cultura

El escritor que soñaba ser Papa

Frederick Rolfe vivió huyendo de los acreedores; fue sacerdote, ludópata, pintor, y uno de los escritores ingleses más extraños.

Algunos lo recuerdan por sus extravagancias, entre las cuales, su pelo violentamente teñido de rojo, no era la menor. Sin lugar a dudas, el británico Frederick Rolfe ha sido uno de los autores más raros, singulares y misteriosos de la literatura británica: coincidió su mejor escritura con el ocaso de la etapa victoriana, publicó en plena fase de desarrollo del modernismo y a las puertas de los movimientos de vanguardia del XX, pero nunca fue ni un costumbrista ni un experimentador, sino un refinado esteta de torrencial sintaxis barroca que utilizaba la literatura como arma y como escudo, guiado por dos motivos contradictorios: la búsqueda del placer y el rencor acumulado contra sus enemigos.

Rolfe, mejor conocido como el barón Corvo, creyó a lo largo de su vida que en cualquier momento le cambiaría la suerte y lo harían Papa. Sostenía dicha convicción cuando le arrancaron los hábitos de novicio en el colegio escocés de Roma y lo seguía creyendo de vuelta en su país, cuando fue arrojado a la calle en pijama de pensiones de mala muerte por todo el sur de Inglaterra (escapándose de sus acreedores).

Nunca fue un sacerdote prolijo: su vida disoluta, su homosexualidad, su tendencia al despilfarro y a acumular deudas, trazaron un marcado comportamiento que jamás fue aceptado en el seminario. Por entonces, convencía a curas rurales de que le dejaran pintar un fresco en sus iglesias a cambio de techo y comida y era luego echado a patadas por la lubricidad de las escenas.

Sostenía contra toda evidencia que su título nobiliario era real y se lo había concedido la marquesa Sforza Cesarini por servicios de tutoría prestados a sus hijos. Incluso cuando ya estaba de salida, en Venecia, Corvo esperaba el llamado del Vaticano. No fueron tan malos los tiempos de Venecia, al menos al principio. Corvo, que toda su vida mendigó dinero sin pudor y con histrionismo autodestructivo, convenció a un heredero londinense de que le mandara libras esterlinas a cambio de relatos procaces de sodomía en Venecia, en palazzos y zaguanes y góndolas y cementerios. El plan era atraer al muchacho a Venecia y seducirlo en persona, pero, como todo en la vida de Corvo, salió mal: los relatos subieron tanto de tono que el nene se asustó y no mandó más plata. El Barón pasó de andar en góndola propia con cuatro remeros, con el poco pelo que le quedaba teñido de rojo y hábito negro de seda, a dormir en el rellano inferior de una escalera de mármol en un palazzo. Le pusieron un tabique y era su cuarto. Su tarea era llevar leña a las habitaciones superiores del palazzo. El resto del tiempo escribía, encerrado en ese cuartito, una larga invectiva contra sus patrones y el resto de la petit-society de millonarios ingleses que subían cada noche por las escaleras de mármol de aquel palazzo. El libro se llamó “ El deseo y la persecución del todo”. Todos los personajes del libro eran disipados, todos eran reconocibles, todos era vituperados de maneras formidables, infecciosas, y la historia, por supuesto, la contaba un pederasta loco devenido santo varón que esperaba el llamado de Roma. También las cartas pornográficas venecianas eran un libro, una bestialidad de libro.

De los libros de Corvo sólo existían dispersos ejemplares de ediciones de autor, fuera de comercio, o los manuscritos. Nadie quería publicarlos en Inglaterra, no se podía: eran vitriolo de orquídeas, según una de las tantas cartas de rechazo (hoy célebre) recibidas por su autor.

En 1982, AJ Simons publicó un libro llamado “En busca del Barón Corvo”, que subtituló “Un experimento biográfico”. El libro es básicamente el autor siguiendo el rastro de Corvo entre quienes lo conocieron, las mil tapaderas, agujeros negros, rastros todavía tibios, que dejó a su paso. El difunto Corvo le gana siempre. Symons pone al descubierto lo que era obvio y nadie nunca había dicho: que toda biografía es en realidad una autobiografía. En el mundo de los libros inclasificables, excéntricos, es rey.

Noticias Relacionadas