EN FOCO

Sí, se puede… salvar al país

Como entonces, encauzar la Argentina demanda la creación de empleos de calidad para garantizar la inserción social, la mejora de ingresos, la distribución de la riqueza y la decidida disminución de la pobreza.

Tantas veces la mataron, y sin embargo sigue en pie. Resucitando. Como la cigarra de María Elena Walsh. Como el ave Fénix que renace. Pero tiene que haber un día en que la Argentina no necesite morir para volver a nacer. 

¿Cómo puede explicarse que este país, que hace años fue granero del mundo, hoy ni siquiera es capaz de alimentar como corresponde a todos sus hijos? ¿Qué argentino puede realizarse si a su lado camina un niño de pies descalzos, con la barriga vacía por el hambre y la desnutrición? ¿Cómo puede tener lugar la pobreza en una nación rica en su origen y en la que está todo por hacerse?

En numerosas ediciones nos hemos hecho esas preguntas, que incomodan, pero cuyo fin no es agobiar, sino que deben ser el punto de partida para encontrar respuestas: el faro hacia un futuro esperanzador. 

Para quien quiera ver, para quien quiera oír, esa salida, clara y fundamental, existe. 

Resurgir, como el ave Fénix

Tal como lo advirtieron brillantes intelectuales del desarrollismo antes, durante y después del estallido del 2001, el país puede resurgir de entre sus cenizas, como el ave Fénix, si se proyecta un plan estratégico que contemple el crecimiento equitativo, que sea sustentable en el tiempo y no se base en el endeudamiento, sino en el trabajo y el esfuerzo de los sectores productivos.

Desarrollo económico, equidad social y mejoramiento de las condiciones de vida de los argentinos deben ser los nombres del futuro. 

Como entonces, encauzar la Argentina demanda la creación de empleos de calidad para garantizar la inserción social, la mejora de ingresos, la distribución de la riqueza y la decidida disminución de la pobreza. 

El plan requiere más acción que eslóganes y expresiones de deseo pomposas. Por ejemplo, la promoción de empleos intensivos y socialmente deseables, como la construcción masiva de viviendas, servicios de familia, ampliación del cuidado infantil y de ancianos a domicilio, entre otras actividades comunitariamente relevantes.

De una vez por todas habrá que comprender enfáticamente que los sectores de ingresos  bajos y medios-bajos, jubilados, PyMES y pequeños productores de las economías regionales son los que más sufren las secuelas de la inflación, los tarifazos y la presión tributaria. Para que su desarrollo y crecimiento sean posibles el Estado, en unión con los sectores de ingresos altos, deberán contribuir con denodados esfuerzos.

También es hora de que los bancos, grandes privilegiados de los modelos que excluyen, se pongan al servicio de la producción, apoyada por la banca pública y cooperativa.

Un plan inclusivo exige, además, un sistema impositivo realmente progresivo, que disminuya el IVA, que penalice la riqueza fácil y ociosa, que grave las altas rentas y la renta financiera, pero estimule la inversión productiva, poniendo el foco en la reactivación de las economías regionales, verdadero motor del interior del país.

Impera, de una vez y para siempre, recuperar la concepción de Nación, para que el Estado sea de todos y no un botín de guerra de los poderosos ni de los intereses externos, para que la actividad financiera sea un servicio público y no un juego de especulación, de fuga de capitales y empresas offshore.

Ningún país puede levantarse sobre las bases del desempleo, la suba desmedida de precios, la pobreza y la indigencia. Más aún, en una Patria que, como se dijo, lo tiene todo. Sucede que ese todo hoy sigue en manos de unos pocos, mientras otros tantos no tienen garantizado el acceso a derechos básicos como la salud, la educación o la alimentación. Así, millones quedan en el camino, sin dignidad ni esperanzas ni sueños de futuro.

El Gobierno tiene en sus manos una herramienta fundamental: la confianza que le depositó el soberano para que motorice el cambio. 

Para lograrlo, se requiere la unión real de los argentinos, con gente honesta, que se descarne en sus intereses y piense en grande en la Patria: trabajadores y empresarios, profesionales, estudiantes, artistas, intelectuales, militares y sacerdotes que quieren ver la prosperidad de su pueblo, con una sociedad más justa, libre, segura y espiritualmente gratificante para las generaciones que los sucedan.

Se necesitaron años de decadencia para llegar a la situación actual. La salida no será fácil, pero si se quiere salvar al país, se puede.