Fue un bandido rural asesinado por la policía del Chaco en 1967, llorado por trabajadores golondrina, hacheros e indígenas.
Es larga la tradición del gaucho rebelde encarnada literariamente en el Martín Fierro; pero hay muchos casos reales no registrados por la historia oficial, aunque sí por la memoria popular, como es el caso de Isidro Velázquez, un paisano correntino nacido el 15 de mayo de 1928.
La fama de Velázquez traspasaba las fronteras provinciales y se hablaba de él en todo el monte chaqueño, hasta el Paraguay. Era un peón rural al que se tenía como el mejor baqueano, rastreador y cazador de los esteros y los montes. Alto, delgado, de rostro enjuto y mirada penetrante, asistía a las reuniones periódicas de la Cooperadora Escolar de Colonia Elisa hasta que, por alguna razón no muy clara, comenzó a ser hostigado por la Policía. En su prontuario figuran tres causas abiertas en 1961 por robos y hurtos, y una cuarta por evasión. El jefe de sus cazadores en persona, capitán Aurelio Acuña, no ocultaría su sorpresa, tiempo después, por la forma en que un hombre que durante más de treinta años había sido “humilde pero honrado” se había convertido en un “peligroso delincuente”.
Cuando Velázquez escapó de la cárcel de Colonia Elisa ya había tomado la decisión que lo empujó hacia el monte: convertirse en un “fuera de la ley”. No solamente lo protegieron la vegetación y la geografía indómita del Chaco, miles de peones golondrinas habían emparentado su impotencia con la rebeldía de “El Vengador”. Muchos provenían, como él, de Corrientes; otros, de Santiago del Estero y Paraguay. Arrojados a su suerte, ni podían regresar a sus hogares ni encontraban trabajo debido a las secuelas de la crisis del tanino y el comienzo de la crisis algodonera, que los condenaba a deambular por la provincia sufriendo las miserias de la desocupación.
Es entre los hacheros desocupados, los golondrinas y los indígenas, donde Isidro Velázquez encontró refugio cuando se alzó contra la ley junto con Claudio, su hermano menor. La revista Así informaba por esa época: “Famosos por su puntería, los dos hermanos usaban para hacer fuego indistintamente ambas manos. Sus revólveres, calibre 38 largo, que llevaban bajos, al estilo de los pistoleros del cine americano, disparaban plomos certeros. En su prontuario iban anotándose nuevos pedidos de captura por robos, homicidios y atentados a la autoridad”. Y agregaba: “Ambos se desplazaban cómodamente por todo el territorio chaqueño, protegidos por el monte, amparados en los rancheríos humildes donde entregaban a los necesitados parte de lo que obtenían en sus atracos espectaculares”.
El 25 de junio de 1962, los hermanos fueron sorprendidos en una picada en las afueras de Colonia Elisa por una patrulla policial armada con carabinas, metralletas y pistolas. Los Velázquez respondieron el fuego con un Winchester y revólveres, eludiendo el cerco a pesar de la superioridad numérica de sus perseguidores.
Tres días después aparecieron en Colonia Popular y protagonizaron un tiroteo a caballo frente al destacamento policial. Un mes más tarde, el 23 de junio, irrumpieron en el bar del chino Chou-Pin, de Colonia Elisa, y se llevaron 8.000 pesos, “una radio a transistores, linternas, bebidas, alimentos envasados y también fiambres”. El 25 de ese mes atracaron al estanciero José Vicente Barrios, y el 12 de agosto irrumpieron finalmente en el almacén de ramos generales que regenteaba Antonio Marcelino Camps en Lapachito, a dos cuadras de la comisaría.
La infatigable persecución de la Policía ya estaba en marcha pero los hermanos no se escondían, “visitaban los boliches, a sus amigos y se exhibían por las calles de Colonia Elisa, La Verde, Zapallar, Colonias Unidas, Lapachito, Plaza y La Escondida sin que nadie se atreviera a denunciarles”, aseguraba la revista Así.
Monumento provincial
Claudio Velázquez tenía un año menos que Isidro, usaba sombrero paisano con ala ancha y ladeado sobre la derecha; solía entrar a los pueblos con su inseparable poncho colorado. “Me da suerte, si lo pierdo seguro que me atravesarán de un balazo”, bromeaba con sus amigos. El 22 de abril de 1963, un vespertino titulaba: “Están cercados en un islote del Chaco dos hermanos bandoleros”. Isidro y Claudio huían en un solo caballo entre pantanos y pajonales, y en un sendero del monte se cruzaron con un anciano y su nieto. Isidro les dio 10.000 pesos por el caballo y el anciano les indicó dónde estaban apostadas las patrullas. Así pudieron burlar a sus perseguidores.
Hacia fines de 1967, una partida de treinta policías y civiles armados hasta los dientes, emboscaron a los dos hermanos. Desde aquel momento, el primero de diciembre fue declarado día de la policía del Chaco y el automóvil en el que viajaban los hermanos Velázquez es exhibido como monumento provincial.