La tarea de crear memoria
Georgi Gospodinov es el escritor búlgaro más popular, tiene 56 años, y está convencido de que el recuerdo personal y colectivo son fundamentales para construir el futuro.
culturaEl 30 de octubre de 1983, el gran juglar argentino dio un concierto en Estados Unidos y acaba de ser editado por Registros de Cultura.
02/10/2024 - 00:00hs
El día en que se celebraron las primeras elecciones presidenciales luego de la última dictadura, Atahualpa Yupanqui daba un concierto en la Universidad de Michigan, Estados Unidos. Fue parte de su primera y única gira en ese país. La grabación de ese concierto permaneció más de treinta años guardada en una caja de zapatos. Javier Chalup —factótum del sello discográfico platense Registros de Cultura— restauró la cinta original y, acompañada por un libro de 64 páginas, acaba de editarlo.
El hecho reviste una enorme importancia cultural. No solo porque escuchar cantar a ese emblema de la canción popular de estas tierras es siempre una experiencia conmovedora, sino también porque hay también el relato de Atahualpa, su decir calmo y preciso, que contextualiza, revela detalles, y comparte algunas claves de los temas interpretados. A este hombre para adentro, que se reía poco, a veces le crecían los pliegues alrededor de los ojos que se le encendían irónicos para dejar caer alguna muestra de su humor corrosivo. De eso también hay en el disco.
Su manera de ser internacional era ser profundamente provinciano, y este concierto es una buena muestra de ello. Héctor Roberto Chavero nació el 31 de enero de 1908 en Peña, partido de Pergamino, hijo de un empleado ferroviario. Por exigencias del trabajo de su padre, pasó su infancia viviendo en distintos pueblos de la Provincia de Buenos Aires. En las mateadas que reunían a los peones después de las jornadas de trabajo, fue tomando contacto con la música. A los 9 años, se radicó en Tafí del Valle, Tucumán, “el reino de las zambas más lindas de la tierra”. Cuatro años después, volvió a Junín, donde trabajó en los más variados oficios: hachero, arriero, mandadero, oficial de escribanía, y corrector de pruebas en el diario del pueblo. Empezó a escribir sonetos ingenuos para la revista de la escuela, firmando con el seudónimo de Atahualpa Chavero. Poco después, firmaría una monografía sobre los doce incas y adoptaría el nombre con el que sería conocido para siempre.
A los 19 años, Atahualpa Yupanqui hizo su primera grabación, Camino del indio. Trabajaba en pequeños escenarios. Durante siete años militó en el partido comunista, lo que le aparejó prohibiciones y se convirtió en “el payador perseguido”. Trajinó las serranías de la patria, las hondas quebradas, el misterio de los montes, las tierras sedientas donde el salitral miente mares y falsos diamantes. Pasó temporadas entre kollas, mestizos y paisanos. Durmió en chozas en paisajes abochornados por la miseria. Y, en todos lados por donde anduvo, llevó su música de raíces, y su poesía en la que resplandecen las verdades más hondas de la tierra.
El libro que acompaña a la grabación tiene reproducciones facsimilares de dos cartas a Nenette. Antonieta Paula Pépin Fitzpatrick, Nenette, era una pianista canadiense que compartió con Atahualpa sus últimos cincuenta años de vida. Bajo el seudónimo de Pablo de Cerro, fue la autora de la música de muchas obras muy emblemáticas del repertorio de Yupanqui, como Chacarera de las piedras, El alazán o Guitarra dímelo tú.
Este trabajo, cuya divulgación se debe a un sello platense, muestra cuán honda sigue siendo la huella dejada por Atahualpa, con una obra que se alza como una de las más grandes montañas de nuestra geografía musical. Una obra que, como él certeramente profetizó en Destino del canto, ninguna fuerza abatió, porque se nutre con su propia luz. Una luz que renace cada día, para ser. Un artista que, como Goethe, sabía que el éxito se puede alcanzar, pero solo la gloria se conquista.
Gracias a este concierto que podemos volver a escuchar merced al esfuerzo descomunal de Registros de Cultura, comprobamos cuán encendida sigue la antorcha que este cantor llevó empecinadamente, señalado por la tierra.