Diario Hoy conversó con uno de los máximos exponentes de la escena musical rosarina: nacido en Funes, flamante campeón de la Elite Free y clasificado a la Red Bull Batalla Nacional, esta es la historia de un rapero que nació para ser leyenda.
Cuando llegó a Rosario levaba pocas cosas. Algo de ropa, sus auriculares y el recuerdo de sus amigos. Por lo demás, sabía andar con la seguridad de los que conocen su destino. A los trece años le había prometido a su madre que sería el mejor rapero de Argentina y, desde entonces, no hizo otra cosa que esforzarse por cumplir esa promesa.
—¿Cómo estás viviendo este momento bisagra en tu carrera?
—Con mucha felicidad. Desde el momento que tiré mis primeras rimas, siempre me proyecté, soñé y me gustó la idea de ir a más. En 2022, cuando yo me mudo a Rosario y empiezo a compartir con todos los pibes de acá en esta gran cultura, ya veía que eso pisaba fuerte. Había un tema de originalidad que tienen los pibes de acá. Yo vengo de un pueblo, entonces me cambió completamente la cabeza. Una vez que me mudé, empecé a ver la posibilidad de que las cosas crezcan.
—¿De dónde nace tu compenetración con el rap? ¿Tenés algún familiar vinculado a la música?
—Siento que aún no hice lo que tengo planeado para mi vida, lo que a mi realmente me gustaría hacer. Pero siempre sentí que quería hacer algo grande, que tuviera relación con las masas, con pararse frente a un público, con dar un mensaje. Lo artístico me llamaba la atención, pero nunca tuve una referencia familiar. Mi papá es médico y mi mamá trabajó muchos años en un estudio contable. Mi familia, te diría, es todo lo contrario de lo que hago. Cuando yo empiezo con esto de la música, ellos no entendían y me decían que me sacaba tiempo para estudiar. No tuve ninguna otra referencia más que mi alma y mi corazón. La vida misma me llevó adonde estoy.
—Contame la vuelta a Funes después del éxito en la regional de Rosario.
—Vivo la vida como una película. Empecé a rapear en los recreos del colegio con el que hoy en día es mi mejor amigo, El Negro. Si vos ves el streaming de Red Bull, atrás mío está mi hermano de toda la vida festejando y llorando él también. Mis amigos de Funes estuvieron ahí.
—A propósito de la amistad, una de las barras que se llevó el evento fue tuya: “Yo no tengo un millón, tengo un amigo que me quiere y eso vale un montón”. ¿Qué es la amistad para Luis Farías?
—Es fundamental en la vida. Es un aprendizaje compartido, es amor. Cuando la gente te habla de amor, muchos piensan en relaciones, en novias. Pero el amor para mi abarca la familia, la amistad. Tengo amigos que se han convertido en hermanos. Incluso los que veo cada tanto.
—¿Cómo fue vivir la Red Bull desde adentro?
—Hablando desde lo personal, me queda el orgullo de haber sido diferente a lo que se podría haber esperado de un competidor en ese marco. Me gusta haber ido con una propuesta diferente y haber podido salir airoso.
—Con la escasez de oportunidades que hay para el arte en general, te pido una reflexión sobre estos tiempos que estamos viviendo en nuestro país.
—Yo siento que no hay nada que esté en auge. Está dificilísimo. Me ocurre con el tema de los viajes, ahora me están empezando a invitar a eventos, pero es jodido para uno costearse los viajes. Tampoco somos famosos. En el ámbito del freestyle, vos podés ser reconocido, pero no te hace generar un ingreso fuerte.
—Hoy la cultura pareciera ser más que nunca un bastión de resistencia.
—Nosotros también tenemos la responsabilidad de dar un mensaje. Yo tengo un compromiso con lo que la música me hizo a mí, que fue transformarme, hacerme crecer, pensar, cuestionarme, inspirarme. Eso que me dio la música a mi yo lo intento devolver. Ahora bien, el artista no tiene que tener compromiso con nada: con uno mismo y si quiere.
—¿Qué es ser feliz para Luis Farías?
—Antes de todas estas cosas lindas que me están pasando, la vida me dio varios golpes, varios sufrimientos. Una vez, entrando a mi casa de Funes, le pregunté a mi mamá si algún dÍa iban a estar las cosas bien, si seremos felices. Mi vieja me contestó: “ Luis, mirá a tu alrededor: los árboles, los pájaros, el cielo. No sé qué más querés”. Las pequeñas cosas, dejarse llevar, equivocarse, volver a intentar. Eso es la felicidad.