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Osvaldo Bayer estuvo en Alemania cuando se alzó el famoso muro y cuando fue derribado, y dejó la crónica de ambos hechos históricos.
22/05/2024 - 00:00hs
Después de Buenos Aires, Berlín fue la ciudad en la que Osvaldo Bayer vivió más tiempo de su vida. Cuando debió exiliarse en los años de la última dictadura, vivió en Kreutzberg, un barrio reo donde, según palabras del propio Bayer, era el lugar de Berlín donde se juntaban: “Seres en búsqueda de nuevos ideales que los alejara de ese capitalismo hipócrita y de ese comunismo con muros y servicios secretos contra toda racionalidad”.
Conoció Berlín cuando fue a estudiar historia en Alemania, en los años 50. Era por entonces una ciudad destruida, que sus habitantes, esforzadamente, intentaban reconstruir: “Las mujeres unas tras otras alcanzándose ladrillos para limpiar las calles, mientras sus hijos las miraban sin comprender ese juego que les habían dejado los hombres después de la guerra perdida”. Volvió a esa ciudad como periodista, en 1961, cuando fue enviado para cubrir lo que se anunciaba como un hecho histórico. Aquella madrugada asistió, desde el hotel en la Unter den Linden, al paso de camiones a toda velocidad con cuadrillas de obreros: iban a construir un muro para dividir la ciudad en dos. El gobierno había llegado a la conclusión de que la única manera de poder realizar el comunismo en la Alemania Oriental era aislar a ese Berlín capitalista que estaba en el centro de lo que quería ser la mejor nación socialista del bloque soviético.
28 años después, desde su departamento de la calle Fidicin, en Kreutzberg, -que Osvaldo Bayer mantuvo, porque todavía trabajaba seis meses del año en Alemania para luego poder vivir los otros seis meses en la Argentina-, asistió a la explosión humana que derribó el Muro, para que los distintos barrios de Berlín pudieran volver a verse la cara. Poco tiempo después sobrevendría la implosión de la Unión Soviética.
Según el autor de La Patagonia Rebelde: “El error había sido de Stalin, cuando aceptó la proposición aliada de cambiar territorio alemán, que ellos habían conquistado en el Este alemán, por la mitad de Berlín, que había sido ocupada por los rusos. El tener la mitad de Berlín le dio a Occidente la oportunidad de hacer de ese Berlín occidental la joya del Occidente. La vidriera del capitalismo consumista. Invirtieron, dieron toda clase de libertades. En cambio, para hacer el socialismo, los pueblos del Este, arrasados por los ejércitos nazis, debían trabajar, trabajar, trabajar. Y claro, cuando no había muro, podían ver eso otro: la sociedad de consumo, el poder moverse por todo el mundo, pasar sus vacaciones en las Canarias, las Baleares o, si podían, en el Caribe. Y comenzó la emigración. Y los hombres de Moscú creyeron que la solución era separar todo con un muro, con alambres de púa y ametralladoras. En medio de la ciudad. Ahí ya se patentizó el fracaso”.
Cuando Bayer vivió su exilio en Berlín veía el Muro todos los días. Visitaba a su amigo, el poeta Stefan Hermlin, que vivía en el sector de la Alemania comunista. Era un socialista convencido que le decía que nunca se iba a ir de ese Berlín porque él podía con su crítica constructiva hacer dar pasos adelante a quienes querían lograr un verdadero socialismo. Bayer recordaba la tristeza de su amigo cuando se levantó el muro, y le dijo: “Si al ser humano no lo podemos convencer con las ideas de hacer un mundo en igualdad, menos lo vamos a convencer con un muro”.
La lección que el escritor argentino decía haber aprendido de esa experiencia histórica es que no es con muros sino con ideas que hay que luchar por el socialismo: “Ni la dictadura del proletariado, ni de ninguna otra clase. Sí la movilización, el protagonismo de todos, no la personalidad sino el cambio de los que mandan para que no se crean imprescindibles y ordenen en vez de preguntar e indagar la opinión de las mayorías”. El muro de Berlín ha quedado en Alemania como un trauma, el fracaso de una búsqueda, que obliga a tomar el pico y la pala, no para alzar otro muro, sino para construir un mundo nuevo. Como quería Osvaldo Bayer: “Aprender de la Historia”.