El nacimiento de los deportes y la competición.
Por Daniel “Profe” Córdoba
Todos sabemos que el hombre y su poder mental lo hicieron un ser viviente diferente y superior.
El puro animal se maneja por necesidades instintivas. Solamente pelea hasta morir por algunas necesidades básicas que debe satisfacer a saber: por comer, por procrear o por territorio. Satisfechas estas necesidades y según cada especie, hace de su vida y de su tiempo ocioso, absolutamente nada.
El hombre no pudo con su ambición de poder y su tiempo para no hacer nada. Ante tanta necesidad de no sé bien qué, utilizó sus momentos libres para pensar qué hacer con ellos sin medir salvajismo alguno. Tanto fue así que en todo el planeta fueron apareciendo prácticas competitivas que hoy vemos cada vez más depuradas pero que nacieron de una barbarie y falta de respeto por la vida (propia o ajena). Increíbles totalmente.
Si les contase que un deporte nacional puro como el Pato se jugaba con gallinas y/o patos vivos a los que debían atraparse montados en caballos a pelo, e introducirlos en un cesto, a ustedes hoy ¿qué les parecería?
Si les dijese que, y a pesar de que los ingleses atribuyen su invención, el fútbol quizás antes en el tiempo ya era practicado por indígenas de éstos lares en donde el balón era una vejiga de vaca y que, utilizando cualquier forma para hacerlo (inclusive hasta matarse entre sí), debía ser trasladada hasta territorio adversario para ganar el “juego-guerra” en cuestión, ustedes ¿cómo lo sentirían?
Y así podríamos recorrer la historia del nacimiento de los diferentes deportes a lo largo y ancho de nuestro planeta. Allí encontraríamos no sólo el por qué del título de esta nota, sino también entenderíamos la violencia que se va estimulando. Por ejemplo: vemos cómo millones practican y miran el retorno del circo romano en esa matanza del vale todo en un hexágono su máxima expresión.
Que para el humano masificado y consumista lo más importante que existe es el demostrar y poseer poder, ya desde tiempos remotos existe, aunque ni sepa qué hacer con él, y a costa de lo que fuere. Esto va tanto para el capo violento puntero impune del barrio como hasta el más poderoso mandatario que da orden de disparar lo que sea a quien y donde sea, creyendo que su maldad ambiciosa que mata inocentes, luego pueda justificarlo con la ya demasiado común frase: son daños colaterales.
Obviamente y agradeciéndole a quien fuese, existieron antes, hoy y siempre seres vivientes y humanos que solo les preocupan otros seres humanos, pero desgraciadamente son los menos y ya no por casualidad, y sí por causalidad, no son los que manejan el tristemente existente y oculto poder real.