El coronavirus muta, y preocupa la velocidad de contagio
A más de diez meses de la aparición de la Covid-19, las transformaciones genéticas del virus podrían ser determinantes para entender su propagación acelerada.
La obra es una inmersión en el mundo de la locura y sus efectos sobre el entorno familiar.
04/11/2020 - 00:00hs
La casa a pedazos es una novela inquietante publicada recientemente por la platense Ivana Mestre. Aborda un tema difícil de tocar: la locura. Más precisamente, trata de la enfermedad mental de Malena, la hermana menor de la autora.
“La novela se compone de varios capítulos cortos, y si bien muchos de ellos son convencionales en su forma narrativa, también usé otros recursos como cartas, mails, sopa de letras, crucigramas, conversaciones de Whatsapp, poemas”, cuenta Ivana Mestre. Además, varios capítulos están acompañados de imágenes realizadas por la ilustradora Pilar Salerno.
El gran desafío fue no solo abordar un tema complejo, sino animarse a contar algo que atraviesa muy íntimamente la autora. Si bien escribir es una forma de tomar distancia de lo narrado, en este caso parece difícil lograrlo.
—¿Cómo fue ese proceso?
—Durante el proceso de escritura traté de concentrarme en poder contar la historia de la manera más fiel posible, pese al grado de exposición que eso representaba para mí y mi familia, pero pensando siempre que tantos años de lucha y padecimiento merecían ser narrados.
—La narración es el relato de un descenso al infierno, en círculos de creciente angustia y dolor. ¿En qué lugar ponías la esperanza, si es que existía?
—Durante muchos años tuve esperanza de que mi hermana mejorara, pero lamentablemente a partir de su adolescencia las cosas empeoraban cada vez más, y creo que hicimos todo lo que pudimos para ayudarla y para que tuviera una mejor calidad de vida. Pero también, entre tantos momentos de dolor y angustia, a veces Malena nos hacía reír con sus ocurrencias disparatadas. Y eso traté de reflejarlo en el libro, que si bien tiene partes muy duras también cuenta anécdotas graciosas. Así que siempre traté de verle el lado positivo a lo que nos pasaba aunque todo se derrumbara.
—Hay un epígrafe de Idea Vilariño: “Uno siempre está solo…pero a veces está más solo”. ¿Cuál fue tu momento de mayor soledad?
—No podría decir un momento concreto, en realidad como familia siempre estuvimos muy unidos, pero sí había situaciones donde todo era tan desbordante, con platos que volaban, puertas que eran arrancadas, golpes que recibíamos, que indefectiblemente me hacían sentir muy triste y un poco desamparada. Creo que esas sensaciones también las tuvieron mis padres y mi otra hermana, Yanina, pero porque estuvimos solos sin saber qué hacer frente a un sistema de salud (o estatal más bien) que muchas veces nos soltó la mano.
—¿Cuándo te diste cuenta que esta historia tenías que contarla literariamente?
—Un día me desperté pensando en mi hermana, en lo que me dolía verla tan mal y sentí que tenía la necesidad de escribirlo. Tal vez como una forma de hacer catarsis. Mi terapia fue justamente ponerle palabras a nuestra historia.
—¿El resto de la familia conoció el libro antes de su publicación?
—Sí. Antes de publicarlo les consulté porque, si bien esta historia la cuento yo desde mi visión, ellos también estaban expuestos al contar cosas tan íntimas; y me apoyaron sin dudarlo. A Male también le conté mientras la escribía. En algún momento le voy a leer las partes más graciosas.
—En la solapa del libro se dice que has leído mucho, ¿cuáles son las lecturas que más te han acompañado, que más lejos te hicieron llegar?
—En general leo muchas novelas, sobre todo me gusta la literatura argentina, latinoamericana y estadounidense. Mi escritor favorito es Roberto Bolaño y la mayoría de sus novelas me apasionaron, en especial 2666. Aunque creo que ninguna novela igualó a lo que me generó Cien años de soledad, el cual sigue siendo mi libro preferido.
—Estos tiempos tan extraños, ¿te han dado material para trabajarlos desde la literatura?
—Cuando empezó la cuarentena estaba muy triste porque no podía ver a mi familia, sobre todo a Male, y me puse a escribir, podría decir una especie de continuación de esta novela. Veremos más adelante, quizás haya segunda parte. También estuve escribiendo algunos poemas sueltos.
—¿A qué textos te remiten estos tiempos de pandemia?
—Soy profesora en Historia y el tema de las pestes y pandemias siempre me apasionó. Así que en mis cursos por lo general enseño sobre las pestes en la Antigüedad o la Edad Media. Durante la cuarentena seguí profundizando los contenidos al respecto y leí un libro muy interesante sobre las epidemias de cólera y fiebre amarilla en Buenos Aires durante el siglo XIX, me refiero a Morir en las grandes pestes de Maximiliano Fiquepron.