cultura
La valentía de pensar sin dogmas
Victor Serge fue un revolucionario que desde las entrañas mismas de la Rusia soviética enfrentó la burocracia de Stalin, lo que le costó cárcel y destierro.
Hijo de exiliados rusos, la infancia de Víctor Lvóvich Kibálchich –quien sería conocido como Victor Serge-, quedó marcada por la muerte por hambre de su hermano. Pronto su espíritu crítico lo arrastró a la militancia, primero en el movimiento obrero belga, luego en el anarquismo francés, por el que sufre persecución y cárcel. En 1917, recaló en la Barcelona insurrecta. Cuando de Rusia llegaron las noticias de octubre, decidió partir hacia allí. Testigo y protagonista de ese período clave en la historia, Victor Serge dejó como legado valiosos retratos de las personalidades de su tiempo. Su coraje para denunciar al régimen stalinista le pagó con censura, difamación, prisión y deportación. Durante su exilio en México, escribió : "Sobrevivir es la cosa más desconcertante -lo sigo pensando todavía- por distintas razones. ¿Para qué sobrevivir si no es por aquellos que no sobreviven".
A finales del siglo XIX, el Gobierno ruso creó un sofisticado sistema de seguridad, conocido como Ojrana, dedicado al espionaje y la infiltración de los grupos revolucionarios. En aquel frenético Año Uno de la Revolución rusa, Victor Serge se sumergió en los archivos de la Ojrana con orden de informar al pueblo soviético sobre lo que hallara en las entrañas de la bestia. Tres años más tarde, Serge publicó en el Boletín Comunista un informe titulado “Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión”, que se reeditó infinidad de veces en forma de libro hasta el día de hoy. En ese pequeño libro, Serge diseccionó el método tela de araña de la Ojrana y reveló que cada uno de sus funcionarios redactaba un informe pormenorizado de cada uno de sus casos, que se hacían imprimir en ediciones de únicamente dos ejemplares: uno para el zar y el otro para una biblioteca secreta de la policía.
Entre aquellas míticas historias se narraba la de un hombre que se había presentado en la puerta del Soviet de Petrogrado y dijo: “Soy Malinovski, el traidor. Arréstenme”. Él había sido el hombre quien transmitía en Rusia las palabras desde el exilio de Lenin, el principal representante bolchevique en la Duma (el parlamento zarista), un militante de intachable trayectoria. El detalle deslumbrante es que Malinovski fue todo el tiempo, a la vez, agente de la policía secreta zarista. Sin embargo, capturado por los alemanes, recuperó su ardor revolucionario y retornó a Rusia sólo para ser juzgado. “He sufrido mi existencia dual. No comprendí cabalmente, me dejé ganar por la ambición. Merezco ser fusilado, pero con la Revolución en mi corazón”, dijo en el estrado. Finalmente, el tribunal le concedió su pedido y fue condenado a muerte.
Victor Serge había militado y vivido en la clandestinidad y sufrido cárcel en Francia, Holanda y Alemania (en 1913, acusado de instigar los actos delictivos de la banda de Jules Bonnot), antes de llegar a Rusia y ponerse a disposición de la Revolución. A pesar de su simpatía por Lenin y su esforzado trabajo para la Komintern como articulista, traductor, editor y agente clandestino en Berlín y Viena, siguió siendo un disidente y un libertario, incorporándose a la oposición de izquierda en 1923, una vez fallecido Lenin. Tras ser detenido por primera vez en 1928 y expulsado del Partido, comenzó a escribir sus primeras novelas y ensayos, que verían la luz en Francia y España a principios de la década de los treinta. En 1933 volvió a ser detenido y fue desterrado provisoriamente a Oremburgo, a la antesala del gulag.
Acusado de disolvente y contrarrevolucionario, sufriría cárcel y exilio en Siberia, hasta que el clamor europeo por su liberación agotó a Stalin. Finalmente salió del país y vivió unos años en Bruselas y París, hasta que en 1941, perseguido por los nazis y por la policía secreta rusa, logró llegar a México, donde, tras sobrevivir a un intento de asesinato, continuó escribiendo hasta su muerte.