“Lo dejo porque estoy en la calle”

“Lo dejo porque estoy en la calle” es el mensaje con el que se encontró una vecina de Florencio Varela, cuando vio a un bebé de poco más de un año en la vereda de su casa, en la localidad de Bosques, en horas de la madrugada del viernes. El papel estaba entre la ropa del nene, que estaba dormido en el cochecito

Todos fuimos algunas vez niños, muchos son hoy padres. Y todos podemos sentir el frío de la mañana calando en ese bebé de poco más de un año, la angustia de la madre que debió abandonarlo en plena calle, en su cochecito, tapado con frazadas, su mamadera y una nota tan breve como desgarradora, escrita de puño y letra, a las apuradas, en un pedazo de papel mal cortado: “Lo dejo porque estoy en la calle”.  

La terrible escena se vivió ayer en la localidad de Bosques, en el Conurbano bonaerense, cuando una mujer advirtió la presencia del niño y notificó a la Policía, que afortunadamente lo asistió.

Tantas veces hablamos de cifras y porcentajes, del tercio de la población que no come, los 14,6 millones que, como anticipó la UCA, terminarán este año en la pobreza. 

Y sin embargo, esos números, que son tremendos, maquillan en su frialdad la crueldad que padecen esos millones, nos abstraen de pensar en esas vidas destrozadas. En ese niño abandonado, al que podríamos llamar José, lejos del calor materno que reconforta, librado a su suerte, a la intemperie; en esa mamá, María pongamos, abandona-da también, por un Estado que no le da esperanzas, ni posibilidades y entonces, casi en un grito desesperado, como puede, con lo que tiene -una lapicera, un papel- dice que luego de haber amamantado y cuidado a su pequeño por unos cuantos meses, no puede más. Rezará ahora porque la calle, tan violenta, tan tierra de nadie, se apiade de ese niño. “Esta es la realidad, la única verdad”, parece decir, antes de salir a buscar la vida, ya sin su niño.

Es la crónica desesperada de una madre y su hijo cuyos caminos se separan sin que ningo de los dos entienda bien por qué: ella, que en silencio llorará imaginando los días y las noches de su bebé; él, condenado a un futuro sin sus progenitores, sin el abrazo materno de la tierna infancia. 

Caminando para hacerse un destino, José  preguntará, buscará respuestas, quizá maldecirá muchas veces su suerte. 

Ya de grande, alguien, ojalá su madre, le  explicará que le tocó nacer en una Argentina naturalmente rica, que supo ser granero del mundo, pero que los sucesivos políticos fueron empobreciendo; le contarán que fue engendrado en un país mandado por un Presidente y una Gobernadora que prometieron cambiar todo lo malo, iluminar el camino, pero sembraron más oscuridad, multiplicaron la pobreza, el desempleo, desmembraron familias. Le dirán todo eso y quizá no entienda, tal vez le parezca ficción,  poco creíble. Ojalá. Será señal de que de verdad cambiamos.