Yo madre, pido perdón

Política

01/02/2018 - 05:00hs

Al escribir esta nota siento que se me parte el corazón, porque pensar que un hijo mío haya podido hacer todo lo que los diarios y la televisión dicen que hizo me hace preguntar cómo es eso posible.

Marcelo, mi hijo, fue formado y educado en el seno de una familia donde recibió cariño, amor y respeto. A los 25 años, ya recibido de ingeniero en la Universidad Nacional de La Plata, fue beneficiado con una beca para hacer un magíster en Estados Unidos, en Washington DC, gracias al Arzobispado de La Plata.

Tengo la profunda duda, que es lo que me mantiene en pie, de que el dinero que tiene mi hijo lo haya ganado por su capacidad intelectual y no estafando de la peor forma a los que tenía que defender.

Marcelo mamó desde la más tierna infancia, producto de los duros momentos que nos tocó atravesar como familia, valores relacionados con el esfuerzo y el sacrificio. Nosotros fuimos perseguidos por la Triple A, grupo que creía que respondíamos a la izquierda, pero también por el ERP, que consideraba que éramos de la derecha a raíz de la actividad gremialista de Antonio, mi esposo.

Eso llevó a que viviéramos aislados durante dos años en un pequeño departamento cuando mi hija Myriam tenía 9 años y Marcelo, 13.

Me cuesta creer lo que dicen de mi hijo. Tengo la esperanza de que todo esto sea una infamia.

Más allá de esa disyuntiva, quiero explicarles a mis queridos lectores algunas cuestiones importantes que se han publicado y que ponen en duda mi buen nombre y el de mi familia.

La casa que tengo en el Country de Hudson la adquirí hace 11 años con un crédito del Banco Provincia, cuando su titular era Gustavo Marangoni, y la terminé de pagar en 2015.

La vivienda que tengo en la localidad de Cariló la compramos con Antonio hace 28 años con un crédito que abonamos en dos años a la empresa Bosques Sociedad Anónima. Una firma de más de 30 años de actividad y muy respetada en su rubro. Transacción hecha en tiempos en que se confiaba en el valor de la palabra.

Y la propiedad que tengo en Bariloche la compré luego del fallecimiento de Antonio, mi esposo y compañero durante 57 años. Cuando la adquirí estaba en construcción. Este emprendimiento fue para llenar el vacío que me dejó la pérdida de mi entrañable marido. Pero no logré tapar el dolor que dejó su ausencia.

Esa obra la completé con los bosquejos de su anterior dueño, quien la había diseñado para su hijo, quien finalmente prefirió quedarse en Estados Unidos. Ahora estoy gestionando con arquitectos la presentación de los planos ante la municipalidad.

Justamente de Antonio nadie puede decir otra cosa que no sea que se esforzó para ayudar y dignificar a sus compañeros trabajadores. Esa fue su necesidad primaria, y es la que pensé que se había hecho piel en Marcelo, esperanza que aún abrigo.

Las obras literarias de Antonio van a estar en una biblioteca en la entrada del diario con acceso a todos los que quieran llevárselas. Lamentablemente, a pesar de que fueron escritas en 1999, tienen una vigencia absoluta.

Por eso, desde lo más profundo de mi ser, pido perdón, porque si son ciertas las acusaciones en contra de mi hijo, tengo que marcar, con todo el dolor de mi alma, una gran diferencia. Lo hago en defensa del honor de Antonio y de mi hija, Myriam. Ella es una brillante profesional y una mujer decente. Pero también en defensa de mis nietos, sobrinos y todos los que llevan con dignidad el apellido Balcedo.

A mis queridos lectores les prometo seguir con la lucha, la que hizo que libremos denuncias contra la entrega del país que concretó Carlos Menem, y, en su momento en absoluta soledad, contra el poderío de Cristina Fernández de Kirchner.

También contra la soberbia del extitular de la AFIP, Ricardo Echegaray, quien cometió todo tipo de canalladas entregando las riquezas de nuestro querido país. Fue cómplice manifiesto de hechos de corrupción mientras que algunos jueces, que ahora se presentan como libertadores, miraban para otro lado.

Cabe recordar que en agosto de 2014, luego de una investigación del diario Hoy, informamos que el ahora exjuez salteño Raúl Reynoso estaba involucrado de una red de sobornos y extorsiones en la que también estaba relacionado un hombre vinculado a Echegaray, Rafael Resnick Brenner,  el entonces titular de la regional que tiene la AFIP, que actualmente se encuentra procesado en el escándalo del Boudougate.

Confieso que aún no entiendo cómo el delincuente de Echegaray no está preso y solo fue imputado penalmente. ¿Será que tiene demasiadas “carpetas” que afectan a personas que están en el Gobierno y en el Poder Judicial, quienes deben someterse a su voluntad porque no resisten esas informaciones confidenciales?

Sin embargo, sí allanaron mi casa de Hudson. Efectivos de Gendarmería, a quienes agradezco el respeto y el profesionalismo con que actuaron, permanecieron cinco horas en mi domicilio y se fueron con las manos vacías.

Para concluir, insisto en que estas líneas las escribo desde el sentimiento, con profundo y desgarrador dolor, pero la noble misión del periodismo me obliga a hacerlo. Sé que ustedes sabrán entender. Mi compromiso con la verdad sigue y seguirá intacto.

Myriam Renée Chávez, viuda de Balcedo

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