El observatorio de la NASA, a través del Telescopio Espacial James Webb, reconstruyó la evolución de la Vía Láctea para develar cómo se formaron y transformaron estructuras cósmicas a través del tiempo.
En nuestros días la ciencia ofrece un panorama de extraordinario dinamismo. La producción científica se expresa en avances tecnológicas nunca antes vistos. No obstante, cuando se lanzó el día de Navidad de 2021, el Telescopio Espacial James Webb llevaba 11 años de retraso y un presupuesto de casi 10 000 millones de dólares. Las acusaciones de mala gestión llevaron el proyecto, una colaboración entre las agencias espaciales de Estados Unidos, Europa y Canadá, al borde de la cancelación. Pero los científicos confiaban en que todo quedaría en el olvido una vez que se enviaran las primeras imágenes a la Tierra. Hasta ahora, las impresionantes imágenes han justificado su confianza.
Webb estudia todas las fases de la historia de nuestro universo, desde los primeros destellos luminosos tras el Big Bang hasta la formación de sistemas solares capaces de albergar vida en planetas como la Tierra, pasando por la evolución de nuestro propio sistema solar. Webb fue lanzado el 25 de diciembre de 2021. No orbita alrededor de la Tierra como el telescopio espacial Hubble, sino que orbita alrededor del Sol a 1,5 millones de kilómetros (un millón de millas) de distancia de la Tierra, en lo que se denomina el segundo punto de Lagrange o L2.
Desde que comenzó sus observaciones científicas en 2022, el telescopio espacial James Webb de la NASA ha marcado un antes y un después en la exploración del universo. El mes pasado, incluso, logró descubrir un nuevo exoplaneta: TWA 7b, un hallazgo que mejora la comprensión sobre cómo se forman los planetas en sus primeros millones de años.
El éxito de Webb está basado en cuatro décadas de telescopios espaciales que también detectan la luz infrarroja (la cual es invisible a simple vista); en particular, en el trabajo de otros dos telescopios retirados de la NASA: el Satélite Astronómico Infrarrojo (IRAS, por sus siglas en inglés), y Spitzer.
Recientemente, el telescopio rompió su propio récord al detectar la galaxia más distante jamás conocida. Llamada JADES-GS-z14-0, el cúmulo de estrellas fue visto tal como existió sólo 290 millones de años después del Big Bang. Dicho de otra manera, si el universo tiene 13.000 millones de años, eso significa que estamos observando la galaxia cuando el cosmos apenas tenía 2% de su edad actual.
Webb usó su enorme espejo primario de 6,5 metros e instrumentos infrarrojos sensibles para hacer el descubrimiento. Los astrónomos comentan que los aspectos más interesantes de la más reciente observación no es tanto la distancia en cuestión -por increíble que sea- sino el tamaño y brillantez de JADES-GS-z14-0.
Hasta entonces, los astronautas no sabían con precisión cómo ni cuando se formaba la arquitectura dual que se observaen muchas galaxias. Para responder a esa incógnita, un equipo internacional recurrió al Telescopio Espacial James Webb (JWST) y, mediante observaciones de más de un centenar de galaxias de borde, logró rastrear las etapas iniciales de esta configuración. La muestra analizada incluyó 111 galaxias de disco vistas de canto, algunas tan lejanas que muestran cómo eran apenas 2800 millones de años después del Big Bang. Con estos datos, el equipo reconstruyó la secuencia en la que aparecen las estructuras estelares, y propuso una explicación respaldada por evidencia de otros telescopios. Según la investigación, las galaxias desarrollan primero un disco grueso, más extendido verticalmente, y solo después generan un disco delgado en su interior.