CULTURA

Armando Tejada Gómez, profeta en su tierra

Es autor de algunas de las más bellas canciones de nuestro folklore. Nació en medio de la más dura de las pobrezas y llegó a ser una de las voces más altas de la poesía latinoamericana.

Interés General

03/07/2022 - 00:00hs

Armando Tejada Gómez nació el 21 de abril de 1929 en Mendoza, a orillas del zanjón Guaymallén, y murió el 3 de noviembre de 1992. Pero murió como mueren los poetas, solo hasta que alguien vuelve a abrir uno de sus libros o emocionarse con alguna de sus canciones. Veintidós hermanos lo precedieron. El hijo número veintitrés vino con una copla bajo el brazo -ya que pan no se conseguía en esos barrios del olvido-. Eran tantos los hermanos y tan escasa la posibilidad familiar de darles sustento, que la madre se vio forzada a repartir sus hijos. A Armando le tocó vivir con su tía.

De niño conoció todos los oficios de la pobreza: canillita, lustrador de zapatos, boxeador, obrero de la construcción. Cuando creció, siguió siendo grande como un niño. Esa niñez que retrató con crudeza y lirismo únicos en Hay un niño en la calle, poema que sería cantado por Mercedes Sosa, René –de Calle 13- y Victor Heredia, entre otros.

La trasnochadora música de los boliches fue su bautismo cancionero, la iniciación raída de la magia. Muy tempranamente tuvo que ganarse la vida por los cuatro costados: salió a vender diarios, a lustrar zapatos, a ganarse el pan de cada día hambriento con los mil oficios de la intemperie. Una niñez triturada por escasos centavos. Muchas noches tuvo que dormir en un vagón de carga cuando era muy tarde para regresar a su casa. Conoció en carne propia la fiereza de la miseria, pero también la solidaridad de algunos. Con esa experiencia llegó a una convicción que defendió durante toda su vida: “Importan dos maneras de concebir el mundo. Una, salvarse solo, arrojar ciegamente a los demás de la balsa. Y la otra, un destino de salvarse con todos, comprometer la vida hasta el último náufrago”.

A los quince años pasó por una librería, vio la tapa del Martin Fierro y, sin dudarlo, con sus pocos ahorros lo compró. Llegó a aprendérselo de memoria. Y empezó de a poco a contar, para él, somos ese gaucho, sus penas de perseguido por la pobreza, capaz de conmoverse ante el dolor humano, la tristeza de un hombre caído. Para este poeta que vio a la intemperie dormir con un niño en los brazos, un poema es perdurable solo cuando se le siente el hombre adentro. La poesía no es un fantasma encerrado en una biblioteca cuya llave solo tienen los elegidos por la divinidad de la palabra. No es un territorio fétido de elitismo. La poesía nació del pueblo y ese es su destino. Eso lo supo desde siempre Armando Tejada Gómez. Y así escribió. Y así vivió.

Para Armando Tejada Gómez, la palabra no es un brillo artificial, un lunar postizo; sino la trinchera donde la belleza vela sus mejores armas. Creía fervientemente en la patria grande, esa que se extiende desde el sur del Río Bravo hasta el extremo más austral de Latinoamérica. A esa patria dedicó Canción con todos, una de las canciones en nuestro idioma que más versiones tiene, y que la Unesco considera “Himno de Latinoamérica”.

Canción con todos nació en La Plata. Fue escrita en Gonnet, una tarde de 1970, en la que estaban reunidos en casa de Guillermo Massi, Armando Tejada Gómez, Cesar Isella y el Quinteto Vocal Tiempo. Fue allí donde se terminó de componer, y allí mismo donde se cantó por primera vez.

Armando Tejada Gómez era un juglar que devolvió a la poesía a su origen trashumante, de ir de pueblo en pueblo, de plaza en plaza, de casa en casa. Llevó la poesía a escenarios. Multitudes se apiñaban en silencio –ya fuera en Cosquín, Managua, La Habana, Madrid, o cualquiera de los muchos escenarios que pisó-, para escucharlo interpretar de memoria sus poemas, con esa voz fuerte, dúctil, sabiamente modulada de locutor de radio que supo ser en Mendoza. Esa condición de juglar lo hizo inmensamente popular. Aquí y en toda Latinoamérica.

Escribió una novela: Dios era olvido – que escribió en sus años de exilio español, y que ganaría, en 1978, el Premio Internacional de Novela, en Bilbao-. Una gran novela autobiográfica que espera ser publicada en nuestro país.El 3 de noviembre de 1994, Armando Tejada Gómez quedó de espaldas al olvido, de cara al alba, y con la voz dada vuelta hacia el silencio. Tenía 63 años. En el aire nos sigue diciendo: "Hay que soñar la vida, para que sea cierta".

Noticias Relacionadas