Entrevista Exclusiva

Lita Stantic: “Pensé que iba a ser crítica porque no había lugar en el cine para la mujer”

Una de las grandes referentes del cine argentino será objeto de homenaje en un ciclo virtual con sus mejores trabajos. Además, prepara otros tres proyectos para los próximos meses. Una pionera que se abrió paso en un mundo de hombres.

Espectáculos

13/03/2021 - 00:52hs

Lita Stantic es el centro de un ciclo online de la Sala Leopoldo Lugones, en el que se podrá acceder a su trabajo. El Ministerio de Cultura de Buenos Aires organizó el ciclo “Lita Stantic, cineasta”, integrado por cinco películas que incluye títulos de María Luisa Bemberg, Lucrecia Martel, Pablo Reyero, Gustavo Fontán y la realizadora paraguaya Paz Encina. El programa se completa con Un muro de silencio, único largometraje dirigido por Stantic en 1993. Para saber más de esta pionera, y su carrera, diario Hoy la contactó. Las películas están disponibles en https://vivamos­cul­tura.buenosaires.gob.ar/ y en la web del Complejo Teatral de Buenos Aires: https://complejoteatral.gob.ar/cine.

—¿Cómo surge la idea del ciclo? Me llamó la atención el nombre que le pusieron, “cineasta”...

—Me pareció bien el nombre que le pusieron, soy una amante del cine desde chica y cuando era adolescente pensé que iba a ser crítica porque no había lugar en el cine para la mujer, en esa época prácticamente no había mujeres en ningún rubro, uno repasa el cine de los ‘40 ó los ‘50 y aparecía una vestuarista, pero hasta los maquilladores eran hombres, me habían dicho el cine es para los hombres, ya me lo advirtieron, me lo dijo un jefe de producción.

—¿Llegaste a ejercer la crítica?

—No, yo estudié Periodismo en el Sindicato de Prensa, estudié Letras en la universidad, me preparaba para escribir sobre cine, pero no llegué a hacerlo. Coleccionaba El heraldo del cine, porque tenía una amiga que su padre era el administrador del cine de Parque Chas, llegué a cruzarme con Chas de Cruz, para ver si podía conseguir los números que me faltaban. Era una revista que estaba en la casa de mi amiga, y me las daba.

—¿Cómo te abriste paso en un mundo de ­hombres?

—Para mí se abrió yendo a la facultad. Vi un aviso de un curso de guion de Simón Feldman y otras clases que dio en el mismo año: Del guion a la dirección. Ahí conocí gente que hacia cortometrajes, y fue el cortometraje que me abrió el camino hacia el cine. A fines de los sesenta hubo un auge de la publicidad, podías entrar por la producción. Lo primero que hice fueron cortometrajes y luego me convocó Néstor Paternostro para Mosaico, fue mi primera película, fui su asistente de dirección. En un momento a Octavio Gettino, se le ocurrió, un año antes del estreno de La hora de los hornos, que distribuyéramos cortometrajes, yo los reuní, y creo que esto se le ocurrió porque ya sabía que iba a tener que distribuir de una manera especial a La hora..., y ahí también estuve, en las exhibiciones clandestinas que se hacían de la película.

—Era un momento cuando todo era posible...

—El mundo cambió bastante hacia fines de los sesenta, fue una época especial en todo el mundo, con una apertura y la producción fue muy accesible para la mujer. En el año ‘68 muchos publicistas financiaron sus películas, Paternostro, Fisherman, De la Torre, era gente que hacía publicidad y financiaron sus películas, con equipos pequeños, de manera informal, recuerdo que en Mosaico trabajé 10 meses, porque se filmaban en días sueltos, no estaba la presión del Sindicato en ese momento y eran producciones que se autofinanciaban. Recuerdo que en Mosaico rodamos 30 mil metros de negativo de 35 milímetros, y él no quería que hiciéramos pizarra porque decía que cortaba el clima, y al terminar de filmar le dijo a Oscar Souto que la compaginara y él le dijo que la pizarra servía para ordenar el material, y yo me encargué de ordenar el positivo, estuve casi un año trabajando, ordené todo para que pudieran empezar a trabajar.

—Todo te dio un gran ejercicio que hoy es ­imposible vivenciarlo.

—Sí, había que hacer cine y hubo momentos en los que el Instituto no funcionaba o era muy difícil conseguir créditos, por eso financiaban con lo que hacían en publicidad, 30.000 metros era muchísimo, las películas de María Luisa Bemberg se hacían con 15.000 , la relación era 5 a 1 en ese momento y el negativo era caro, una película tiene alrededor de 3.000 metros, hoy se filma mucho más porque no hay un tema con el negativo.

—¿Qué película fue la más complicada de rodar? Sé que trabajaste con Vanessa Redgrave, que vino hace un tiempo para un festival de Mar del Plata, y sé que es complicada.

—Pueden ser complicadas de distintas maneras. En el caso de Un muro de silencio no te voy a decir que Vanessa era complicada, pero sí discutía mucho los textos...

—No mientas, Lita, que después de esa película no volviste a dirigir...

—No te miento, no fue tremendo, no hubo parates de filmación, hubo discusiones, por temas. Te doy un ejemplo, ella veía imágenes de la época de Cámpora y tenía que decir que se trataba de una época “prerrevolucionaria”, y ella decía: No, quiero decir revolucionaria, lo discutimos un rato, y Lautaro Murúa estaba ahí y después me dijo: Dejala decir revolucionaria (risas). Complicado fue rodar Un oso rojo, me acuerdo que yo había viajado a Bariloche y me llama Matías Mosteirín y me dice que el lunes empezaba un corralito y no se iba a poder sacar dinero desde el lunes, y la empezamos igual. Anotamos a mucha gente con posibilidad de sacar determinado dinero por semana, sacábamos parte del equipo del dinero, teníamos problemas para cargar nafta, vino SICA y no se pudo filmar. Adrián Caetano se sorprendió mucho de que hiciéramos igual la película, que estaba muy adorable, y se filmó bien, porque todos pensaban que no, pero hacerla en esa situación fue maravilloso. Fue muy loco filmarla, Julio Chávez pensaba también que no la íbamos a hacer y nos lanzamos igual. Hay películas complicadas por distintos motivos, pero en general me acuerdo de esta por la situación tremenda que se vivía, época de corralito, filmábamos en La Boca, y nos advertían de problemas y desmanes en el lugar.

—¿En qué estás trabajando?

—Estoy con dos documentales, uno que está bastante avanzado, de Julián D’Angiolillo, sobre Cuevas, con parte que se filmó en Italia y hay que ir a Cuba, pero está complicado y estoy con un proyecto que se llama Historias desobedientes, de Liliana Furió, que es sobre los hijos de los genocidas que están enfrentando a los padres en los juicios, y también tengo un proyecto con Tomás Lipgot, una ficción que espero que se pueda hacer el año que viene.

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