La gran maestra de las letras gallegas
Rosalía de Castro fue la que dio carta de ciudadanía mundial a la lengua gallega vista hasta entonces como un dialecto propio de las clases bajas.
culturaLa escritora cordobesa acaba de publicar La entrega, una novela que atrapa con un tema de hondo dramatismo.
16/05/2025 - 00:00hs
Es una escritora que cuenta con algunos de los principales premios latinoamericanos. Con su novela El país del diablo, ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz –México- y el Rómulo Gallegos –Venezuela-. Sus obras han sido traducidas a numerosas idiomas, y la muestran como una narradora armada de muchos recursos para atrapar al lector y no soltarlo hasta la última página. Acaba de aparecer La entrega, una novela que muestra al desnudo el drama de la trata de mujeres, pero poniendo el foco en el entramado social enfermo que la hace posible.
—Elegiste una localidad de Entre Ríos como escenario de la historia, provincia con la que tenés una fuerte ligazón pese a ser cordobesa.
— Es tan fuerte que no puedo escribir desde Córdoba. Mi vida siempre transcurrió entre Entre Ríos y Buenos Aires, porque toda la familia de mi padre estaba allá. Después a mi padre lo trasladan como médico del ferrocarril a Córdoba. Él estaba muy vinculado a Córdoba también por la familia de mi madre. Cuando empecé esta historia, en los primeros borradores, digo "a ver, que haya una sierra, un lago, algo". Nada. Necesitaba el infinito de la pampa verde donde me crié, donde anduve caballo, donde hice tortitas de barro con las manos. Donde sigo amasando las palabras, es impresionante.
—Villaguay es un pueblo a escala humana, donde los habitantes se conocen, donde los rumores corren de una punta a la otra.
—Cuando descubrís el espacio y el tiempo donde vas a trabajar, los personajes empiezan a mandar. Yo tenía que conocer a los personajes de la zona para poder vincularme bien fuerte. En Córdoba se me pierden, en Buenos Aires también. Sentía que tenía que estar ahí, que era tomar a la mujer que vendía flores cuando yo era niña.
—Allí insertás el tema de la trata, pero también te interesa contar el entorno.
—Me preocupa el tema de la trata pero no podía contarlo porque para eso están las crónicas y la realidad. La intención era ver qué pasa con los vínculos humanos y la complejidad de una sociedad que se corrompe por todo lo que está pasando. Cuando yo me senté en ese clima, sentí que estaba amasando un material único. Como dice Elías Canetti: "Un escritor es original o no es escritor"- . Se trata de llevar al lector a un lugar que él no esté esperando.
—El disparador es la desaparición de una chica, pero la novela alumbra todo el entramado social que está detrás de esa desaparición.
—Tal cual. Están pasando todas estas cosas en un mundo muy complicado, difícil y contradictorio, donde las noticias pasan a una velocidad que no nos permite detener para asimilar la tragedia vivida. Ahí nomás se pasa a otra noticia. La literatura está en la vereda de enfrente.
—Lo que resulta difícil de digerir es que nos parezca verosímil una historia tan tremenda como la que contás. Eso habla del grado de locura y violencia en el que vivimos.
—Hay una violencia que no sólo está en la base de nuestra sociedad, sino en la base de la literatura. La violencia está presente en toda la literatura argentina, desde El matadero.
—Las fotos que incluís en el libro dan fuerza al relato, borronean los límites entre la novela y el testimonio.
—En El camino de los gatos -donde se sacó la foto a la que aludís-, yo pasé parte de mi infancia: iba en bicicleta a la escuela, al lado de las vías, era como un camino infinito a recorrer. Nadie sabe por qué se llama el camino de los gatos, por ejemplo. Nadie sabe tampoco que esa paz en la que yo viví mi infancia - era la hija del doctor en el pueblo-, convivía con una realidad cruel, que estaba al lado y que de grande, cuando volvía al lugar donde me crié, fui enterándome.
—¿Cuál fue el disparador de la historia?
—Una imagen: una niña corriendo en un matorral que era Entre Ríos, la llanura verde donde me crié.
—Es una historia que trae ramalazos del horror vivido durante la dictadura.
—Estamos todos involucrados en una sociedad enferma que viene de mucho tiempo atrás, y que se expresaba, en tiempos de la dictadura en la frase “en algo andaría”. Aparecen cosas que están vinculadas a un espacio que subyace, que no lo ves aparentemente, pero que está ahí.