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El nacimiento de una obra maestra

La sonata Claro de luna es una de las creaciones más célebres de Beethoven. En su gestación hay una historia profundamente conmovedora.

Interés General

04/06/2023 - 00:00hs

La sonata en Do Menor para piano llamada Quasi una fantasia, con el tiempo llamada Claro de luna, fue compuesta por Ludwig Van Beethoven en 1801. Desde el momento de su estreno se volvió su obra para piano más popular. Esa repercusión inmediata, en lugar de estimularlo, lo incordiaba; en una carta al compositor austriaco Carl Czerny, dijo Beethoven: “Siempre están hablando de la Sonata en Do menor. Seguramente, he escrito cosas mejores”.

Un día, una chica ciega fue a visitarlo a su casa de Viena. Quería hacerle escuchar cómo tocaba alguna de sus piezas. Al anochecer, la luz de la luna entró por la ventana cubriendo con su resplandor a la pianista. Cuando Beethoven quedó solo, comenzó a componer esa obra cuyo título había nacido unas horas antes. No sabía el nombre de esa chica, no supo siquiera cómo había llegado a su casa aquella vez, no tenía modo de poner su nombre en la dedicatoria. En cartas a sus amigos, cuenta su desconsolada búsqueda, el vano intento de abrazarla con su sonata. Llegó a pensar que se trató de una aparición.

La obra no sigue los parámetros de la época. Comienza con la lenta suavidad del Adagio, seguido por el Allegretto lento y termina con el fuerte Presto Agitato. El compositor francés Hector Berlioz la describió como “una especie de poema que no se podía describir con palabras”. Mientras tanto, un antiguo alumno de Beethoven, Carl Czerny, vio en ella “una noche con sonidos sombríos que venían de un lugar lejano”.

La segunda parte de la sonata, es un movimiento que tiene un sereno puente entre el comienzo y el final, Franz Liszt lo considera “una flor entre dos abismos”. El final de notas rápidas y poderosas, es una tormenta de emociones punzantes capaz de atravesar cualquier coraza.

¿Qué es lo que tanto había sensibilizado a Beethoven del encuentro con aquella chica ciega? Posiblemente, la fuerza de esa joven capaz de desafiar con la música sus limitaciones físicas. No era distinta la situación de Beethoven, por esos días, había comenzado a perder su capacidad auditiva. Rara vez aceptaba visitas, temía que los demás descubrieran su sordera. De a poco se iba volviendo inaccesible. Se fue encerrando en una soledad hermética de la que nacería una nueva fase de su obra.

La sordera le iba cercenando posibilidades para componer. En 1802 se sometió a un tratamiento en Heilgenstadt –un pueblo cercano a Viena–, pero sus resultados fueron descorazonadores. Cayó en una depresión que parecía no tener fondo. Entre las pocas visitas que aceptaba se encontraba su fiel Carl Czerny, quien hubiera podido jactarse de ser discípulo de un genio –Beethoven– y maestro de otro genio –Lizt–. Czerny describia al Beethoven de la etapa de la sordera como un creador que estaba buscando a tientas un nuevo camino, con el coraje de quien emprende una batalla en la que sabe será derrotado.

Pasados muchos años de aquel día en que nació la sonata Claro de luna, Beethoven aceptó recibir la visita de la condesa Giulietta Guicciardi. Esta mujer nacida en Trieste quería recibir lecciones de piano. Ese encuentro cambió la vida de los dos. La condesa escribió a un amigo: “Ahora vivo más feliz. No podrás nunca figurarte la vida tan sola y triste que he pasado en estos últimos tiempos... Al cabo de dos años he vuelto a disfrutar de nuevo algunos instantes de felicidad y por primera vez creo que el matrimonio podría hacerme feliz, pero desgraciadamente no es ella de mi posición y no puedo pensar en casarme”. Como lo insinúa en las palabras finales, Giulietta no podía casarse con su maestro por una férrea oposición familiar que no admitía enlaces con alguien que no tuviera títulos nobiliarios.

En uno de los tantos encuentros que tuvieron, Beethoven le comentó a Giulietta cómo había nacido la sonata Claro de luna. Luego de hacerle unas preguntas, ella quedó sumida en el más conmovido de los silencios. Esa chica ciega había sido la encargada de la limpieza en la mansión familiar y, en los ratos libres, se le daba permiso para que tocara el piano.

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