El reciente auge en los mercados refleja una aparente estabilidad financiera impulsada por medidas de alto riesgo y acumulación de deuda. Sin embargo, los desafíos estructurales y la dependencia de capital extranjero revelan una economía con poca solidez y un horizonte incierto.
El Gobierno intenta dar la impresión de un buen momento en los mercados financieros, mostrándolo como un logro en su estrategia económica. La reducción del riesgo país, la leve apreciación de bonos locales y la estabilidad en los dólares paralelos son algunos de los puntos que intenta exhibir.
Sin embargo, esta “calma” no es más que una fachada. Lejos de brindar soluciones reales y duraderas, el equipo de Javier Milei se apoya en medidas de corto plazo que no enfrentan los problemas estructurales de la economía argentina. Así, la supuesta estabilidad es, en realidad, un espejismo sostenido a base de parches que, tarde o temprano, dejarán en evidencia la falta de dirección.
Para sostener este clima momentáneo, el Banco Central ha intervenido activamente en el mercado cambiario, dilapidando reservas de divisas en un intento por controlar el dólar contado con liquidación. Pero el stock de reservas en moneda extranjera es tan frágil que, ante una posible apertura del tipo de cambio, el sistema no tendría sustento.
Mientras tanto, el Gobierno parece ignorar las dificultades en el comercio exterior, agravadas por el aumento de importaciones que, lejos de compensarse con exportaciones suficientes, generan una sangría de divisas.
En vez de estructurar un esquema que reactive la producción nacional y fortalezca el ingreso de dólares genuinos, el equipo económico se conforma con una estrategia que evidencia una peligrosa dependencia de factores externos y medidas temporales.
Ajuste fiscal como prioridad en detrimento del bienestar social
La base de esta “primavera” financiera también se sostiene en la confianza de los inversores, quienes confían en que el Gobierno priorizará el pago de la deuda sobre cualquier otra obligación del Estado.
Esta postura, impulsada por el equipo de Milei, muestra que los intereses de los sectores financieros se anteponen, de forma clara, a los de la sociedad argentina. Para dar señales positivas a los mercados, el Gobierno ha implementado un ajuste fiscal drástico, atacando áreas como seguridad social, obra pública, transferencias a universidades y provincias.
Esto no solo perjudica la calidad de vida de los ciudadanos, sino que afecta el desarrollo futuro del país, sacrifica sectores esenciales en pos de un compromiso con los acreedores.
Durante el año, el ciclo financiero pasó por diversas etapas. Al inicio, los mercados respondieron de forma positiva a las políticas de austeridad y a las medidas orientadas al mercado que adoptó el Gobierno. Esto generó una reducción en el riesgo país y fortaleció el precio de bonos y acciones locales, en lo que parecía una muestra de confianza.
Sin embargo, la viabilidad de este modelo pronto mostró fisuras, y el riesgo país volvió a subir hasta los 1,650 puntos, enfriando el entusiasmo inicial. Solo al reafirmar su compromiso de pago de la deuda, el Gobierno logró reducir nuevamente este indicador, renovando temporalmente el interés en los activos locales.
La estrategia económica del Gobierno de Milei es débil y carece de sostenibilidad. Lejos de plantear soluciones a largo plazo, el ajuste fiscal se traduce en una carga insostenible para un país en recesión. La reducción del gasto público en sectores como los salarios estatales y las jubilaciones.