Se cumplen 45 años de Cómo vino la mano

El libro de Miguel Grinberg es la piedra basal de la literatura periodística sobre rock argentino. A partir de allí, casi nada fue igual. Fue el Big Bang del género y la confirmación de un maestro de maestros.

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09/10/2022 - 00:00hs

Donde no había nada. O casi nada. Allí fue a nacer esta obra. Cómo olvidar algunos de los pasajes del prólogo de aquella primera edición de 1977. Por ejemplo: “Todo comienza en algún rincón del asfalto, con alguien que se siente solo, con una de esas soledades que te comen la cabeza. De pronto, al mismo tiempo, hay más de uno en el mismo desamparo, en la misma bronca, en idénticos monólogos a la hora de no poder dormir”.

Miguel Grinberg (1937-2022) es nombre fundante de la contracultura argentina. Pionero, adelantado. Periodista, escritor, poeta, editor, beatnik, crítico musical, divulgador, militante ecologista desde fines de los ‘60. Un humanista de a pie. Por todo, un hombre.

Cómo vino la mano tuvo su primera edición en 1977 por la editorial Convergencia, pero con un título diferente: La música progresiva argentina (cómo vino la mano). El hombre ya estaba en ese baile desde hacía unos años: era cófrade de Javier Martínez, Tanguito, Pipo Lernoud, Moris. A él no se la podían ir a contar, porque justamente él era el que contaba. Aquel libro se vuelve cada vez más importante con el paso del tiempo.

La premisa, tan básica como elemental: un compendio de entrevistas y conversaciones con los protagonistas del rock argentino de aquella época. Moris, Litto Nebbia, Spinetta, Charly, Gustavo Santaolalla, León Gieco, Claudio Gabis, e editor Jorge Álvarez, entre otros. Cómo olvidar aquel párrafo introductorio de la entrevista a Spinetta: “Hubo un temporal aquella noche en que me senté a charlar durante varias horas. Fue poquito después del año nuevo del 77, había baja tensión y conversamos a la luz de las velas. El bebé de Luis Alberto dormía en una habitación contigua”.

El tipo escuchó algo de todo lo que estaba soplando en el viento y lo llevó al papel. Él ya estaba allí desde hacía rato. Por ejemplo, uno de sus primeros programas de radio fue El son progresivo, que empezó a emitirse hacia abril 1972 en Radio Municipal de Buenos Aires y estuvo al aire durante varios años.

Varias veces comentó que aquella aventura radial estaba inspirada en Hugo Guerrero Marthineitz. Sí, es que esa es el tipo de madera con la que Miguel encendía sus propios fuegos. En Cómo vino la mano preguntó, escuchó, dejó decir. Es un fresco de aquella escena. Pero sigue teniendo una vitalidad tremenda.

A los pocos días de su muerte, el periodista Martín Graziano escribió un hermoso texto de despedida, de saludo, de agradecimiento. Allí dice: “No es posible exagerar la importancia de ese libro. En la hegemonía de la dictadura, el tipo se propuso reconstruir el origen y la historia del movimiento sin aflojar ni la punta. Se arremangó los pantalones y se metió en el barro”. Las últimas reediciones del libro incluyen apéndices, fotos, otros escritos de Miguel, manifiestos. O sea, buscan y encuentran la onda expansiva de lo escrito.

Dos manifiestos sobre el rock y más allá

En las reediciones de 2008 para acá se incluyen, entre otros apéndices, escritos y nuevas entrevistas, dos manifiestos. Por un lado, el recordado Rock: música dura, la suicidada por la sociedad, escrito por Spinetta en 1973 y repartido antes de los recitales de presentación de su disco Artaud. A esta altura, un clásico.

Además, está lo escrito por Pablo Dacal en 2006: Asesinato del rock. Vale recordar las primeras líneas de este: “El rock ya no nos representa sino en parte, como el tango o la música romántica. Algo de nosotros puede ser dicho en sus términos, pero son géneros que representaron la experiencia de generaciones pasadas, no la nuestra”.

A su manera, poco más de treinta años después, Dacal recogía el guante de aquel manifiesto, se reconocía en sus pares, aquellos que formaron la escena cancionista de principios del S XX y se recibía de crack.

El propio Miguel Grinberg en más de una oportunidad bromeó con hacerse una remera con la inscripción: Dacal Presidente.

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