Acordada por la Unesco y las Naciones Unidas, esta fecha sirve para apoyar el reconocimiento y la práctica de los idiomas nativos, buscando evitar su extinción.
De acuerdo a la fecha acordada por la Unesco y las Naciones Unidas, cada 21 de febrero se celebra el Día de la Lengua Materna, una instancia para apoyar el reconocimiento y la práctica de idiomas nativos, buscando evitar su extinción. “Es algo sumamente importante porque uno de los elementos que define a un grupo cultural o étnico es justamente el hecho de compartir la lengua”, dijo el Dr. Mariano Bonomo, arqueólogo del Museo de La Plata, investigador del Conicet y profesor de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata.
La lengua materna es, por definición, la primera que se adquiere luego del nacimiento. “A través de ella se llevan a cabo los primeros vínculos afectivos, la relación con el entorno, el desarrollo cognitivo, psicológico y emocional en esos primeros años de vida”, afirmó. Ese proceso se diferencia enormemente de las lenguas extranjeras que se pretendan estudiar después. Y es que, como se dice, las lenguas que no son maternas se pueden aprender, pero no adquirir.
En buena parte de nuestro continente, el castellano permanece en tensión con una gran cantidad de lenguas nativas que fueron desplazadas, retaceadas o directamente desaparecidas. “Una excepción, por ejemplo, es la de los guaraníes. Se trata de un caso de resistencia”, explicó Bonomo. “Pertenecen a una familia lingüística que es una de las que tuvo mayor dispersión geográfica en América del Sur. Los grupos de esta familia se extendieron desde el norte del Amazonas hasta la costa atlántica del Brasil y llegaron hasta el Río de la Plata”, comentó .
Como señala el especialista, el guaraní es compartido en la actualidad por poblaciones muy distintas entre sí. Desde residentes urbanos de una ciudad como Posadas hasta un cazador de la selva amazónica. “Esto muestra la poderosa fuerza homogeneizadora que tiene ese lenguaje, que resistió cinco siglos de profundos cambios en los que desaparecieron alrededor de la mitad de las lenguas que se hablaban en la América precolombina”, apuntó Bonomo. “El guaraní ya funcionaba como lengua franca en momentos previos a la conquista. Era conocido por otras etnias que lo utilizaban como una segunda lengua para moverse dentro de redes multiétnicas de comercio. Es por eso que los guaraníes se transformaron rápidamente en intérpretes, baqueanos y lenguaraces de los españoles. Por estas razones, la mayoría de los nombres indígenas que llegan hasta nuestros días son de origen guaraní. Por ejemplo, los de los ríos más importantes: Paraná, Paraguay, Uruguay, etc. Distintas palabras que hoy resultan comunes para nosotros son de origen guaraní”, dijo.
Blas Jaime: el último hablante chaná
Durante los últimos años, la historia de Blas Jaime se convirtió en uno de los casos paradigmáticos de las lenguas nativas. En el año 2005, una nota en el periódico local de Paraná retrató la historia de un hombre que hablaba una lengua considerada extinta desde hace casi dos siglos: el chaná. El lingüista Pedro Vegas Barrios se puso rápidamente en contacto con Jaime y descubrió que había preservado ese patrimonio en secreto y era el único hablante vivo de aquella lengua. “Llegaron a Jaime a través de la línea femenina de su familia: su madre y su abuela”, dijo Bonomo. “Esto va en consonancia con el Día Internacional de la Lengua Materna”, comentó.
Años atrás, durante sus jornadas de trabajo arqueológico en el Delta entrerriano del Río Paraná, el profesional trabó relación con Don Blas. Luego, durante la filmación de Lantec Chaná, la película de Marina Zeising dedicada a contar su historia, Don Blas llegó hasta el Museo de La Plata, donde fue recibido y acompañado por el arqueólogo. “El acercamiento hacia Blas siempre es desde un lugar de respeto a la diversidad y a los representantes de los pueblos originarios. Ese es uno de los pilares sobre los que se asienta la investigación arqueológica hoy en día”, concluyó.