La reconocida antropóloga dijo que el coronavirus nos dejó la enseñanza de que “nada es inamovible, todo puede ser alterado, y eso
es lo que les mueve el piso a los dueños del planeta”.
Doctora en Antropología egresada de la Universidad de Belfast, Irlanda, y profesora de Antropología y Bioética en la Cátedra Unesco de la Universidad de Brasilia, Rita Segato compartió algunas consideraciones acerca de las distintas interpretaciones sobre la pandemia.
—¿Cuál es la interpretación que extrae de estos tiempos tan extraños?
—Por mi parte, veo el Covid-19 como Ernesto Laclau vio a la figura de Perón en la política argentina: un “significante vacío” al que diversos proyectos políticos le tendieron su red discursiva. También lo veo como un evento que da origen a un “efecto Rashomon”, evocando aquí la forma en que en las Ciencias Sociales se ha usado el tema del clásico filme de Kurosawa: un mismo crimen relatado desde cuatro perspectivas de interés diferentes.
—¿El virus es un evento de la naturaleza?
—Es importante acatar la idea de que, aun si este virus fuese un resultado de la manipulación humana en laboratorio o una consecuencia de la forma abusiva en que la especie ha tratado su medio ambiente, igualmente y de todas formas se trataría de un evento de la naturaleza. ¿Por qué? Porque nosotros somos parte de esa misma naturaleza.
—El ser humano se ha colocado en una posición de omnipotencia.
—Frente a esta pandemia, tenemos la oportunidad de salvarnos de esta trampa y conseguir entender que, aunque sea el efecto de nuestra interferencia, el virus que nos está enfermando es, de todas maneras, un evento natural de ese acontecer sinuoso e imprevisible que es el tiempo. Y lo es porque resulta de una interacción dentro del reino de la naturaleza, de cuya escena somos parte. El salto de un virus del animal al humano debe leerse de esta forma, que nos recoloca en esta posición de ser parte del mundo natural.
—Un mundo natural imprevisible y que está más allá de nuestro control.
—El virus da fe de la vitalidad y constante transformación de la vida, su carácter irrefrenable. Demuestra la vitalidad de la naturaleza, con nosotros dentro de ella. Se ha mostrado una realidad que nos excede y supera todo voluntarismo. Occidente se enfrenta así con lo que constituye la dificultad suprema del mundo colonial moderno, porque la meta por excelencia del proyecto histórico eurocéntrico es la dominación, cosificación y control de la vida.
—Demostró que los países “desarrollados” carecían de seguridad y capacidad de cuidado.
—Atacó a políticos de alto rango y empresarios de poderosas corporaciones. Hizo sorprendentes bajas entre las élites cosmopolitas. Le mostró al mundo que, sin lugar a dudas, todos somos mortales. Se comportó como un migrante al que nadie le coloca vallas. Llevó al propio Henry Kissinger a hablar del fin de la hegemonía norteamericana.
—¿Puede considerarse que la pandemia, en algún sentido, será aleccionadora?
—Es posible preguntarse si el universo que habitábamos no adolecía ya de una precariedad insostenible. Ha demostrado que se puede cambiar la realidad prácticamente de un plumazo. He aquí una pedagogía ciudadana: nada es inamovible, todo puede ser alterado. Y eso es lo que les mueve el piso a los dueños del planeta.
—¿Qué predicción se puede hacer, con qué datos claros manejarnos?
—Lo que importa es aprender a estar, y soportar el suelo en movimiento debajo de los pies. He sugerido en otra parte que una politicidad en clave femenina se adapta mejor a este tipo de contingencia, en la que salvar la vida es todo lo que importa.