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El director de cine argentino que se consagró en Brasil

Héctor Babenco fue un cineasta que primero fue reconocido en el extranjero y tiempo después en nuestro país.

Interés General

08/11/2025 - 00:00hs

Nació en la ciudad de Mar del Plata en 1946, hijo de un sastre antiperonista y de una madre inmigrantes de origen polaco. En 1964 se fue a Europa con poca plata y una desesperada vocación por el cine. Lo más cerca que había estado de las cámaras había sido participando como ayudante o extra en algún western. En 1970 aterrizó en Brasil donde hizo de todo, incluso vender tumbas con buen paisaje y vecinas de gente noble. Llegó al cine aprendiendo la técnica en documentales y cortos publicitarios hasta que apareció su primer largometraje, “O Rei da Noite” (1974) que el llamó “un teleteatro de muy buen gusto”.

Su segundo largometraje fue "Lucio Flavio, pasajero de la agonía" (1979), que se vio en Argentina y en el que une las historias de un particular ladrón de bancos y el funcionamiento de los escuadrones de la muerte en un Brasil atravesado por la dictadura militar en la década del 60.

Babenco era conocido como un personaje difícil. Contradictorio, ególatra e imprevisible en sus reacciones. Destestaba a los periodistas y aseguraba no entender por qué querían entrevistarlo si todo estaba en sus films y que el arte no necesitaba ser explicado. El público argentino recién pudo conocer a este compatriota aventurero merced a su tercer opus, “Pixote, la ley del más débil”, un formidable retrato marginal de Río y San Pablo.

“Fue Brasil el país que me dio la oportunidad de trabajar y aquí he crecido. Aquí desarrollé mi trabajo y, con excepción de Corazón iluminado, todo mi cine está muy vinculado con quien yo soy y donde estoy”, explicó en un reportaje. A veces lo acusaban de exagerar la realidad, pero Babenco se justificaba diciendo que la verdad siempre era mucho más fuerte de lo que podía aparecer en sus películas.

Nunca se sintió representado por el cine de denuncia, no porque creyera equivocado hacer denuncias justas y honestas, sino porque consideraba que esas acciones les correspondían más bien a la prensa. “Al cine – arguia Babenco-, como todo arte más reflexivo y complejo, le queda la misión (y ahí asumo la responsabilidad) de manejar la realidad dándole un tratamiento de ficción o el que se le ocurra, pero no convirtiéndose necesariamente en cine de denuncia”.

En ese sentido, Babenco consideraba que una película no era una manifestación esporádica de un deseo, un capricho o una intención aviesa, sino la respuesta del arte materializado, del deseo de identidad de un pueblo que siempre está en gestación. Asimismo, respecto de nuestro país, aseguraba que “Argentina cree tener ya una cultura consolidada. Y que por esa consolidación hay personas que suponen poseer el derecho que está mal para esa cultura o que cosas la enriquecerían. Y ese es el error, porque el consolidamiento es sinónimo de atraso”.

“Carandirú”, su octava película se convirtió en un éxito impresionante. Desde el día del debut resultó todo un acontecimiento de público. Fue una de las películas brasileñas más vista de todos los tiempos en un estreno: 468.000 pagaron entrada en apenas un fin de semana. No obstante, su película más reconocida internacionalmente fue "El beso de la mujer araña", nominada al Oscar de la Academia de Hollywood como mejor película en 1985. El protagonista de la película, el estadounidense William Hurt, ganó el Oscar a mejor actor. Babenco también dirigió la película Ironweed (traducida en algunos países como "Tallo de hierro"), protagonizada por Jack Nicholson y Meryl Streep. Ambos lograron en 1987 sendas nominaciones a los Oscar como mejor actor y mejor actriz por este film.

La última película de Babenco fue "Mi amigo hindú", con Willem Dafoe como protagonista. En ella cuenta la historia de un director de cine próximo a su muerte. La suya le llegó an San Pablo, cuando tenía 70 años.

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