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La foto más valiosa se vendió por 11.800 euros, que equivalen a 13.000 dólares.
Era la nieta del magnate de los medios más poderoso de Estados Unidos. En cuatro meses pasó de estar secuestrada a integrar una secta extremista.
10/03/2022 - 00:00hs
En febrero de 1974, Patricia Hearst fue secuestrada por el Ejército Simbionés de Liberación, una organización militar que se autoproclamaba de ultraizquierda pero que se dedicaba a robo de bancos y secuestros extorsivos. Su insignia era una cobra de siete cabezas. El jefe de la banda era Donald David DeFreeze, un norteamericano de por entonces 30 años. A los 21 había sido arrestado por robo y cuatro años después por tenencia de explosivos. Se hacía llamar “Cinque”, en honor a un africano que capturó un barco en la costa de Cuba en 1893.
Patricia Campbell Hearst tenía 20 años cuando fue secuestrada. Nieta de William Randolph Hearst, dueño de la mayor cadena de diarios de los Estados Unidos –en él se inspiró Orson Welles para hacer El ciudadano–. Patricia se había criado en una casa de 22 habitaciones en Hillsborough. Estudió Historia del Arte en Berkeley y soñaba con ser actriz. En 1973 dejó su casa y se mudó a un departamento con su novio, Steven Weed, profesor de Filosofía y miembro de un movimiento pacifista que bregaba por la paz en Vietnam. Vivían juntos en un departamento y pensaban casarse en junio de 1974.
Patricia fue secuestrada por un comando integrado por dos hombres y una mujer, armados con fusiles, que entraron a su vivienda, desvanecieron de un culatazo a Steven y la arrastraron hasta un auto estacionado en la puerta. La encerraron en el baúl y huyeron.
Tres días después, una radio de Berkeley recibió una carta del Ejército Simbionés de Liberación, que decía: “La señorita Patricia Hearst es nuestra prisionera de guerra. Está detenida en una región protegida, y el Tribunal del Pueblo ha decidido lo siguiente: si nuestros soldados Joseph Remiro y Russell Little no recuperan la libertad, la prisionera será condenada a muerte”. Las personas cuya liberación exigían los secuestradores estaban presos en la cárcel de San Quintín por haber asesinado el 6 de noviembre de 1973 al educador negro Marcus Foster.
El 12 de febrero de 1974, los padres de Patricia Hearst recibieron una cinta grabada: “Mamá, papá, estoy bien. No me han golpeado ni me han matado de hambre. Tampoco me asustan sin necesidad”. Luego se escuchaba al jefe de los secuestradores pedir un rescate de 400 millones de dólares: “De lo contrario, ejecutaré a su hija”.
Si bien el grupo se reivindicaba de izquierda y enarbolaba como objetivos “destruir la propiedad privada, reformar el sistema carcelario y romper todas las formas de racismo, sexismo, capitalismo, fascismo, individualismo, posesión y competencia”, la auténtica izquierda norteamericana los repudiaba: la comunista negra Angela Davis condenó el secuestro de Patricia Hearst, y Huey Newton, jefe de las Panteras Negras, declaró que el Ejército Simbionés atentaba contra el pueblo.
El 2 de abril, tras un mes y medio de silencio, Randolph Hearst II recibió una nueva grabación. Primero escuchó la voz de DeFreeze: “Su hija fue liberada, pero no quiso marcharse. La hemos aceptado como camarada. No hay más nada que negociar”. Luego de una pausa, la voz de Patricia: “He decidido quedarme con el Ejército Simbionés de Liberación y luchar junto a sus miembros. Hablo con entera libertad. No me han torturado ni me han obligado a tomar narcóticos”. A partir de entonces, adoptó Tania como nombre de guerra, en memoria de la guerrillera argentina Tamara Bunke, que combatió junto al Che Guevara en Bolivia.
Trece días después, un grupo de personas que vestían camperas, jeans y boinas entraron armados al Hibernia Bank Branch, un banco ubicado en el distrito Sunset de San Francisco, y una de las mujeres gritó: “Somos del Ejército Simbionés de Liberación”. Era Patricia Hearst, quien se paró frente a la cámara de seguridad, ametralladora en mano, como si quisiera asegurarse de que al día siguiente su fotografía estuviera en todas las primeras planas de la prensa norteamericana.
Al mes siguiente, la guarida de la banda fue arrasada, y sus miembros, muertos. Pero a Patricia Hearst no la encontraron. Algunos rumores la ubicaban en el sur de los Estados Unidos. Otros decían que se había fugado a Londres. El 18 de septiembre de 1975 fue arrestada en el departamento de otro militante, y al año siguiente fue sometida a juicio. Allí declaró que durante su secuestro fue encerrada en un armario y sometida a abusos físicos y sexuales. Los psicólogos hablaron de un caso extremo de síndrome de Estocolmo. Fue indultada por Bill Clinton en las últimas semanas de su mandato.