El 31 de marzo de 1991, dirigiendo un partido de Estudiantes, debutaba en Primera como juez oficial de la AFA el luego denominado “Sheriff” Javier Castrilli.
Marcó un antes y un después en el arbitraje argentino. Generó amor y odio por su manera de dirigir y por todo lo que rodeaba a su peculiar personalidad. De gesto seco, mirada fija y escasas palabras, un 31 de marzo de 1991, hace ya 31 años, hacía su debut como árbitro Javier Castrilli.
Su presentación en Primera fue en el partido que Estudiantes le ganó en La Plata a Deportivo Español por 3-1 con una tarde fabulosa de Lorenzo Sáez, autor de los tres goles, mientras que José Albornoz descontó para el equipo gallego. De hecho, tres partidos más tarde, en un encuentro que el Pincha disputó ante Rosario Central, se armó una importante pelea entre jugadores en donde Castrilli resolvió expulsando a los capitanes y a otros dos jugadores, uno por cada bando.
El resumen de su carrera en las canchas de su país habla, también, de su estilo: expulsó a 202 jugadores en 232 partidos, a un promedio de 0,86 por partido. En los clásicos el porcentaje aumenta a 1,66. Fueron 99 defensores, 69 mediocampistas, 25 delanteros y nueve arqueros los que supieron de su estrictez.
El día que Maradona le dijo “botón”
“Explíqueme, yo soy un jugador. Explíqueme, por favor. Maestro, pero usted no está muerto. No está muerto. Pero estamos hablando como hombres, como seres humanos”, imploraba Diego Maradona después de haber sido expulsado en el partido entre Vélez Sarsfield y Boca Juniors del 16 de junio de 1996.
El que escuchaba era Javier Castrilli. Lo miraba con un rostro imperturbable. Literalmente, no se le movió un músculo de la cara frente al astro, al que expulsó por haberle acusado de ser el causante de los disturbios que se producían en las tribunas. “No te va a contestar”, le decía el arquero Carlos Navarro Montoya a su compañero en un intento por calmarlo. “Si no me va contestar es un botón, es un hijo de p…”, insistió Maradona antes de resignarse y partir, con toda la convulsión que la escena y el actor implicaban. El árbitro, efectivamente, no le respondió.