De ciudad en ciudad, la familia del circo lleva su casa a cuestas y reúne a varias generaciones. “La realidad es que siempre estamos lejos de alguien, siempre hay alguien para extrañar”, manifestaron integrantes de este particular universo.
Apostada en terrenos baldíos o los estacionamientos de los grandes supermercados, la familia del circo monta su carpa y se integra a la rutina de cada ciudad durante un puñado de meses. Luego, en el preciso momento en el que parece integrarse definitivamente al paisaje, ya no está allí. Detrás de esa magia que ponen en escena, decenas de hombres y mujeres trabajan día y noche para mantener en marcha el motor de la ilusión.
“Una de las satisfacciones más grandes es llevar el espectáculo a lugares donde no suelen llegar las atracciones”, dijo Sebastián López, director general del Cirque XXI 360. “Es una gran alegría recibir los agradecimientos y las felicitaciones al final de cada función. Significa que el trabajo de uno, que es entretener, alegrar y divertir a la familia, se ha logrado”, agregó.
Parte de una larga saga familiar dedicada a la vida circense (“cuarta generación de parte de padre; quinta generación de parte de madre”), López aprendió los rudimentos del oficio desde la más tierna edad. Con solo dos años comenzó siendo payaso, después pasó por las acrobacias y, finalmente, llegó a convertirse en el director del circo que estos días se encuentra en el estacionamiento de Walmart. “Podría decir que en nuestro país, así como en este circo, un 70% u 80% de la gente que se dedica a esto viene de una tradición familiar”, afirmó López. Y sumó: “Después, también tenés algunos chicos que aprenden en las distintas escuelas de circo y se van en gira con nosotros”.
Melisa Videla nació en un hospital de Lanús Este, pero ya entonces era parte del circo. “Soy cuarta generación de circo. Toda la vida estuve involucrada en esto y ahora mis hijos también. He cumplido muchos roles, aprendiendo cosas diferentes. Cuando era chica mis padres me enseñaron acrobacia, trapecio y equilibrio. Entonces, cuando comencé en la parte artística ya me gustaban mucho las cosas aéreas. Después empecé a desarrollar tareas en la parte publicitaria, y ahora estoy abocada a la administración y la organización del espectáculo. En el circo hay muchas cosas que hacer. Está lo que ve la gente y está el detrás de escena”, explicó.
Aunque se trata de un viaje de cincuenta kilómetros, el circo debe poner en regla todos sus vehículos y arreglar cada una de las luces y equipos que se rompen con cada desmontaje. Casi todos los integrantes de la troupe viven el 100% del tiempo en el circo, pero incluso aquellos que tienen sus casas en otro sitio deciden quedarse durante la semana.
“Llegamos a una ciudad y los que tenemos hijos salimos a buscar escuelas para que puedan concurrir.Cada cual tiene su casa, su familia, y, en un punto, es como la vida de cualquier persona”, dijo Videla.
La dinámica es cíclica: los fines de semana tienen sus funciones y el lunes se descansa; los martes comienzan los ensayos para una nueva rutina, el trabajo de vestuario, los trámites administrativos, la pintura, el lavado o los arreglos técnicos.
“Una de las grandes alegrías que nos da el circo es la posibilidad de viajar de un lado al otro y conocer el país. Es como trabajo y vacaciones permanentes. La contra es que, por la misma razón, uno no puede echar raíces. No puede hacer amigos. No puede sostener una familia más que la familia que uno tiene dentro del circo. Siempre estamos lejos de alguien, siempre hay alguien para extrañar”, concluyó Videla.