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cienciaLetizia Ramolino no solo fue la progenitora de uno de los Emperadores más famosos de toda la historia, sino una de sus asesoras principales.
09/05/2024 - 00:00hs
Su nombre era María Letizia Ramolino y pasó a la historia por ser la madre del emperador que más contradicciones generó en su tiempo: Napoleón Bonaparte. Sin embargo, su biografía es mucho más abarcativa que el título familiar, pues administró sus bienes e inversiones de manera personal para vivir sin la necesidad de depender de su hijo, y cuando tuvo que despegarse de él, por su altanería y ambición desenfrenada, lo hizo.
Perteneciente a una antigua familia corsa, se casó a los 14 años y tuvo 13 hijos en 21 años de matrimonio. Sin embargo, cinco de ellos murieron durante su niñez. Hubiera querido retener a sus hijos en Córcega, pero el padre se esforzó por que hicieran carrera en Francia. La invasión inglesa de 1783 la obligó a huir de su isla, y vivió pobremente en Marsella de las indemnizaciones entregadas a los refugiados. Enviudó y quedó como cabeza de familia con apenas 35 años y ocho hijos, malviviendo con mínimos ingresos.
Ya desde los comienzos de su asombrosa trayectoria, Napoleón llamó a su familia a París. En 1804, Letizia se convirtió a Madame Meré; en su casa el tren de vida era suntuoso, y por la mansión pasaron los apellidos más ilustres de la antigua Corte. Pero ella siguió siendo una mujer frugal, que ahorraba para el día que “tuviera que dar pan a todos esos reyes”. No aprobó el Imperio, apoyó a Luciano contra el Emperador y mostró poca inclinación por María Luisa. Tras la caída de Napoleón en 1814, decidió seguir la suerte de su hijo y se trasladó a la isla de Elba, donde se instaló en una pequeña villa. Luego halló refugio en Roma, al lado de Pío VII, y en 1818, cuando los soberanos se reunieron en Aquisgrán, les escribió pidiéndoles la liberación de su hijo; la carta no tuvo respuesta. Letizia experimentó el inmenso dolor de sobrevivir a Napoleón, Elisa y Paulina.
Nacida en Ajaccio el 24 agosto de 1750, hija de dos nobles de bajo rango Giovanni Geronimo Ramolino y Angela Maria Pietrasanta. Dotada de una gran belleza e inteligencia no pudo sustraerse a los usos sociales de la época y de su entorno, por lo que le organizaron un matrimonio de conveniencia cuando solo tenía 14 años con el abogado Charles Bonaparte, cuatro años mayor que ella. Su infancia estuvo marcada por la prematura muerte de su padre de 32 años cuando ella tenía solo cinco, en 1755.
Se retrata a Letizia Bonaparte como una mujer muy severa que imprimió carácter en sus hijos y que sentía predilección por su primogénito, José I Bonaparte, y por Luciano, el más díscolo. Fue ella quien tuvo que hacerse cargo de sus hijos precisamente por la pronta partida de su marido -ocurrida el 24 de febrero de 1985-, víctima de un cáncer cuando ella no había cumplido aún los 35 años. Fue una adelantada a su época, en cuestiones, por ejemplo, de higiene, porque lo habitual era bañarse una vez al mes y ella impuso la norma de que lo hicieran como mínimo una vez a la semana, lo que era considerado una excentricidad.
Letizia Bonaparte no hizo vida en la corte de París, pero su hijo le cedió el castillo de Pont-sur-Seine y una renta vitalicia. Allí se reunía a discutir con banqueros y financistas sobre economía. Su habilidad para los negocios y sus grandes contactos políticos, le permitieron amasar una fortuna. La relación entre madre e hijo no fue del todo armónica, sus tiranteces llegaron a tal punto que no acudió a la coronación como emperador de su hijo en Notre Dame, el 2 de diciembre de 1804 y se marchó a Roma con su hijo Luciano. Aun así, Napoleón pidió al pintor Jacques-Louis David que la incluyera en su retrato sobre tan magno evento en el lugar que le hubiera correspondido como madre del emperador. No en vano y pese a sus discrepancias, recibió el título de Su Alteza Real, madre del Emperador.
Murió el 2 de febrero de 1836 a los 85 años. Había sobrevivido a ocho de sus 13 hijos. La enterraron en Tarquinia, pero en 1851 sus restos fueron trasladados desde Italia a su Ajaccio natal. En 1860 su nieto Napoleón III mandó construir la Capilla Imperial en el Palacio Fesch, donde yacen sus restos.