CULTURA
Hebe Uhart, uno de los secretos mejor guardados de la literatura argentina
Su obra fue elogiada por muchos de los principales escritores de nuestro país, sin embargo permaneció desconocida durante casi toda su vida, hasta que se publicaron sus Relatos reunidos en 2010.
Hebe Uhart nació en Moreno el 2 de diciembre de 1936. Se autodefinía como una mujer suburbana: ni campesina ni citadina, porque había nacido en un suburbio de Buenos Aires, cuando su ciudad era un pueblo aún: “Moreno hace 50 años era un pueblo. Hacías siete cuadras y estaba el campo con las vacas. Ahora tiene 500.000 habitantes, 100 bancos. Ahora tiene de todo”, recordaba con cierta nostalgia.
Hija de una maestra y un empleado de banco, Hebe no fue una lectora precoz ni tuvo vocación de escritora. En su casa solo había libros religiosos, pesados y aburridos, y ella escribía únicamente si no tenía algo mejor que hacer. Sin embargo, escritores de la talla de Ricardo Piglia alguna vez señalaron: “No me gustan los escritores demasiados satisfechos. La mejor tradición de la literatura argentina está construida en esas vacilaciones; es el narrador incierto de Borges o de Hebe Uhart”. Asimismo, Rodolfo Fogwill, autor de Los pichiciegos, dijo: “Hebe Uhart es la mayor cuentista argentina contemporánea. Dije la, pero debí decir que sus cuentos, como los de Silvina Ocampo y Sara Gallardo, están entre los mejores de la literatura argentina”.
A los 17 decidió anotarse en la carrera de Filosofía, porque le había fascinado esa materia en el colegio. Cuando se lo planteó a sus padres, le respondieron: “Vas a trabajar para tus gastos”. Así que se puso a trabajar de maestra. La primera vez que se plantó ante un grupo de chicos fue en una escuela rural, usaba el mismo delantal con el que había asistido al colegio como alumna hasta hacía unos meses y nadie le creía que fuese la maestra. Esa inmersión en las escuelas humildes dejó un hondo rastro en relatos como Una se va quedando o Impresiones de una directora de escuela.
Hebe Uhart creía que muchos escritores argentinos eran narcisistas y eran víctimas de un internismo brutal: escribían pensando en los amigos, profesores y conocidos. Lo cierto es que el mundo literario la rechazaba: hubo mucha discriminación por el hecho de ser mujer. No obstante, su carrera fue maravillosamente prolífica; desde 1962 y hasta 1999 publicó en editoriales independientes: Eli, Eli, lamma sabacthani? (Goyanarte, 1963), La gente de la casa rosa (Fabril, 1970), La luz de un nuevo día (Centro Editor de América Latina, 1983) y Memorias de un pigmeo (Pluma Alta, 1992), entre otros títulos.
A pesar de no haber frecuentado nunca los círculos literarios ni de ser cortejada por las grandes editoriales, Hebe Uhart jamás se lamentó: “A mí me gusta la moderación. El éxito inmoderado me haría mal. Esta nunca fue la profesión con la que me gané la vida, ni nunca va a ser. Yo creo que uno hace lo que le sale más fácil y lo que está acostumbrado a hacer”. Además de publicar libros, colaboraba frecuentemente en diarios y revistas, destacándose principalmente en el diario El País de Montevideo.
Fue, además, una gran cronista de viajes; recorrió Argentina, Paraguay, Uruguay e Italia. No escribía para adornar historias anodinas, ni para lucir cierta destreza discursiva, sino que se dejaba llevar por el olfato de una cronista capaz de ver y escuchar atentamente, de entrar a un café o subirse a un colectivo y preguntar sin prejuicios previos: “Todo arte es el arte de escuchar. Cuanto más miro, más salgo de mi prejuicio. Es difícil mirar lo real sin postergar el juicio, pero para escribir es necesario hacerlo”.
Elvio Gandolfo, reconocido escritor y crítico argentino, sostuvo que Hebe Uhart se encontraba entre aquellos escritores donde un modo de mirar produce un modo de decir, un estilo. No obstante, probablemente sea ella misma quien haya encontrado su mejor síntesis: “Tengo la alegría del sobreviviente. Se murieron todos en mi familia. Yo trabajo para la alegría. La alegría es un trabajo como cualquier otro”.
Disciplina y libertad
Uhart publicó por primera vez a los 26 años, pero fue mucho después que empezaría a ser considerada una gran escritora. Recién cuando cumplió los 74 años y se publicaron sus Relatos reunidos llegarían las traducciones, su celebración por parte de los suplementos literarios y los premios: el de la Fundación El Libro al mejor libro argentino de creación literaria (2011), el Konex al Mérito (2014) y el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, que obtuvo por el Estado de Chile a la trayectoria literaria (2017), entre otros.
Fueron célebres sus talleres literarios. La escritora Liliana Villanueva –quien fue alumna de Hebe Uhart durante diez años– compiló muchos de aquellos momentos en su libro Las clases de Hebe Uhart, en 2015. Decía en sus talleres que la disciplina asociada a la libertad implica que cuanto más alto se vuele más disciplinado se tiene que ser: “Cuanto más ficción hacés, más control tenés que tener para que resulte verosímil lo que contás y no caer en el disparate”. Murió en Buenos Aires, a los 81 años, el 11 de octubre de 2018.