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En 1999 la Academia de Hollywood decidió dar un premio a la trayectoria al director Elia Kazan. El actor de El padrino se negó a entregárselo por considerarlo “un soplón”
20/03/2024 - 00:00hs
La relación de Marlon Brando con los premios Óscar siempre fue conflictiva. Cuando en 1973 le dieron la estatuilla al mejor actor por su interpretación de Vito Corleone en El padrino, no fue a recibirlo, sino que envió en su representación a una apache, Sacheen Littlefeather, ya que los indios de los Estados Unidos merecían un reconocimiento por haber sido despojados de sus tierras, y la industria cinematográfica presentaba en sus películas como hazaña lo que había sido robo. Dieciocho años antes le había sido conferido el Óscar a mejor actor por su protagónico en Nido de ratas. En esa ocasión no hubo desplantes, pero muchos años después, en otra ceremonia de Hollywood, protagonizaría un nuevo escándalo, esta vez el blanco sería el director de esa película, Elia Kazan.
El propio Kazan se autodefinía como “un hombre dividido”. Por un lado, la leyenda del teatro y el cine. Por otro, el conflictivo “colaborador” del macartismo. Había nacido en Turquía el 7 de septiembre de 1909 y, tras un breve paso por Alemania, su familia se radicó en Nueva York cuando él tenía cuatro años. Su padre era un próspero comerciante de alfombras. Terminada la escuela, consiguió una beca para estudiar teatro en el Yale Drama School. A consecuencia de la Gran Depresión de 1929, el negocio familiar quebró. Comenzó a relacionarse con gente del cine y concibió su gran proyecto: hacerse director. En 1947 fue uno de los creadores del Actors Studio, del que salieron actores como James Dean, Steve McQueen, Robert De Niro y, antes, Marlon Brando, quien era su actor preferido, tanto para dirigirlo en teatro como en cine. Pocos realizadores dejarían una huella tan profunda en Broadway y Hollywood como él.
Elia Kazan cargaba en su pasado con un breve paso por el Partido Comunista. Por eso, cuando se abatió el macartismo –apoyado en acusaciones de subversión o deslealtad– en Hollywood, con la furia del converso, tomó repentina distancia de sus antiguos compañeros de camino. Mientras estaba rodando su película ¡Viva Zapata!, fue citado para comparecer frente al tribunal el 14 de enero de 1952. Si bien la declaración permaneció en absoluto secreto, se supo que fueron ocho las personas delatadas. Años después, él intentó justificar su comportamiento y lavar su imagen mediante una solicitada que se publicó en el New York Times. Nunca se arrepintió de lo hecho, y cuantas veces se le preguntó sobre el tema él adujo que “hizo lo que en aquel momento debía hacer”. Vale la pena acotar que la citación le hizo cambiar el rumbo de su película sobre la Revolución mexicana: se apartó del guion original escrito por John Steinbeck para dejar sentado que esa Revolución –como toda revolución– terminó en dictadura.
La Academia de Hollywood consideraba que Marlon Brando era la persona indicada para entregarle el Óscar a Elia Kazan, ya que bajo su dirección había protagonizado películas como La ley del silencio, Un tranvía llamado deseo, ¡Viva Zapata! y Nido de ratas. El actor Karl Malden fue el encargado de hacer la propuesta: “Brando me respondió que no podía hacerlo. Me dijo: No puedo entregarle un Óscar, ese tipo fue un soplón”. En la década del 50, cuando el senador Joseph McCarthy constituyó el Comité de Actividades Antinorteamericanas, desatando una verdadera caza de brujas en Hollywood, Elia Kazan había señalado como “comunistas” a varias figuras del mundo del cine. Brando no olvidaba. Ni perdonaba.
“El tiempo no redime a los canallas”
Marlon Brando y Karl Malden habían trabajado juntos en Un tranvía llamado deseo, y en El rostro impenetrable fue dirigido por el propio Brando. Se llevaban bien, pero esa no era razón suficiente para que Marlon abjurara de sus juicios y convicciones. Cuando Malden señaló que Kazan ya tenía 90 años, y que ya era momento de dejar que el olvido hiciera lo suyo para irse de esta vida en paz, Brando replicó que “la vejez no hace que un soplón deje de haber sido, y que el tiempo no redime a los canallas”.
Finalmente, el premio fue entregado a Elia Kazan por Robert De Niro y Martin Scorsese. En la transmisión televisiva de aquella ceremonia tan curiosa pudo verse a actores como Nick Nolte y Ed Harris, uno de los protagonistas de la serie Westworld, que se mantuvieron pétreos en sus asientos, sin aplaudir y con gesto adusto. Al propio Elia Kazan no le pasó desapercibida esa “grieta” abierta entre el público presente, a juzgar por la rapidez con que se fue del escenario aferrado a su estatuilla.