El exjugador de Gimnasia y Villa San Carlos falleció ayer, luego de luchar 10 años contra la enfermedad de Wilson, un trastorno hereditario poco común.
Los futboleros de la región lloran la muerte de Maximiliano Kondratiuk, el exjugador de Gimnasia y Villa San Carlos que falleció ayer luego de una década batallando contra la enfermedad de Wilson. De acuerdo a lo que pudo saber El Clásico, el deceso se produjo por una hemorragia gástrica. El defensor aguerrido, dentro y fuera de la cancha, dejó un legado imborrable a los 36 años: Honrar la vida.
Cuando en el año 2003, el oriundo de Berisso debutó en la Primera de Gimnasia, su mirada se llenaba de ilusión y sueños. Saltó a la cancha con el N°36 de la camiseta del club en el que realizó las divisiones inferiores. Carlos Timoteo Griguol fue quien le ordenó que era el momento para presentarse en público. El rival de turno era Chacarita, el entonces juvenil reemplazó a Germán Castilla y el Lobo, esa tarde, ganó por 1-0.
Sin lugar en aquel plantel, decidió buscar minutos en el ascenso. Así fue como recaló en San Martín de San Juan, en donde fue parte del ascenso a Primera División en 2007, llegando a jugar cinco partidos más en la categoría superior del fútbol argentino. Luego vistió también las camisetas de Atlanta y Villa San Carlos. Pero su historia se desvió, la pelota y preparación de un partido, las señas particulares del rival de turno o del jugador que debía marcar dejó de ser lo importante para él, mucho más cuando regresó de su experiencia en el ascenso italiano.
La vida de Kondratiuk empezó a cambiar en 2011, al sufrir problemas hepáticos que derivaron en un sinfín de consultas médicas y estudios, hasta dar con el diagnóstico: Síndrome de Wilson, un trastorno hereditario que causa que haya demasiado cobre en los tejidos del cuerpo. El exceso de cobre causa daño al hígado y al sistema nervioso. Cuando se conoció su caso, el mundo del fútbol, ése que debió dejar a la fuerza, se solidarizó, se conmovió y le extendió la mano.
Fueron muchos los que aportaron para cubrir los gastos de la medicación y hasta se jugó un partido a beneficio en 60 y 118 (año 2015), al que asistieron varias figuras de la talla de los Mellizos Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, Enzo Francescoli, Oscar Ruggeri y hasta Troglio se puso los pantalones cortos para compartir el juego con varios de sus dirigidos. Los Amigos de Maxi se midieron con el equipo del Lobo y cinco mil personas dijeron presente. También el básquet, con un cuadrangular del que participaron Hogar Social de Berisso, Gimnasia y Esgrima, Juventud y Meridiano V aportaron en la cruzada solidaria. Incluso los estudiantes de la Escuela Técnica N°1, de Berisso, diseñaron un software de voces y señas para “devolverle la voz”. Hoy, cada uno de los que participaron y ofrecieron su pequeño granito de arena en ese gesto desinteresado estarán orgullosos de haber colaborado. De haberle dado fuerzas para no abandonar.
A pesar de que esa enfermedad lo puso en silla de ruedas y le quitó la voz, Maxi siguió luchando, mantuvo el optimismo y la fuerza para poder mejorar, con el apoyo incondicional de toda su familia, sus hermanas y su mujer Lorena. En el año 2017, escribió el libro Honrar la Vida con un mensaje muy claro: “Es una historia de vida, un ejemplo de superación y, sobre todo, una enseñanza formidable. Es la prueba de que siempre, sin importar el escenario que nos rodee, se puede ir en busca de la felicidad”.
Los hinchas de fútbol en la región lo recordarán como lo que fue: un aguerrido defensor de fútbol pero enamorado de la vida, que se animó a convertirse en escritor para compartir con todos sus vivencias, su ejemplo de perseverancia y una mirada desde el corazón.