplicarlo y deja la clara impresión de un rostro mejorado.
A grandes rasgos, existen dos tipos de arrugas: las “dinámicas”, que se forman por acción de los músculos de la mímica y la gesticulación y las “estáticas” que se forman por el paso del tiempo y por la persistencia de las arrugas dinámicas.
La toxina botulínica, al paralizar músculos, actúa fundamentalmente sobre arrugas dinámicas. Lo más importante para su óptima aplicación y resultados es conocer muy bien, por parte del médico que la aplica, la anatomía facial y acción de los músculos que están siendo inyectados. Todos los rostros son diferentes y sus músculos trabajan con distinta fuerza y en equilibrio.
Entonces, ¿se puede estandarizar la cantidad de toxina que se aplica para todos los rostros y así promocionarla? Obviamente que no. Se trata de un trabajo médico artesanal y hasta artístico que requiere control. De esta forma, se garantiza un procedimiento seguro y con resultados altamente satisfactorios.
Pero, ¿por qué es tan revolucionario y consumido? Porque a partir de las 72 hs de la aplicación ya se ven los cambios y el rostro mejora enormemente. No hace falta “planchar” frentes o generar “rostros de cera” si el paciente no lo desea, sino que se trata de embellecer manteniendo el equilibrio. También es útil en casos de
bruxismo o rechinamiento de dientes que genera cefaleas, y en todo tipo de trastornos espasmódicos por exceso de contracción muscular (estos fueron los primeros usos que tuvo la toxina) y en casos de hiperhidrosis (transpiración excesiva) axilar, palmar y plantar.
La duración es de 4 a 6 meses dependiendo de: características de gesticulación del paciente, tipo de arruga y respuesta inmunológica. Hoy sabemos muy bien que, además de paralizar músculos, tiene otros efectos a partir de la “neuromodulación” que ejerce, ya que se utiliza para mejorar enrojecimientos faciales, poros dilatados y acné, entre otros.
Lo más importante sigue siendo consultar a un profesional adecuado, evacuar todo tipo de dudas y animarse. Verse mejor y sentirse bien es el objetivo.