Cristina: aclaraciones que oscurecen

Política

02/03/2014 - 07:01hs

Al inaugurar el periodo de sesiones del Congreso nacional, la primera mandataria pronunció un discurso totalmente alejado de la realidad. Ni siquiera mencionó los dos principales problemas que tiene el país: la inflación y la inseguridad

Si no fuera trágico, ya que está en juego la vida, la hacienda y el futuro de millones de argentinos, el discurso que pronunció ayer la presidenta Cristina Kirchner, ante la Asamblea Legislativa, podría formar parte de un sketch humorístico. 

Fue la sexta alocución de presidenta ante el congreso, y el anteúltimo como primera mandataria en ejercicio, ya que en diciembre del próximo año deberá dejar de ocupar el sillón de Rivadavia, tal como lo establece la Constitución nacional. 

Cuesta encontrarle algo positivo a lo que dijo CFK, más allá de la capacidad de oradora que le permite hablar durante 3 horas sin sonrojarse cada vez que distorsiona la realidad con afirmaciones que no tienen ningún tipo de veracidad.

Rodeada por los habituales aplaudidores que sólo trabajan como autómatas que asienten y celebran todo lo que dice su jefa, y en un contexto donde los palcos fueron colmado por militantes rentados de agrupaciones como La Cámpora que dejará de existir cuando el kirchnerismo deje de manejar las cajas del Estado, la primera mandataria ni siquiera dedicó una línea de su extenso discurso para mencionar la palabra “inflación”. Prefirió hablar "del aumento de valores que no se condicen con la realidad y saquean el bolsillo de los argentinos".

La realidad corre por caminos diferentes. Tal como lo hemos expuesto infinidad de veces en las páginas de nuestro diario, la inflación, que consiste en el aumento sistemático en los precios de los bienes, es la consecuencia de un aparato productivo desbastado que ni siquiera está en condiciones de satisfacer la demanda local. La falta de reglas de juego claras para atraer inversiones estratégicas, las medidas impositivas que castigan al que produce -en busca de una recaudación que sostengan el infame sistema de clientelismo político montado por este gobierno- y una emisión monetaria descontrolada ante la necesidad de tapar los agujeros fiscales, han llevado a una espiral inflacionaria que no parece tener techo.

En definitiva, los precios en la Argentina no suben producto de un castigo divino, sino que son la consecuencia de los desaguisados cometidos por la administración kirchnerista.

Lejos de reconocer los problemas, los datos económicos que ayer tiró a diestra y siniestra la presidenta no resisten el menor análisis. Por ejemplo, la primera mandataria llegó a afirmar que “estamos atravesando el mayor periodo de crecimiento de la historia”. De ser así, ¿cómo se explica entonces que tengamos 11 millones de pobres y que desde hace siete años estemos atravesando un proceso inflacionario que ahora ha explotado en nuestras narices?, ¿cómo se explica la crisis energética que nos provoca una sangría de más de 15.000 millones de dólares anuales?

¿Y la inseguridad?

Así como no mencionó la palabra “inflación”, la primera mandataria tampoco habló sobre la inseguridad y el narcotráfico, dos flagelos estrechamente entrelazados que están causando verdaderos estragos en nuestros país al punto de que, en lo que va del año, sólo en Capital Federal, el Conurbano bonaerense y La Plata, se produjeron más de 30 homicidios. Eso sí, el tiempo que no le dedicó a estos temas, lo uso para retar a un camarógrafo en público: "Vos Nene, vos que tanto enfocas a los legisladores de la oposición, enfocame acá", lo interpeló. 

En otras palabras, en el gobierno kirchnerista sigue existiendo la estrategia de no reconocer los problemas, lo que hace que se vuelva cada vez más difícil encontrar las soluciones. Para cualquier médico es imposible curar una enfermedad sino se tiene un diagnóstico preciso. En política y economía sucede lo mismo, si los problemas se siguen negando o se buscan esconderlos debajo de la alfombra, más difícil será encontrar las soluciones. 

Cortes de ruta: un pedido con mucha hipocresía

Durante su discurso, CFK afirmó que “hay derecho a la protesta pero tenemos que respetar a los demás ciudadanos” y adelantó que  propondrá legislar para conseguir “una norma de convivencia urbana”. Es decir, buscaría impedir los cortes de rutas, caminos y autopistas, como los que proliferaron en los últimos meses.

El pedido está cargado de hipocresía ya que, en no pocas ocasiones, el kirchnerismo se sirvió de los cortes de ruta como fuerza de choque, como forma de apriete contra distintos sectores en pos de imponer sus puntos de vista por la fuerza. No es casualidad de que dirigentes de origen piquetero como Luis D´Elía, Emilio Pérsico y Edgardo De Petri –y muchos otros- formen parte del oficialismo, ya sea como dirigentes, legisladores o funcionarios.

Asimismo, lo que no quiere decir la primera mandataria es que los cortes de ruta, y las usurpaciones que vienen proliferando, son el resultado de la crisis económica y social ocasionado por su propio gobierno, que jamás tuvo como proyecto político generar las condiciones para que los sectores socialmente más postergados pudieran progresar en función de la cultura del trabajo. En lugar de garantizar las condiciones para que haya inversiones que generen trabajo genuino, se castigó de forma sistemática al sector productivo.

El conflicto docente

Al igual que lo hizo el año pasado, la presidente embistió contra el sector docente que viene reclamando mejoras salariales y, consecuencia de ello, podrían no empezar las clases el próximo miércoles.

 CFK cuestionó que "cada años sea un parto el inicio de clases" por la complicada negociación paritaria entre los gremios docentes y el gobierno, rechazó que se tome "de rehén a los chicos" y defendió la decisión de incluir el rubro presentismo entre los ítems de aumentos de sueldos que este año discuten los sindicatos con el Ministerio de Educación.

"Sé que a mis compañeros docentes y a los que no lo son también el tema del presentismo les produce urticaria", afirmó la presidenta en el discurso ante la Asamblea Legislativa, pero argumentó que ese concepto -o el de "presencia pedagógica"- es central para establecer un estándar de calidad educativa, para que los chicos tengan clases todo el año”.

Ahora bien, de lo que no habla la presidenta es que, si todos los años sucede lo mismo con los docentes, es porque está década no significó ningún progreso para el sistema educativo estatal. 

Cada vez son más las familias de condición humilde que se esfuerzan por mandar a sus hijos a colegios privados, ante las desconfianza que les genera la pérdida de días de clases y los problemas de infraestructura en las escuelas públicas, que hace rato dejaron de ser el modelo a seguir en Latinoamérica. De hecho, en casi todas las pruebas internacionales que miden la calidad de la educación, los alumnos argentinos terminan por debajo del rendimiento que muestran sus pares chilenos, uruguayos y brasileños en materias como matemáticas y física, como así también en el área de compresión de textos. Asimismo, en un contexto de precarización social como el que se viene registrando en el último lustro, con bolsones de pobreza y marginalidad que se han extendido como una mancha de aceite,  los docentes se han ido proletarizando. Obligados a tener dos o tres cargos para llegar a fin , teniendo que afrontar situaciones de vulnerabilidad social con chicos que en muchos casos reciben el único plato de comida del día en una escuela, la consecuencia lógica de este proceso es que la educación pública esté en ruinas. 

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